La gramática femenina de Ángela Hernández http://acento.com.do/2014/opinion/8200192-la-gramatica-femenina-de-angela-hernandez/
El equilibrio de la vida en la novela de Ángela Hernández: Leona, o la fiera vida
Por Jeannette Miller
Ángela Hernández es una
prestigiosa escritora dominicana, con una obra amplia y seria que abarca
poesía, narrativa, ensayo, investigación… renglones en los que ha obtenido
éxito. No hablaremos de sus premios en casi todos los géneros que ha trabajado,
aunque todavía le falta el más importante del país, que hace tiempo merece.
Tampoco voy a hablar de su persona; un ser humano que parece deslizarse en medio
de una vida procelosa y brillante, sin permitir que la penetren las
oscuridades.
Cualquiera que la ve con su
bondad a flor de piel, tono de voz pausado y melodioso, pero, sobre todo, una
sonrisa “beatífica” -como hubiera dicho Manuel Rueda-, no imagina la fuerza de
sobrevivencia que guarda su mente, pero por encima de todo, su inmenso corazón.
Y esto lo confirman sus textos,
desde el cuento “Masticar una rosa”, la noveletta Mudanza de los sentidos, y hoy, la que considero la obra mayor de
esta saga: Leona o la fiera vida,
novela que publica con acierto el sello Alfaguara.
Por la calidad de sus escritos y
por el prestigio de la casa editorial, hacía tiempo que yo deseaba que
Alfaguara publicara a Ángela, o que Ángela publicara con Alfaguara. El momento
llegó, y como resultado podemos tener en la mano un libro con todas las de la
ley, al que desde ahora le auguro grandes éxitos.
Leona o la fiera vida es una novela que
abarca tantos aspectos, que me he propuesto abordarla desde algunos de ellos,
por considerarlos los más representativos para mí.
El primero es el uso del
vocabulario muy unido a la identidad y al perfil sicológico de sus personajes.
La mayoría oriundos de Quima (su natal Buena Vista), el pueblo-paraje que
podríamos afirmar como el Macondo de Ángela, donde todo es posible;
principalmente la solidaridad, la piedad, la igualdad y en ese mismo sentido,
todos los sueños.
Como en una película de
Passolini, el lector ve desfilar los echadías que cojean, los pequeños
comerciantes que van de puerta en puerta y a los que les faltan dientes, el
maestro de escuela dictatorial, la yegua llamada Batalla, el guardia amenazante,
el rico engreído… pero, sobre todo, las mujeres; dueñas y verdaderas
protagonistas de todo. Mujeres viudas, mujeres engañadas, mujeres abandonadas,
mujeres pobres, desarrapadas... que entretejen lazos de atracción y rechazo,
donde no importa que una sea chismosa, agresiva o puta para contar con la
solidaridad de las otras, en los momentos cruciales de su vida.
Son tantos los personajes y tan
diversas y mágicas las situaciones, que a veces el nombre de la persona no
importa, sino el hecho; esos hechos que van de la más simple y pura
cotidianidad, para convertirse en ejemplos de un drama conmovedor, como el
intento de violación a Leona por parte de su cuñado; o el final feliz de un
cuento de hadas, cuando encuentran las tres monedas de oro que dejó Enmanuel
enterrados, por si moría, cuando viajó enfermo a la capital.
La nominación de su entorno, que
es el aspecto más bello de esta novela sumamente descriptiva, va cargado de un
lirismo que Ángela asegura utilizando los adjetivos como epítetos (fiera vida,
gorda mata), elementos que aportan a su narrativa un ritmo poético que, aunque
apenas se percibe, funciona perfectamente. Asimismo, en medio de un párrafo
narrativo y solo separado por una coma, inicia en mayúscula lo que dijo una
persona, dentro de la narración de Leona, aunque otros parlamentos están
señalados con los signos ortográficos que demandan, pues son parte del
acontecer inmediato.
Desde el más pequeño de los
insectos, hasta la escala apabullante de árboles enormes y tupidos, siempre
respaldados por el bloque de montañas azuladas, los nombres de las hojas, de
las plantas curativas, de las raíces, de las cárceles de selva húmeda, de los alimentos,
tal y como los llaman en Quima, de sus ecosistemas, sus gentes, sus costumbres…
te envuelve; en un viaje retrospectivo, donde no solo nuestra historia reciente,
sino las huellas de “lo inicial”, se registran, se evidencian… y el río
permanente, el río de la vida que arrastra, que vadea y se devuelve, que retoma
su curso, como si las manos de la escritora fueran guiadas por Heráclito.
La narradora mezcla tipos y
niveles de lengua, que en ella son permitidos, y al lado de un término
campesino encuentras un vocablo culterano, pues sus personajes y lo que hacen,
resultan más importantes que la Era de Trujillo o la Guerra de Abril,
acontecimientos históricos que sólo sirven de telón para que haya mudanzas y
cambios en la familia que afectan y definen a su miembros. Como el hermano
amado, Virgilio, arquetipo de inteligencia y de bondad que se convierte en
revolucionario y que está presente en la novela solo a través del amor de su
familia y principalmente de su hermana Leona.
O el odioso Lorenzo, jugador,
bebedor y abusador, hermano mayor que solo las utilizaba para su provecho y que
terminó enganchándose a la guardia, pero a quienes ellas perdonaron porque era
su familia; los limosneros y pedigüeños que iban día día a esperar la
generosidad de Beba, la madre viuda, pobre también, cabeza de familia, mujer
espartana, madre coraje, que se envolvía en una coraza de órdenes militares y
estrictas exigencias morales, para que sus hijas estudiaran e hicieran las
labores del hogar y así asegurarles un futuro y protegerlas de las malas
lenguas y el descrédito.
La vecina que te pasa los
víveres; la otra que sale preñada de un bandido que la abandona; el
terrateniente con varias queridas… pero también una niña que juega pelota mejor
que un niño, un joven adolescente con voz atiplada adornando la misa de los
domingos, y una desquiciada que tocaba el acordeón de su padre muerto, como una
virtuosa.
Muchos pudieran catalogar Leona o la fiera vida de novela
costumbrista, pero ¿qué texto que aluda a la realidad y a sus entornos no lo
es?
La vida y sus circunstancias; las
leyes del azar y la violencia; y cómo respondemos a ellas… Esa es, en el fondo,
la verdadera estructura de la novela. Una novela que tiene dos grandes
protagonistas: Leona, narradora y personaje alrededor de quien se desarrolla lo
que se cuenta. Escritora desde el inicio del cosmos, bendita por la “causa” y
destinada a soñar para encontrar la verdad de las cosas… Y Beba, su madre,
omnipresente, física o mentalmente, en esos permanentes recuentos de la memoria
en los que Leona asocia todo lo nuevo con lo que ha vivido.
También es muy importante, su
permanente declaración de creencias, espirituales, su filosofía de vida: la
consustanciación del hombre con la naturaleza, la capacidad milagrosa de
repetir las oraciones, la búsqueda del fondo de su alma, y principalmente esa
ley que esgrime desde el inicio del libro y que solo puede ser respondida con
amor: “Algo se me daba, algo se me quitaba. Si recibía, ya debía prepararme
para perder”.
Aunque parezca mentira, la novela
de Ángela Hernández está salpicada de citas de los místicos católicos, de
grandes autores literarios de occidente y de pensadores orientales; con todo,
estas alusiones que confirman sus puntos de vista, no disgregan el texto.
Porque la escritora como dueña de lo escrito esgrime sus permisos a conciencia.
Así vemos mezcla de vocabulario, agresiones a las reglas de puntuación y citas
propias de una persona sumamente leída en boca de un personaje rural, por lo
que podríamos afirmar que esta novela resulta un texto sumamente contemporáneo.
La escritura, casi barroca, de Leona o la fiera vida no le ha sido
fácil a Ángela Hernández; la diversidad de mundos que abarca (el real, el
imaginario, el deseado…) y lo heterogéneo del vocabulario que utiliza, han podido
encontrar un equilibrio que hubiera parecido imposible a cualquier otro autor.
Pero Ángela Hernández es una de
nuestras mejores escritoras-escritores. El pleno dominio de su oficio le ha
permitido jugar con la ficción y plasmar una escala de valores, de convicciones
y creencias que la definen como Ser.
Para mejor definirla tomamos del
texto que cierra la novela. Cito:
“Ya sabía que lo claro de la vida
no tiene que ver con el lugar, sino con los horizontes… Por alguna razón nací
al mismo tiempo que Batalla, por alguna razón fortalecí mis huesos escalando
pendientes y vadeando ríos, y aprendí la pauta del equilibrio cargando cientos,
miles, de bidones de agua sobre mi cabeza erguida. Por alguna razón mi mente
mantenía el control en los momentos de peligro, hasta sortearlos… Por alguna
razón poseía ojos alagartiados y nombre de fiera. Por alguna razón el agua del
amor humedecía constante mi alma rebelde…
“Algo se me daba, algo se me
quitaba.
“Lo que tengo lo debo a lo
perdido; lo que soy, a lo que nunca pude ser”.
ALÓTROPOS:
LA MAGIA CENTRÍFUGA
DE LA PALABRA
Por Mantonio
Acevedo
He sido testigo de
la construcción de un universo dual, de la rutinaria vida de unos seres que
buscan fluir apegados a su designio de transparencia.
Borro
los ojos de Dinorah. Quisiera tacharla entera… En este momento las palabras me
contemplan desde esa mariposita empañada… He de aniquilarla. Un plagio. ¿Qué
busca esa mariposita empolvando la pared?... Suena el timbre. ¿Ordena dormir?
(Un plagio). ¿Ordena cenar? (Un plagio)… Me sonreía afirmándome que había
plagiado a un mexicano. ¿Eran seguras sus palabras?... En este momento las
palabras me contemplan desde esa mariposita empañada[1].
Todos los
personajes de Alótropos están hundidos,
sumergidos en la búsqueda interminable de esencialidad. El deseo de libertad,
de atravesar invisibles la vida, une a estos personajes, que si bien no escapan
de la realidad y el orden, pretenden negarlos.
¿Por qué el deseo
se apodera irremediablemente de los personajes de este libro, enviándonos a esa
vertiginosa placidez de la que nunca retornan? El que esto ocurra me permite
aludir al humano pasto de que están hechos.
Cuando aludía
anteriormente a una intencionada fugacidad, lo hacía a partir de antecedentes,
para mí muy claros. En Alótropos los
personajes se diluyen y se evaporan, dejando tras de sí una estela, una
irrebatible materialidad. Estos llegan a tener una forma, una definición de
vida. Ahora bien, ellos eligen seguir transformándose en lo que Lezama Lima
diría que es “una misma agua discursiva”. Tal vez se deba a que no aspiran a
una concreción determinada, a que nunca piensan en ser, como en los nocturnos
de Gorostiza, estatua o niebla.
¿Qué quiere mi
sencillez al lado de tu complejidad? (Nietzsche). Tejer un pasado, que vuelva a
ser hoy, mañana y siempre ha sido el propósito de la narradora Ángela
Hernández: anclada a la orilla de un desvelado impulso, el de fluir e inventar
un tiempo nuevo. En esa aventura, uno puede sentir sus ondulaciones y
estallidos. Recuerdo que esos “papeles”, con dimensiones y nombres, solo eran
un grupo de cuentos mecanografiados, guardados escrupulosamente en un sobre
manila.
Digo esto porque
para mí Alótropos es mucho más que un
libro, ha sido la experiencia de contemplar un rito, de asistir a la ceremonia
de su tramado, de su mística fusión, de su unidad. Unidad de componentes que
sin ser idénticos cohabitan en un mismo espacio. A veces me pregunto cómo fue
posible ese acopio de tan variadas técnicas y procedimientos narrativos. Alótropos representa la magia de una
centrífuga escritura. No busca, no anhela, una verdad razonable, su única
verdad es la belleza. El libro para mí ya es un misterio. Él asume para sí el
campo de lo imaginario, en y desde lo poético. Sus textos borran límites.
Espacio que se apropia de ambos extremos haciendo de lo narrado y lo poético
una misma sustancia. ¿Cómo fijar o establecer la procedencia genérica de muchas
de sus partes?
Esa búsqueda en la
producción cuentística ha aproximado a Ángela Hernández a una auténtica
comunión con las leyes del cuento literario, pues a mi juicio los cuentos de
Alótropos son la más fuerte evidencia de madurez técnica y eficacia en el uso
del lenguaje. La lectura de sus escritos me confirma su personalidad como
creadora. Escritos que instauran, claramente, su percepción de mujer, sin
menoscabo de la calidad literaria. He de acentuar que la literatura es escrita
por individualidades, que toda la literatura imaginable no es más que el
conjunto de conciencias determinadas, de voces y percepciones que la
constituyen. T.S. Eliot no hubiese escrito nunca Las Olas, ni Virginia Woolf las primeras estrofas de La Tierra Baldía.
“Cómo recoger la
sombra de las flores” es un texto alucinante, el que más estimo. La utilización
del recurso poético en el mismo me produce la misma fruición y embriaguez que
la poesía oriental: Ando y ando/ si he de caer/ que sea entre las flores
(Li-Po). Genera en mí ese poder nadar por sus aguas en silenciosa complicidad
con lo narrado. Una Faride sepultada por un mundo de contrastes y pesadez, que
trata de recuperar su inocencia de mujer y que busca, en un estado de
vibraciones, integrarse al universo. La querida Faride ha encontrado la
poética:
Existir
y no se/ es un milagro/ ser el borde de lo indescifrable/ equidistancia de la
aceptación/ una cordura al margen de preceptos/ un lúcido candor/ una dorada
vértebra escondida[2].
Entonces, poco a
poco, en el hogar de Faride, el de la familia tradicional, cada quien me dará
noticias de sus irrazonables conductas. El relato terminando diciendo que quizá
todo se reduzca “a una mera cuestión de poética”. Estoy de acuerdo. La idea de
la poesía capaz de redimir la condición humana, se acentúa aquí como símbolo.
Faride es parte de esa humanidad cuya historia está llena de horrores,
impedimentos y miserias.
En “Teresa Irene”,
la escritora alude con cierta levedad al mito de la ciguapa. Texto de señales
que muestra las sucesivas y necesarias metamorfosis del espíritu. “Teresa Irene”,
que pudo haberse llamado Teresa Batista o Emily Fires, es aquella niña que ha
resuelto quedarse desvestida y entregarse a su entorno, formando con este, en
invisible permanencia, una misma entidad.
Sin embargo,
distingo un cuento de alucinante impulso y sólida atmósfera, “El Cuadro”. Uno
de los ejemplares insólitos que pueblan el libro. Este cuento nos proyecta a
una zona de angustia, recuerdos y vivencias de un pintor en pavorosa locura.
Lleno de arrebatos verbales de una aprensible reflexividad. Una cárcel en penumbras
acabará siendo su fugaz y volátil memoria.
Ahora estos cuentos
me asaltan por las hendijas más diminutas, siendo arrastrado a un juego de
leyes inocentes y misteriosas. ¿Quién es uno en ese andamiaje de cuerdas? Puede
que un día me siente a escribir temiendo la posibilidad de ser Felipe Alfonso.
O quién no ha sentido o experimentado la vaga pero irrefutable certeza de andar
por ahí desconectado de la realidad, tal y como Faride en “Cómo recoger la
sombra de las flores”, texto en que la autora mejor incorpora los sueños a la
creación cuentística.
Así Ángela va
revelándonos el mundo, falso e irreverente, camuflado por el caos, pero nunca
exento de locura, levedad o transparencia.
Mayo, 1990
Leona, o la fiera vida: la revelación de un singular
universo
Por Pastora Hernández
En Leona, o la fiera vida, Ángela Hernández Núñez
nos muestra una comunidad, llamada Quima, que desarticula muchos esquemas sobre
la realidad rural. Desnuda sus interioridades a través del desfile de sus muy
bien elaborados personajes, así como de la descripción de su geografía y
ambiente. Nos inserta a Leona, su personaje central, en ese espacio; con sus
conexiones e interacciones muchas veces sorprendentes. Leona es inteligente,
imaginativa, exploradora y con una gran fuerza vital. Desde el principio de la
narración una siente una enorme simpatía por ella. No solo conocemos en
detalles a la comunidad, sino que también conocemos el espacio urbano en que se
desenvolverá la protagonista. Su periodo de adaptación, su lucha contra fuerzas
adversas, malignas, y su capacidad de sobrevivencia con dignidad, anhelos por
la vida y amor por sus seres queridos. Leona a la hora de defenderse se muestra
como una fiera, rindiendo tributo a su nombre y carácter.
Ángela muestra
también su gran maestría en el manejo del lenguaje, tanto urbano como rural, y
un profundo conocimiento de ambos espacios.
Imaginación y
realidad se entrecruzan ofreciéndonos un cuadro digno de ser contemplado. La
novela tiene un final sorprendente y abierto. Late en toda ella la esperanza,
bondad y comprensión, así como las complejidades de un mundo urbano azotado por
la guerra de abril de 1965. En ese contexto, conocemos la crudeza y las fuerzas
que lo mueven, de una forma que quizás nunca hubiéramos imaginado.
Ángela configura personajes bien complejos, como es el
caso de Lorenzo, su hermano mayor. Casi al final, cuando este retorna a Quima
obligado por las circunstancias de la guerra, entre él y su madre Beba tiene
lugar una conversación clave que descifra y nos da a entender los motivos de su
mal carácter y odiosidad. Es una escena conmovedora. Ya antes Leona lo había
visto desde su escondite, haciéndole gracia a su hermanito pequeño. Esto
cambiaba la imagen que tenía de su hermano, pues le revelaba un rasgo amoroso
que escondía tras su máscara de dureza.
En vísperas de la guerra, Leona retorna a Quima con su
mundo más ampliado, con las buenas y malas experiencias que vivió en Santo
Domingo. Regresa más imaginativa y madura. Este retorno lo marca un acentuado
lenguaje poético y unas vivencias muy singulares, una nueva forma de
relacionarse e intimar con su madre, con Noraima y demás hermanas.
Así pensaba y se emocionaba Leona cuando retorna a Quima:
Ah! ¡Qué deleite, el reencuentro! Ebria. Fresca. Rebullía
y me desdibujaba en las receptivas cadencias y el íntimo perfume resultante de
híbridas interacciones. Me hablaban, estoy segura. Sobre mi cabeza y brazos
extendidos por la ventanilla, vertían su memoria de clorofila, minerales y
rocío; sus cíclicos movimientos, sus germinantes sombras. Y en los bordes de
luz, y en las huidizas cortezas parlantes, entreveía a Emilio, Beba y a mis
hermanas, a Antonio; Florinda, Manuelico, Asunción, Ballilla, Martina...,
raicillas cálidas con las que mi alma se adhiere al mundo.
En los personajes más complejos, especialmente en Lorenzo
y Noraima, descansa la revelación de notables verdades y la resolución de
partes importantes de los nudos de
tensión de la novela. Por otra parte, Virgilio es el hermano revolucionario, el
que avivó la imaginación, el ausente que todas recuerdan amorosamente, el
preferido de Beba, el preocupado por su familia. Afectuoso, inteligente y
responsable, también se ocupa de ayudar económicamente a Beba cuando puede,
aspecto muy importante dada la precariedad en que, con dignidad, se desenvuelve
la madre para mantener a flote su familia.
La novela está matizada por ese hálito de poesía,
expresada de una forma muy natural y hermosa, en la voz de su protagonista como
dije anteriormente. Veamos una muestra más:
Fragmento del cuadro "Manuscrito" (año 2000) de Ángela Hernández Núñez |
Me hundí en un minuto interminable de lágrimas que caían
en un abismo de misterioso y total amor, cercano al que por momentos me
suscitaba Emilio.
Leona, o la fiera vida también exhibe toques de humor,
expresados en los más variados y graciosos cuentos que desataron los
participantes en un banquete que ofreció Leona, cuando sus condiciones se lo
permitieron.
La narración mantiene un atractivo ritmo, desde el
principio hasta el final, manteniendo vivo el interés en su lectura. Como dice
Umberto Eco: “Una gran novela es aquella en que el autor siempre sabe dónde
acelerar y dónde frenar y cómo dosificar esos golpes de pedal dentro del marco
de un ritmo de fondo que permanece constante.”
Ya antes, Ángela
nos había deleitado con sus novelas Mudanza de los sentidos, Metáfora del
cuerpo en fuga y Charamicos. Desde mi punto de vista Leona, o la fiera vida, es
su obra cumbre. Con estas palabras invito a su lectura y disfrute.
(Artículo publicado en la revista Vetas, Rep. Dominicana, marzo 2014).
ESTADO, CULTURA, FERIA DEL LIBRO:
Un tema actual y de siempre. La libertad es absolutamente imprescindible para crear. ¿Por qué no se dedican recursos y esfuerzos al establecimiento de bibliotecas públicas municipales y barriales, si éstas se necesitan a gritos e implican apostar por procesos educativos de calidad y por sustento real a la democracia? Acceso libre y gratuito al conocimiento, al pensamiento, por parte de toda la población, no solo la que está en las escuelas, eso es fundamental para nuestro pueblo. Una cuestión de raíz y también de vuelo. Bibliotecas como corazón de la acción cultural, como lugar de reunión y debate; con libros buenos ¡y que se presten a quien los solicite! No se puede hablar de calidad de educación y de formación de maestros sin la existencia de bibliotecas. ¡Y por Dios, que nadie crea que internet las reemplaza! Esa idea es de una cortedad abrumadora, hasta descabellada, si nos situamos aquí. ¿Qué se logra con programas de estímulo a la lectura si no hay bibliotecas, libros, los buenos libros (no cualquier libro)? ESTO ES PROPIO PARA UN DEBATE NACIONAL. Pregunto: ¿qué es esencial, qué superfluo? ¿Qué permanece, transforma y produce? ¿Qué es un flash, qué es luz solar? ¿Qué crea hábito y qué solo una impresión efímera?
En Sabana de la Mar, en el preámbulo para iniciar una pequeña biblioteca. Algunos de los niños y las niñas expresan que por primera vez palpan un libro. 2013 |
Con Joan Manuel Serrat durante una entrevista para Radio Cristal |
Durante un paseo por el Danubio ofrecido a los periodistas en la Cumbre Mundial de Derechos Humanos, Viena 92 |
Con Ligia Minaya y Marcio Veloz Maggiolo Añadir leyenda |
Añadir leyenda |
Con Adrián Javier, Modesto Acevedo y las dos Marías en los noventa |
Con el escritor haitiano Franketienne |
Con Danilo Manera y Anyely |
Con Yolanda Ramírez y Manuel Llibre |
En la biblioteca Antillense (foto de Pascual Núñez) |
Con José Alcántara |
Con Federico Henríquez Gratereaux |
Con jóvenes escritoras y escritores en el Festival de Poesía de la Montaña |
Con Eugenio García Cuevas, la Dra. Wanda y Rei Berroa |
Con Pedro Antonio Valdez y León David |
Con Giordano Sosa, fotógrafo |
Con Dionisio Blanco y Pedro Camilo |
Con Jabid Salcedo, artista, y Freddy Ginebra |
Con Senaida Jansen y una amiga haitiana |
Con escritoras puertorriqueñas |
Con Atilio Aleotti, Fulvio Chimento y un artista-poeta durante la expo "Tiempo y Silencio" en Roma |
Con Aurora Arías y Chiqui Vicioso en N.Y. |
Con los poetas Jhonny Durán y Modesto Acevedo en los noventa |
Junto a Aurora Arias, un momento en Beiging 95 |
Lasana Sekou y Ángela Hernández Núñez
Juan Bosch, Ángela Hernández Núñez y Belkis Ramírez en la presentación de Edades de asombro
JURADO CATEGORÍA CUENTO Concurso Casa de las Américas, enero 2014.
Carlos Wynter (Panamá), Alejandra Costamagna (Chile), Ángela Hernández Núñez (Rep. Dominicana), Rosa Beltrán (México) y Emerio Medina (Cuba). Concursaron 208 autores y autoras. Una experiencia memorable, fructífera. Foto en la plaza de Cienfuegos.
DESEOS 2014: AMOR, DESCUBRIMIENTO, IMAGINACIÓN
Que
ames el amor y seas el amor mismo y el amor sea en ti: una llama que tiembla de
ternura y belleza, una llama que es la vida misma. Que tus actos te bendigan y
te abran las puertas oportunas.
Que
cuides a los que tienes y lo que tienes (eso),
no como propiedad sino como algo inapreciable, algo vivo que también te constituye. Que cada
día mires dentro de ti y a tu alrededor y hagas plena conciencia de tus tesoros
amorosos. Que eso sume música, que eso ponga a bailar tu corazón. Que eso sea foco de tu simpatía. Que eso
te forje y te fortalezca. Que puedas nombrar eso y todo lo que contiene sin titubeos (como lo hago yo en este momento). Que esta
conciencia desborde tu ser de gratitud.
Que
ames tu imaginación, como a las flores que brotan en tus sueños y al manantial
que nace en tu memoria. Que te atrevas a bañarte en el aguacero, a dormir en el
jardín, a contemplar el firmamento cuando todos duermen. A llevar la vestimenta
que te apetezca. Que te atrevas a cantar
a pleno pulmón. Que grites de vez en cuando el fuerte grito del nacimiento.
Que
ames tu materialidad, tu desnudez. Que te rías sin miramientos y sin ofensa
ante quienes quieren confinarte en una edad, en una convención, en una idea
fija de ti mismo. Que ante la estrechez muestres la exuberancia de tu persona,
de tu ser; exuberancia incólume en todos y cada uno de tus días.
Que
la de hoy sea tu época. Que tu época esté poblada de incitantes desafíos. Que
tu época preserve sus raíces y sea ilimitada a la vez. Que tu época se
enriquezca con ritmos, solidaridad, conocimiento, sabores, esperanzas, utopías,
afectos y pasiones. Que tú, con tu hacer y tu pensar, enriquezcas la época de
todos.
Que
poseas sabiduría para discernir lo esencial de lo secundario, lo importante de
lo trivial, el grano de la paja. Y sea el amor brújula en cada uno de tus días,
en tu profesión, en tu oficio y en tus relaciones.
Que
te desprendas de cáscaras inútiles. Que dejes atrás esquemas o programas que te
lastran. Que tomes como un emblema DESCUBRIR. Que
laves tus ojos para mirar una luz nunca vista, un sentimiento nunca conocido,
una fe nutritiva.
Que andes con suficiente ligereza como para
percibir el perfume sutil que emana de cada lugar, de cada vínculo. Que andes
con suficiente atención para sentir el dolor de los otros, las necesidades de
los otros, el sentir de los otros. Que tu alma revele su más fino don en tu
capacidad de compasión, de compartición, de solidaridad.
Que
tu memoria se bañe en el ahora y sea para vivificar el ahora. Que el ahora sea
un río navegable. Río con remolinos y serpenteos que atraviesa cañones y
siempre encuentra la claridad del cielo, los valles de fresca hierba. Un río
que tanto regresa hacia su fuente como desemboca en el océano de todos. Río-Océano:
profundidad y extensión, movimiento y gravidez; el exhalar y el aspirar. Río-Océano de enlaces, de viajes, de fruición,
de contactos.
Que
vivas porque sí, que fundes porque sí, que seas porque sí, como los sueños y
los procesos espontáneos de la vida.
Que
aceptes tus miedos como amigos. Que aceptes tus problemas como amigos. Que
aceptes la tristeza como amiga. Que aceptes tu pasado como consejero, como
estímulo, como realidad. La vida abarca, la vida resuelve, la vida es el
absoluto milagro, la vida renace, la vida te acaricia y te moldea. La vida te
sacude y te copa de armonía. La vida es indescriptible. La vida es el amor
perpetuo. La sinfonía floreciente.
Que
las aves de rapiña no te impidan ver las aves del paraíso. Que el avestruz no
oculte al colibrí. Que la codicia de muchos no te impida apreciar la sed de
justicia de muchos.
Que
veas en tu cuerpo tu alma y en tu alma tu cuerpo, y en cuerpo y alma, el
universo. Que cuides tu cuerpo con el amor que se profesa a la expresión más delicada
y compleja de la vida. Que en tu cuerpo sientas a toda la humanidad pasada, a
toda la humanidad presente, al presente mismo. Tu presencia es el tiempo. Tu
presencia es la verdad. Tus actos te están creando a su semejanza.
Que
en tu soledad vivan las personas, todas las criaturas, todos los astros. Que en
compañía conozcas y palpes tu ser singular. Que al entregarte contactes tus
bordes, tus contornos, tu unicidad. Que al retraerte palpes tu infinitud y al
expandirte hagas conciencia de tu forma concreta y maravillosa.
Que
al recibir multipliques, que al dar te afirmes. Que fluyas con el bien, siendo
el bien. Que fluyas con la creación, siendo creación. Que ames en este instante
a conocidos y extraños. Que les mires y les ame de golpe. Que jamás rehúyas la
eternidad de una mirada. Que mires a los ojos del prójimo, hombre o mujer, sin importar la edad, y te ahondes
confiadamente en sus cifras, pues los ojos son lámparas, son bibliotecas, son
flores de un infinito jardín compartido, son oleaje de un océano compartido,
son puentes entre nuestras realidades.
No hay soledad si nos miramos.
Que
contemples las hojas, cada hoja, el árbol, el bosque, y en ellos leas afinidad.
Que leas en los ojos de los animales el amor que el universo te profesa, el
sentimiento mudo, que es así para poner manifestarlo todo, cederlo todo, a
quien sepa mirar.
Que
te comuniques con Dios. La luz en nosotros. Dios cuya esencia es la verdad, no
el poder; cuyo signo es la libertad, no la dominación. Entre Dios y nosotros no
proceden atajos. Que construyas paso a paso, acto a acto, tu propia idea de
Dios. Que estos pasos y estos actos estén hechos de justicia y amistad, de amor
y humildad, de valor y alegría.
Que
la serenidad perfile los contornos de tu dicha y sea esta el inicio de la
comprensión. Que la serenidad lleve a reposar en ti amor y conocimiento. Que en
ti repose la luz.
Ángela
Hernández Núñez 1ro
de enero 2014