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¿Quién es Ángela Hernández Núñez?

Premio Nacional de Literatura 2016. Nació en Buena Vista Jarabacoa, República Dominicana, 6 de mayo de 1954. Graduada con honores de Ingeniería Química. Narradora y poeta. Apasionada del cine y la fotografía. Textos de su autoría se han traducido al inglés, francés, italiano, islandés, bengalí y noruego. Se incluyen en importantes antologías. Es Premio Cole de novela corta, a la novela Mudanza de los Sentidos, 2001; dos veces premio nacional de cuento. Su libro Alicornio mereció el premio nacional de poesía.

POEMAS DEL LIBRO ONIRIAS Imagen y poesía. Publicado por el Banco Central de la República Dominicana. 2012


 POEMAS DEL LIBRO ONIRIAS


SUDADO POTRO POR MENTE FRÍA

Su música sangra sol

Bajo mi lengua triste y sabia
Bajo mi lengua de carne erótica
Bajo mi lengua, retentiva fruta
Bajo la amorosa arcilla
de mi lengua
Indiferente a la nostalgia

Mi acalorada lengua de biblioteca
(sabores del saber)
Mi lugar de invencible presente
Donde dormita mi cosmonauta
y su nave pintada de fresco.

LA FÍSICA LA VENCE UNA IMAGEN

Desde el comienzo y por principio mismo
me constituyen el equilibrio y la pasión
las enseñanzas y los imponderables

La tierra reposa su transparencia en frutos
Todo mar me resulta nostálgico
Y el amor, canon suficiente

Alguna vez se unirán mi naturaleza y mi nombre
Mi corazón en alas se habrá desvanecido
Mientras tanto, no me constriñan a la imagen

No quiero ser examinada como colegial
Ni con palabras post y de modernidad
Rehúso un nombre camisa de fuerza

Como el firmamento contempla a la tierra
matriz de muerte y vida en su fecundidad y dinamismo
así miro los cambios en mí misma
Las corrientes orgánicas me despabilan
cobro conciencia en ellas

He conocido los regalos que cubren faltas
Me aprietan los lazos y las separaciones

Observo a la estrella desde el septentrión
perseguir el afecto oceánico
El tiempo labra en mí sus rarezas
verdes instalaciones y recato

Entre las manos amadas asoma un bosque:
atardecer llovizna y colmillos de tigres

Pruebo el jugo puro del limón
escucho todo el día en amarillo

Por el trazo de mi lápiz sigo mi alma

De nada hay que quisiera presumir
La redondez esponja lo sabido

 “Los arrebatos sazonan el afecto”, oigo decir.
¿Por qué elegir desiertos si hay trillos verdeantes?

Las furias me han legado sus gestos
Afrodita  me ha concedido su sentido perturbador
Son las Harmonías
pero ninguna ha llegado a la paciencia.



PLAUSIBLE CHISPA

Desde la nada se derrama la realidad
Desde el agua, la tierra
Desde la tierra, el vidrio cuidadoso
Desde el tiempo, el celaje de sus ojos

El albor de la  palabra nido
Mi garganta tocada por su mano

En la encrucijada de las percepciones, un primigenio aliento
precipita la forma:
El árbol lumbre, el árbol sombra
El árbol masculino-femenino
El paisaje puntual, la noche-día

Cicatriz que en el iris graba el sueño

El tiempo se ha diluido en el espacio. El espacio tensa
su substantividad irresistible
Tolera su delgadez

La mente se descuida y en el ojo se refleja la lanza
Deposita en un estar de sutiles corduras

Un jadeo desde otra orilla prefigura su imagen

Todas las corrientes residen en su huida.


CALENDARIO ÁUREO

Murmullo inquietante de las edades
Gorro  de antigua pizarra 
Noche. Sílfide histriónica. Eros sinuoso
Murmullo de los otros en la sexual oquedad
de la muerte

Leyes acústicas precipitan arsenal de voces
Conocidos pisotean en mar la medianoche
Amaranto y vitrales les espantan

Abro al jardín la puerta carcomida
Vértebra luminosa del osario domingo

Placer mudante. De banco en banco, salto
Negra de lluvia. Fruta de ciudad. Bamboleante
gota de rocío
Resto de vino en la copa arrojada a la basura

Amanece. Calizo murmullo de huesos
Las velas preñan los ojos de un vapor encandilado
Enrojecen los ancianos rostros
Por la grana hendidura del día, resbalan los pies

Muerta de gozo. Mi mente suspendida
como teja arcaica
Somos el animal que aprisiona: Críptico murmullo.



LA BELLEZA ES LA VERDAD

La belleza es la verdad. John Keats. La belleza es la verdad. John Keats. El susurro en el oído continúa, hasta mojar la cama.

Yazgo sobre el costado izquierdo. Las dos piernas acomodadas sobre el colchón. La cama rebosa  de blanco. Creo que en el  exterior la ávida luz se ha apoderado del edificio. Creo que en la acera tocan un bandoneón. Y caen monedas desde las manos de los transeúntes hasta el sombrero del músico. Creo que el vestuario del virtuoso es negro y remeda la dignidad de su barba. Creo que a ratos el músico ríe locamente, como si sospechara entre su público a Luis Díaz.

El blanco de las sábanas se desprende de las sábanas y flota algunos centímetros por encima del lecho. Entonces mi cuerpo se apoya en ese blanco. Creo que abro o más bien entreabro los ojos. Hay un espacio inmemorial en el aposento. Hay un yo. Una mirada sedosa. La esquirla de un diente.

¿Por qué susurra John Keats a sus oídos? ¿Por qué el blanco se ha desprendido de las sábanas? ¿Por qué flota ella en lo incoloro y le atraviesa con sus brazos como si sus dedos entraran por las informes pupilas de un pájaro zozobrante?

Ella abre o mejor entreabre los ojos. Traga el sedimento copioso de su imaginación. Se agita de recelosa luz, cavila una frase: Cuídate del frío. Y la sopla como a un átomo mensajero.


IRA

Observé nuevamente el borde de la montaña, más veloz que nosotros. Me detuve en la arborescencia de su vientre. Un pasajero me dijo: Múdese de ventana, verá mejor, y siguió devorando nachos.

Arborescencia, volví a pensar.

Ahora el borde de la montaña era un halo azuloso, como si contuviese un fragor de historias paralelas.
“Es más bella que las algas y las medusas, que las ostras y sus perlas”, declararía él.

Pregunté sobre nosotros, porque al instante los reflejos sobre el río Hudson semejaban una margarita a deshojar.
El borde, como látigo, todo de luz inquieta, se deshizo.

Erré por los pasillos trepidantes. A un joven uniformado le pregunté por las paradas. Las iba contando, y deletreaba como si fuesen a soltar símbolos vivos.
Dorado o amarillo, azul o verde, la mirada se ciñe a las respuestas.



FLAMA ENCERADA

Vestida por el azul del mar
Vestida por el azul del cielo
Vestida por mi propia nube
-el color que sigue al dolor
-el color que se difumina en regocijo
-el color tímido por sus certezas
-el color evaporación de los fondos vitales
-el color de los ojos negros cuando
el motivo  interior se suma al mundo
-el color de los otros sosegados
-el color halo de artillería, refugio de un suspiro

Azul  color del verso
cuando la poesía contiene los colores
fuera del espectro
y rezuma humanas emociones
inabordables de otro modo 

Azul se llamaba mi perra
Arrojada por Él al mar Caribe
Azul me amaba más que Él
Ahora Él es un remoto  ángel
Que tiene por boca una flor de cólera
Y vidrio en las uñas para rasgar mis espaldas
Ahora Azul es blanco hueso en los fondos oscilantes
de mi ser
Yo les escribo a los  sepultados en la belleza
Vestida por el azul del mar
Vestida por el azul del cielo
Vestida con mi propia nube.


ALITAS AZULES. PAX

Que un pájaro entre mientras sueñas con rejas, es cosa improbable, pero no imposible. Pero si ese pájaro es muy azul y es lo primero que ves, clarinada en tierra extranjera, entonces urge averiguar, porque quizás encarne encrucijada.

Y si al emprender vuelo –tú o el pájaro– reparas en que las alas más bien son silencio y extensión. Y si estas alas generan un sinnúmero de pájaros idénticos, candente sombra dirigiéndose hacia el sur… Entonces, preguntar por sentidos será vano.

Viras el rostro hacia el nordeste, y justo entre el sol y tu mirada, cuaja un mandala rutilante que en vísperas fue follaje, y ahora podría deshacerse como cualquier desmesurada mariposa.

Dos días después del sueño, viajas a medianoche hacia una isla en el Caribe. Te recibe una asombrosa pareja. Un guerrero nostálgico, él;  efusiva académica, ella. Negra belleza, él; clara belleza, ella. Te toman de los brazos y te guían hacia una montaña neblinosa, en cuya cima,  en una casa de huéspedes llamada Pax, contigua a un monasterio benedictino, te alojan. Sacias tu hambre con bocadillos de pan e hierbas y antes de irte a la cama, vislumbras por la ancha ventana la ciudad por conocer, tranquilamente dormida junto al mar.

Al alba, abres los ojos, bañados por ligeras ondas. Hay un árbol de grandes flores parecidas a la fuga, de cuyo follaje brotan animados pájaros muy azules, que se lanzan al cielo como puñado de invaluables monedas. Tus pupilas respiran, olfatean, escuchan.

En un rato, discurrirás sobre el “realismo sórdido” en la literatura regional. Pero por sensato acatamiento a los insinuados secretos de este sitio, deberías contar el sueño precedente al viaje y tu fresca experiencia con pájaros azules y gigantes mariposas (mandalas por puro arte de la visión).

Pero resuelves ceñirte a lo convenido, porque si refieres el sueño, y la experiencia empapada de sueño, enhebrados por pájaros, precisamente azules, y enormes mariposas, precisamente anaranjadas, te obligarían a razonar con déjà vu o torpor o tiempo larvario o metamorfosis cíclicas o resarcimientos neuronales… (A este momento, llevas tus dedos a la cabeza y recuerdas que no te ha dolido por años).

De optar por la vía poética, rozarías a Samuel Taylor Coleridge (si soñarás que estás en el paraíso…) o a Jacques Prévert (Cuando el pájaro llegue/ Si llega/Observar el más profundo silencio). O más terrible aún, dada la pertinencia de la originalidad, parecerías que exprimes a Maurice Maeterlinck  para que te ceda su pájaro azul, cuyo pico diamantino podría quebrar a picotazos la cáscara que cubre la imaginación, dejando expuesta tu médula, existencia.

Pasado el mediodía, luego de la  disertación sobre “el realismo sórdido”, llevada a cabo según lo convenido, me conducen a un restaurante en la luciente playa. A unos diez metros de la orilla, sobre un regio armazón de madera, se levanta la construcción, cuyo diseño imita un velero colombino. Los anfitriones me obsequian unos pendientes de coral vivo. Dicen que en esta isla (santuario) han encontrado refugio todas las aves amenazadas. Entretanto, un servicial mozo ha puesto ante nosotros el antipasto: picantes alitas azules.


 A DIVINIS

Bajo los álamos del Jardín Botánico
Se pasean las letras
del Paraíso Perdido.

RON ALEATORIO

A la traición del amigo sobrepasa la venganza del amigo
Más devasta el rencor anidado donde hubo placer
que el caos de la pérdida

Todos escuchan necedades y dan la espalda a lo aceptable

Más vale donar lo que estimas:
El deseo arrancado de tu boca por la estrella fugaz
La hormiga vespertina
El humor presto

Donde ciega la luz, hay una llave.

REFLEJO

Si por primera vez retuviera la claridad
confortadora de mi conciencia

Si mis rodillas bucearan la intimidad del árbol
Y al correr se desprendieran piedras
con criaturas vivientes

Si pudiera decir  yo 
sorprendiendo ese universo
que hasta el fin  ignoramos...


EPITAFIO DE LUCRECIA SINSKY


Fui bella                        nunca lo supe
Fui profunda                 me ocupé de nimiedades
Fui espiritual                 me entregué a una religión
Fui desgraciada            sonreía todo el tiempo
Fui curiosa          no crucé ninguna frontera
Poseí lumbres               me resigné a que las apagaran
Fui apasionada              postergué amigos y amantes
Fui lúcida                      soslayé mis ideas y mis gustos
Fui cauta                      morí joven



EN EL VACÍO

Suspendido
tal la palabra
herencia,
el bejuco
delata cuán escarpado
el camino en el crepúsculo

Desde abajo, el ojo
abreva.

LA VIDA FESTEJADA

Desde que nací tengo demasiada edad 
Soy la que vive al final del muro
Resguardo de bestias, como flores

Me miras en el sueño
y sientes que estoy soñándote 

Rojo se pone el horizonte si lo pienso

El mar ha amanecido blanco 
Por la noche  ha caído un diluvio

Ardemos en la muerte.


MOMENTOS PARA UN CREPÚSCULO

El cielo: una rosa
sangra y desaparece.
*
La noche se lleva
cargamentos de oro.
*
Para adorarte, la mar
de transparencias
muere.
*
Mi ojo
más perenne que la luna.
*
Extraña puerta
olorosa calma
de madera muerta.


REUNIÓN CONMIGO

Ha florecido el patio 
Corte en la zona de mis debilidades
Duermo con el dolor.  Le soy extraña

Es largo y desconocido el camino
hacia mí
El fuego replicado en mis ojos 
El agua  sobre el cuerpo 
El aire sin nombre ni dirección 
La arena llena de cosas milenarias

Mis pies han olvidado 
Y mi corazón danza bajo el látigo del amor
                                                                                            
Los poetas enferman como las manzanas
Se ha borrado el lenguaje de lo eterno
La verde primavera ríe oscura

Tengo que morir  a la servidumbre 
Olvido ser mujer.  Olvido ser alguien 
Olvido la juventud y la vejez

El mundo está espléndido 
Ahora soy Galatea.  Anónima espora
Qué el silencio me purifique 
Qué la soledad me alumbre.


SIMPLE


Impudorosa, móvil entre dos planos,
lapido sensaciones, como arpegios 
Mojan mi espalda.  Siento mis pupilas

Cúpulas de hojas y ociosos reptiles,
 graban el horizonte,
por donde abre la luz sosegadamente

Aguas blancas, aguas azules, fluyen entre nubes

Me conjuga el paisaje.  Vive él porque lo siento
De pirámides llena mis cuencas,
líneas las piernas,
circunferencias en el plexo

Causa pavor lo bello que va pudriendo
Clarea el precipicio un dilecto color amarillo. 
Sale el tiempo de mi imaginación como una cinta  indescriptible

Al fin la libertad se me muestra. 
Pero es el otro brazo de la locura

Aquilato convenciones.  A su sombra pervivo 
Sombra de árbol arenoso.


TIFUS

La taza de café se quiebra entre mis manos 
Mi mente incendia

De las noches se desprenden semillas
y manos delincuentes 
A veces  veo una camisa blanca
jóvenes pordioseros la apuñalan

Entre las cosas fijas
él va liviano 
Va lejos 

El cofre, la parafina, tos 
Ese algo de viejo entre la cama 
Él sale de madrugada a recoger imágenes
de las que vienen por las aguas sucias

Lleno de claridad,
perdura.


SI QUIERO HUIR            

Muerdo mis uñas:
Recuerdo obligaciones de mañana

Si quiero odiar, miro mis garras en el agua
Recuerdo de la palabra el poder
cabalístico
El poder del deseo y la intención

Si quiero dudar, sostengo en el aire mis músculos
       elásticos:
Escucho al mundo exento de mi cuerpo

Si quiero llorar, bostezo. Tiempo y mundo acortan
       la órbita en mi ojo
Si quiero llorar, prendo lámparas

Si me siento en una gruta, no hay enemigos ni presa

Si me siento en una gruta, espero el alba

No hay escape ante tanto secreto embellecido
Llevo estupor y asombro para el otro
Llevo apetito y muerte
Entre mis fauces, la lengua para lamer mis hijos
    y los dientes afilados para el perdón

No hay escape en este ahora de agua caliente en la nariz
y furia de niños
No hay escape en este lugar sin puertas ni caminos

Alrededor de mí, la luz, el círculo infinito.



COMIDOS DE HUMEDADES


Llovizna en oscuridad. Asciendo sobre mis fuerzas a candores primitivos

Lamo en ti mis labios. En mis labios te tomo piel con alma

Tórname bebida feroz y manantial femenino
Noche, plasma y prevención. La eternidad empluma nuestros pechos

Amo tu rojo en mis labios de vino. Sobre tu corazón desasosiego
el descaro impudor de mi ternura

Míranos, estanque de miradas. Locura a mar
Luna las bocas. De labios marejada
Los círculos en tu vientre de mis manos
Tu pecho de mi vientre aro
Mis cabellos rejuego en tus talones

Yema el instante de invisibilidad

Te nazco a mar. Me brotas por los poros
Enarenado

Ola los dos. Mis alas en tu espalda

Un paisaje de agua inexpresable.


DIBUJO MI IMAGINACIÓN

Cuenco de abejas vivas
Gota de alcohol ardiendo
Pozo oscuro de azul

Huesos blandos del cielo
Redonda la visión, ojos acústicos

Un rayo el yo, un canto el tú
R e l a m p a g u e a m o s
Canta el agua. Fluye la piedra
Agua el agua. Amor el amor
Sol y sangre, lloviznan en el verbo
Enamorados conformes con ser líquidos

Tu retina bordea por el norte
Mi retina curvada abraza al sur
De retina a retina danza el mundo

Tú, mi piedra costilla. Yo, tu manzana piedra.
La dádiva de un día, un lago verde
Agua y silencio, un cuerpo, por la aurora.



TRAPECISTAS


Déjame calentar de nuevo tus manos
Sé el emisario desconocedor de las guerras malditas
Recibe todas mis culpas

Sé todos los hombres que no he podido amar
Sé todos los que me han traicionado

He vuelto a la tierra
ya no está sigilosa ni encrespada

Aquí las dunas taladrando suavidad de costados

Para besar, aquí la mejilla
de merengue y nuez moscada
El dormir sabatino de escolares
Las hojas libres de tozudez aristotélica

Barrio de aceites esenciales e imprecaciones:
el amolador de horas
el servicio de verdes

Aquí el arroz ahumado
aceitunas
y envés de la epidermis


Alza el vestido
Rasga el labio
Sé moriviví bajo mi lengua
Sediento cuerpo en mi sustancialidad viciosa

¿Quién puede impedir al árbol su expansión y a la hierba regarse?



ANDAR LIGERO


En la inocencia,  la eternidad posible

Pero he amado aprisa
con la atención de objetos que se fugan
Me hallo diciendo, cerrad las puertas
Me hallo diciendo, amor deberás irte
Me hallo tocando  las líneas en las piedras

Pienso en las mujeres que esperaron
no Ulises, sino hombres corrientes 
Aquellos que asediaron ciudades
tras la forma inabarcable de sus propios corazones

He amado después y en la tormenta 
Llevo una carga de luz:
hace ceniza el aire.


TRÉBOL CARTESIANO

Un hombre me reduce
Me sigue por mi cuerpo
Toma la fruta llave 
Conversa conmigo por los barrios
Ese hombre sueña

Un hombre llega a mí
desnudado por la noche
Se aleja con el No
llorando entre papeles
Ese hombre cree

Un hombre intacto avanza
cercado de verdugos 
Me ofrece rosas blancas
y se pierde entre tantos 
Ese hombre ama.


KAMURA

Ruego/ fuego
                      luego
ruedo/ juego
Máquina negra
río de plata / sueño
Tintura marina
he puesto
en mi lengua
para teñir tu iris
tu sexo/ mimbrera
                      tornado
que surge de mí/ de ti
espejo/ desmonte
abierto/ encumbrado
jinete/ caballo
cabello prensado/ zurcido
Uncirme/ centrarte
salmuera los frutos
Debajo/ Vishnu atento vislumbra
lo caro del gesto/ la pose
por humo aromada.


EL ORDEN DE LO FINITO

Estoy soñando contigo, dice una voz en la noche
Camino sobre un espejo lívido. Tal vez la mar
Monstruo indefenso. Pueblo tierno de césped
Ronronea

En cercanía, luciérnagas, brevísimas piedras
hienden la oscuridad

Del otro lado surgen filamentos de hierba
En el cielo, un relámpago, sonrisa de enigmática
presencia

Estoy soñando contigo
Fíjate en las flores de la caña

Sedosas
Fluctuantes
Flotantes

Velos en mi sangre soplados por tu boca

Dice una voz en la noche:
Hay un grano de polvo
un rosal levitando en nuestro patio.

ARIAKO EN LA FURIA
Le amo altísima, tristísima
desaforada

Con el dulzor espantado
de lo que quiero y no logro 
destruir

Con la extrañeza de lo que no pudre

Lo presiento como al campo magnético 
O a la isla de  los pájaros grises

Viene de un accidente, de un relámpago
En sueños me insinúa su electricidad

Le amo con golpes de cinceles  inmoladores
En pórticos aguados, en las trastiendas de los barrios
los cacaotales y la espiral Ravel

Con camisas de fuerza y sacros templos
dedicados al fuego súbito de mis fatigados tendones

No lo entiendo. Le amo
No lo deseo. Le amo
No lo incrimino. Le amo
No lo recuerdo. Le padezco

No lo quiero ni cerca ni lejos ni dentro ni fuera

Tatuado en ramas secas, eventual
océano desordenado por levíticas nubes
¿Qué es?
No atino a pensarle
ni imaginarlo, ni retenerle

Físico fulgor. Ira, mortalidad
Deliciosa presión en mis arterias.


27 DE FEBRERO

Discurre la avenida. Túnel suave como camino
de una existencia. Mirar fuera, inclino pretenciosa.
  La mañana encerrada en una fecha, en una circunstancia
con gasolina y rayo.

 Lentamente me muevo con las máquinas.
En el retrovisor, guiñan los ojos.

Mirar otro.

Escruto el tronco de acacia fijamente.
  La savia es hembra de sangre. Como la luz al hueso.
El lapso de mi alma se prolonga hasta la incubadora
de raíces.

“Galería de /Arte”. Una frase a la izquierda. Palmas,
desnudo enfermo. Trazos rudos como comerciales.
   A la derecha, una bifurcación. Un cuadro de mar quiere salirse
en brillo. Han bajado los cristales. “Sacramento”, Enya,
desde el automóvil que me guiña el ojo.
La planta se retuerce.

El contén corta el agua.
  Una lanilla roja cae sobre el cristal. Musús, aguacates,
mandarinas, un espaldar de abalorios, perritos poodle,
un hombre sin un pie, una mujer con genes de elefante,
una haitiana cargada de mellizos,  un joven de esqueleto
coralino… ¿Qué es lo cierto?

Concha y raíz de la niña negra abrazada por extranjero rubio. 
   ¿Cuánto cuesta la chispa?
Manuel enreda en la guitarra a la prostituta. Cae una insolación
de florecillas.
     Lentas, como si descendiesen de extremos

La esmeralda fortuita astilla el ojo.
    Al policía de tránsito se le rizan los calzones. Una copia
de tribu merenguera: Yoryi Morel sufre una pesadilla.
Un flamboyán se derrama de tanto crepúsculo mal puesto.

Me da por liberar cosas y cosas. El que va delante observa
    en mis labios la arenilla incendiaria.

“Árbol, te libero de tu nombre”.
  “Cumulonimbo, llámate, o como quieras”.
A cada hora empujo. Luego, escruto el árbol,
no es el mismo.

Ahora es humus, grietas, cacá de ciguas, ventarrones.
  El corte de un cuchillo en corazón.
La flauta de un místico en su sombra.
Hogar de eco. Aparador de pelotas.
Un ojo abierto siempre en timidez por cielo.

Nada de esto.

El árbol es silencio. Prueba.
Grafiti de la oculta inteligencia.
  La memoria del hacha.
Cópula de vientos.
Otros mundos.

Lentamente me muevo con las máquinas. Me estiro
hasta el retrovisor.
  Le digo al aire: “Negación de geometrías”.
Miro una boca gris, la llamo “puerta”.
Una lanilla roja sigue al río.
El policía de tránsito consulta su brújula
y se convierte en marinero. En la bifurcación,
una flecha de tres caras.

Me muevo con las máquinas, en espejos.


 
 
 



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La cualidad de la nostalgia

Cuento de Ángela Hernández Núñez

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