En el año 2006, en la Feria el libro de ese año,
Basilio Belliard me invitó a participar en un coloquio sobre Pedro Peix. Lo que
aquí comparto son los apuntes en los que apoyé mi disertación, más bien oral.
Los guardé con la intención de escribir un texto crítico sobre este autor, uno
de los más grandes cuentistas de la región. Los diarios trajines desplazaron
ese propósito, pero, cada cierto tiempo, venía a mi memoria el rostro lleno de
intensidad y emoción de Pedro Peix cuando, al concluir el coloquio, se acercó y
me dijo: “Ángela, siempre defenderás mi obra, ¿no?”. Y yo le respondí: “No
tengas ninguna duda al respecto”. Nos reímos. Aquellas palabras se dijeron
medio en serio, medio en broma.
(Apuntes).
PEDRO PEIX: OTRA FORMA DE NOMBRAR LA NOSTALGIA
Pedro Peix es un verdadero rebelde de las letras
dominicanas, tanto en lo personal como en su crítica social. Pudo haber sido un
político, pero el podría afirmar con
Kipling que el mundo no es que este mal hecho:
/es que está sin hacer. Podemos
impacientarnos y pedirle un orden, pero es más deseable recrearlo y darle un
orden verbal, una posibilidad de ensueño, una creación/, sin pretender que /un
universo de palabras sea una solución a la realidad sino realidad en sí, construcción
desde la mirada/[1].
Vistas así las cosas, me animo a entrar al universo de
Pedro Peix como a una realidad en sí. (“El hombre tiene un reino interior
contra el que nada pueden las palizas de afuera”[2]).
Enseguida me percato de dos situaciones:
La primera. El análisis siempre puede sesgar, o bien cegar,
un texto. Hay que andarse con cuidado, sobre todo, como es el caso que nos
ocupa, cuando se trata de una obra abundante, que ha mantenido un dinamismo
expresivo y estético que lejos de anquilosarse parece nunca agotar las
aventuras de la imaginación y de la forma. (Parece coincide con la norma de
Kipling: “En cuanto veas que sabes hacer algo, haz algo que no sepas”[3]).
La segunda. Los textos de nuestro autor se prestan a
tan variadas lecturas que es un tanto difícil elegir un ángulo o tema
marginando otros. Pero, como uno de los pecados frecuentes de método es abarcar
más de la cuenta, cayendo en divagaciones o pretenciosas fórmulas, estaba conminada a elegir un aspecto de la
obra o un texto particular.
Me permito decir que esta exposición solo quiere
convertirse en el punto de partida que me desafíe a continuar conociendo y
trabajando, en la mejor manera que pueda hacerlo, la cuentística de Pedro Peix.
PEDRO PEIX: DEFINICIÓN Y
PERFIL
De él se hacen y se seguirán formulando numerosas y
contradictorias calificaciones. Ante su personalidad no es posible guardar
indiferencia. Un dandy, al estilo
Lord Byrond, un príncipe de la palabra, un narcisista, un bacante, misógino, temerario
y de temer, lujurioso, paradójico y maldito, al
estilo Celine, irreverente y escandaloso, desdeña el reconocimiento,
abomina de los espíritus intelectuales rendidos ante las mieles envenenadas del
poder, infatigable…
De mi parte, algo me atrevo a afirmar. Pedro Peix es
un espíritu libérrimo, sin medir costos ni riesgos. En atmósfera amiga, irradia
una energía hermosa e incitante. Y, aun cuando no se disienta de sus ideas o
enfoques, obliga al respeto por simple contraste. Es que estamos asfixiándonos
en un mar de arreglos, concesiones, labilidad mental, trueques y cálculos
oportunistas. Un espíritu, como el de
Peix, que se atreve a defender su palabra, aunque censuren sus artículos y
traten de anular su voz, que desafía
todos los duros poderes que rigen la vida social dominicana, ha de admirarse
porque en verdad mueve a respeto.
Nadie ha percibido a Pedro Peix con mayor definición que
el extraordinario escritor italiano Danilo Manera. Tal vez porque este amigo
oriundo de la patria de Dantes y Marco Polo posee un ojo verdaderamente privilegiado
puesto que aúna rigurosa perspectiva académica y un alma apasionada que con vocación
por las rupturas y los descubrimientos. Manera
describe a Peix, y no podemos dejar de sentir una corriente de afinidad entre
estos dos hombres, pertenecientes a esa fraternidad del mar, aquella que acerca los signos y destinos,
mediante los viajes, las aventuras y encuentros posibilitados por la
imaginación.
[Pedro Peix] Es un dandy incómodo, intemperante y con la genialidad del
artista maldito, viajero empedernido y asiduo de la noche. De sangre ardiente
tanto en la polémica intelectual como en lo carnal, se declara consagrado a
explorar hasta el fondo la existencia; elitista y heroico, de mil oficios y
ninguno, aparte de la escritura, que es para él como un irrenunciable reto
amoroso. Las únicas señas de identidad que conoce son las del honor, imperiosas
y puras, mientras que considera la dignidad poco menos que fachada y artificio
burgués.
…
Melena densa y larga, bigotes muy cuidados, me recibe elegantemente
vestido en un amplio salón de muebles y objetos de gusto refinado, fumando
puros y bebiendo un café tras otro. Sobre la mesa, una maquina de escribir
Smith Corona de época con una hoja amarillenta.[4]
De su parte, Peix a Danilo Manera le ha confesado a
Manera “Aquí los escritores hacen otras cosas, les falta agallas para saltar al
vacío, arriesgarse a romper las naves y profundizar completamente en la
literatura a través de la vida” [5]. Esta
opinión sobre sus colegas coetáneos deja al desnudo lo que es el fundamento de
su propio arte escritural.
El Peix que habla en confianza con Danilo Manera, declara
que “no hay tierra firme para sus sueños”.
En él aflora el crítico social y, en pocas palabras, condena todo el
stablisment de desequilibrios apabullantes y subordinaciones de conciencias:
Se quiere homogenizar el pensamiento, negar toda transgresión al vacuo
fluir de la sensatez y de la resignación. Se critica al nihilista, en vez de
criticar al usurero. No se permite decir que la voluntad popular está todavía
en manos de grupo de poder económico consolidado, que no somos soberanos porque
nuestra democracia está sujeta a constantes controles y al visto bueno de los demás,
desde el Fondo Monetario Internacional a la Casa Blanca. Y a mí no me
apetece nada que mi país se convierta como mucho en un paraíso fiscal[6]. *
En la contraportada de su primer libro de cuentos, Las Locas de la Plaza de Los Almendros,
se nos informa que Pedro Peix nació en Santo Domingo, en 1952, realizó sus
estudios primarios en México y Panamá, y completó su educación secundaria en
Guatemala y Costa Rica. Estudió Derecho en la Universidad Pedro
Henríquez Ureña.
Tenía solo 22 años al momento de publicar su primera
obra, la novela El Placer esta en el
Ultimo Piso. Había publicado algunos cuentos y poemas y escribía en el Listín Diario. Ha pasado la mayor parte
de su vida viajando. “Siempre sin pausa, atropelladamente de un lugar a otro”[7].
El Peix viajero… tal vez sea la clave de muchas de sus
obsesiones y apuestas. Nos lleva a percibir esa dimensión de escritor que se
bate a duelo con tantos, que precisa batirse a duelo, porque en ese movimiento
tenaz su sangre circula, se oxigena. La insularidad cultural simplemente le
resulta aterradora, inaceptable a sus bríos y experiencias sensoriales.
Ya en su primera novela se encuentran las pistas de
muchos de sus temas. También pueden rastrearse en ella el lugar que ocupa la Zona Colonial en la memoria del
autor, así como las huellas de sus escritores más queridos.
Las dos citas con las que se inicia el libro revelan puntos
relevantes del universo creativo del escritor. En la primera, Bertrand Russell,
advierte que “El escritor que trata un tema sexual corre siempre el peligro de
que quienes opinan que esos temas no deben mencionarse lo acusen de desmedida obsesión
por el asunto”. La dimensión erótica (y casi puramente
sexual en ocasiones) se manifestaba ya
como una de las vetas de la literatura de Peix. La cita podría tomarse como una
aclaración, una defensa o una explícita declaración abierta mediante la cual el
joven escritor daba cuenta al público sobre su talante. La segunda cita, de Dostoievski,
nos hace saber la importancia de “la gente vulgar en la creación literaria,
pues es en todos momentos la llave y el punto esencial en la cadena de asuntos
humanos”.
En la contraportada de la novela se informa que en la
misma “se describen los hábitos sexuales de seis hermanas, aunadas todas por un
lazo mágico, genético, compulsivo, voluptuoso: el goce ilimitado de los sentidos”. Se comenta, asimismo, que desde
sus primeros escritos, Pedro Peix ha mostrado un gran interés “por la
descripción precisa de los olores, los sonidos, las reacciones del tacto y la
perspicaz exactitud de la vista”. “La poesía
del sexo es cruda y nada exultante”, afirma el propio autor.
Las frases más elocuentes de la mencionada presentación
nos hacen pensar en El Placer Esta en el
Ultimo Piso, como obra con acusados rasgos autobiográficos. Se trata de un
joven con un fuerte talento creativo al que le arde la carne tanto como el alma,
deseoso, casi exasperado, por hacer saltar las conductas anquilosadas y las
convenciones que presiente esclavizantes.
En su estudio sobre Colette, Julia Kristeva, hace una
cita de la escritora francesa, de quien dijo que tomo la escritura como un
pretexto para el asombro: “Entre lo real y lo imaginario, está siempre el lugar
de la palabra, la palabra magnífica y más grande que el objeto”[8].
NOSTALGIA
Pensaba hablar de los cuentos más celebrados de Pedro
Peix, pero al leer Las Locas de La Plaza de los Almendros,
repare en la importancia de estos textos primeros para conocer al autor. Ya en
ellos se muestra la fuerza narrativa, alimentada por una imaginación fecunda,
una visión poética y el diestro empleo de voces múltiples que plasman historia
casi visuales, táctiles; los diálogos tejiendo un murmullo atemporal y
cautivante. Me llamaron la atención de manera particular el vuelo de la
nostalgia, los personajes femeninos tan de nuestra cultura y al mismo tiempo
tan universales, el peso de la fatalidad, y no menos, la poesía que lava
incansablemente esa realidad.
El verdadero personaje, el central, el que unifica
como una corriente subterránea todas las historias, es la nostalgia. Una flor
entre el cruce de dos sombras. Nostalgia de belleza y frescura. De amores
fluyentes. Lo que derrumba no es el tiempo sino la falsedad. Ambientes, por
momentos, al estilo Comala, porque
estos dos hombres parecen conversar en la ultratumba. La maravilla y la
transgresión. La violencia contra la inaceptable e inconcebible libertad sexual
de las mujeres. El escarmiento que se convierte en autocastigo. Personajes
encantados en sus destinos. La muchacha, que pudiera resultar una malvada, es,
no solo linda y apetecida entre todas, sino la más exenta de perversidad. Casi
una niña. Muy pobre. Muy libre. Los hombres la admiraban, la deseaban, la
gozaban. La destruyeron. Un cadáver que olía a nardos.
A pesar de que el realismo mágico, en auge por ese
tiempo, deja sentir su influencia en la manera de nombrar los personajes o
mostrar los espacios (podemos sentir a Rulfo y a García Márquez), el sello estilístico
de Peix se define con un cierto poder que ira acentuándose con el tiempo, en
una perenne búsqueda y renovación en las que gana corporeidad, precisión y vida
propia.
Los llamados temas sociales se hacen presentes en
parte de estos cuentos. Recordemos que estamos en los setenta, en una sociedad
polarizada políticamente y reprimida en sus libertades esenciales. En estos
temas Peix será el mismo, imprimiendo a sus narraciones un hilo totalmente
alejado de panfletarismo. No hay compromiso más que con el narrar, pero en ese
narrar late una conciencia conmovida por las tradiciones abusivas que ha hecho
de prácticas malvadas las fuentes de enriquecimiento por un lado y de
vejaciones y miseria infinitas por otro.
En el cuento “Las comadres de Loma Blanca” las voces,
principalmente femeninas, van relatando como la gente del pueblo va perdiendo
todo, primero lo material cotidiano, luego la tierra, el sosiego, el libre
albedrío, la vida, en un proceso demoniaco, brutal. Es un cuento que se
inscribe temáticamente, y por su contundencia, en el ámbito del desarraigo y
expoliación a los campesinos y campesinas, acompañados de la manipulación e
intimidación de los codiciosos e inescrupulosos políticos, quienes van apropiándose
de las tierras, los espacios, la voluntad, las identidades. En los diálogos, la
gente del pueblo, nos transmite su angustia, tensión y vulnerabilidad.
Primero desapareció el colador, la higuerita de
limpiar arroz, la cama, las paredes:
Ya Loma Blanca no es la de antes” las paredes y los muros están llenos
de papeles con la cara de un Hombre que no conocemos, y en muchas casas también
está su retrato colgado de la pared, al lado del Sagrado Corazón de Jesús y la
Virgen de la Altagracia ”
el mismo alcalde ha mandado a colocar un letrero bien grande en el techo de su
casa donde aparece el nombre de Dios al lado del nombre del Hombre: incluso
muchas mujeres que andan para arriba y para abajo con sus pañuelos blancos en
la cabeza, han hecho en hogares un altar con la imagen del Hombre[9].
En “El Batallón Azul”, se muestran los mundos
distintos de las mujeres y los hombres en cuanto a la guerra y el patriotismo.
Abuela dice que el cielo de la tarde esta en las banderas. En todas
partes, mi hijo, resbalando por los balcones, derramándose por las repisas de
las ventanas, temblando en las puertas están las banderas. Hoy es día de
fiestea, día de flores apretadas en las manos, de pañuelos a la altura del
llanto.
“Sucedió en Barrancas” es un cuento cinematográfico,
como muchos otros de Peix
Miedo, patriarcalismo, perversidad, tiranuelos, la
violencia contra las mujeres, la codicia… Los importantes son derrotados por el
tonto, el retrasado, el único con verdadero valor y valores. La venganza de los
abusados, de los más pobres.
SOBERANÍA Y NOSTALGIA
La libertad, individual y colectiva, es algo
extremadamente necesario y extremadamente frágil. Difícil resulta de
desprenderla del dúo libertad-control. Nietzsche decía, más o menos, que
control o dominio era la palabra clave en la historia. La lucha por el control
de un ser humano sobre otro, de un grupo sobre otro grupo, de una raza sobre
otra, de un sexo sobre el otro, etc.
Define la trama de la historia humana. Pero lo mismo podría afirmarse de
la libertad. Todas las luchas humanas, en última instancia, han significado una
tensión, un esfuerzo, un sacrificio hacia y por la libertad.
De alguna manera intuitiva, sabemos que al perder libertad
perdemos el alma.
Experimentar a Dios, iluminación inexplicable, qué es
sino sentir cómo la libertad encarna y pone en trance la materialidad que somos;
carne, forma viva. Experimentar la libertad es sentir la ilimitación. Lo
imposible.
Pero solo sabemos que estamos perdiendo el alma,
cuando nos sentimos bordear el estado de sofocación. Intuimos la vaga y
constante amenaza. Nos enfermamos de los huesos y el ánimo, aunque continuemos
funcionando en todas las rutinas.
La libertad reside y emana de la inocencia. De ese
estado de gracia en el que aún no nos han cercado las nociones tempo-espaciales,
ni el concepto de límite, ni el destino de separación. El autentico poeta, el
demiurgo, transforma esta intuición de inmanencia y pérdida en conocimiento e
imaginaciones coherentes.
Perdonen la digresión. Viene al caso porque la he
escrito a propósito de leer con atención el libro Las Locas de la Plaza
de Los Almendros, la segunda obra publicada por Pedro Peix, la que va a
mostrarnos un abanico de temas profundamente humanos y nuestros, sacando
provecho de los nuevos rumbos de la narrativa latinoamericana.
[1] Kipling Rudyard. Algo de Mi Mismo.
Editorial Pre-Textos. Primera edición noviembre de 1998. Madrid. Pág. 7
[2] Kipling Rudyard. Algo de Mi Mismo.
Editorial Pre-Textos. Primera edición noviembre de 1998. Madrid. Pág. 8
[3] Kipling Rudyard. Algo de Mi Mismo.
Editorial Pre-Textos. Primera edición noviembre de 1998. Madrid. Pág. 206
[4] Manera, Danilo. Cuentos dominicanos
(una antología). Ediciones Siruela. Madrid 2002. Pág.
[5] Citado por Danilo Manera en la obra
mencionada.
[6] Citado por Danilo Manera, obra
mencionada. Pág. 243
[7] Peix, Pedro. El Placer Esta en el Último
Piso. Editora Cultural Dominicana. Santo Domingo, 1974
[8] Colette, Provence, en Jorunal a
rebours, PL, IV, pág. 203. Citado en Kristeva Julia. El Genio Femenino. #.
Colette. Paidos. Primera edición. Buenos
Aires . 2003
[9] Peix Pedro. Las Locas de La Plaza de Los Almendros. Santo
Domingo, 1978. Editora Profesional. Pág. 59