LIBROS Mañana se presentará “Charamicos” Una novela de fuegos que ya no arden La escritora Ángela Hernández aborda una época de grandes sueños y tristes realidades
Nacida en Jarabacoa en los años cincuenta, los años de estudiante universitaria de la escritora Ángela Hernández coincidieron con aquellos largos 12 años en que gobernó Balaguer, en los que los sueños de revolución y redención estaban a flor de piel. La historia contemporánea ha sido otra. La revolución no llegó, y muchas utopías están olvidadas o enterradas. Por su oficio, por sus vivencias, recuerdos y por el poder de la imaginación sobre la no siempre objetiva historia, surge “Charamicos”, su más reciente obra
¿Es la historia un personaje dentro del desarrollo de “Charamicos”? La historia, en esta novela, es una atmósfera de época, un sabor en el aire, un movimiento de arrastre y aceleración que eleva y tritura a la vez a los personajes más expuestos. Este tiempo histórico, en singular, contiene el discurrir del “viento frío” (de la postguerra, de Balaguer, militares y parapoliciales), la perversión, el encierro y también el heroísmo y la honestidad. Telón de fondo y hechizo candente sobre los destinos particulares.
¿Para la recreación de aquellos años -los setenta- recurriste a una académica investigación histórica o te basaste en las experiencias propias y ajenas de particulares? Las coordenadas temporales básicas están en la primera mitad de los años setenta. Sin embargo, hay tramos narrativos que corresponden a otros períodos. Por ejemplo, Eleonora, la madre de Trinidad, va a contarle a su hija sobre Olivorio, porque quiere familiarizarla con la elección espiritual que él representa. (El padre de Trinidad nació y creció en La Maguana). Bien, trabajar esta parte me obligó a leer a Lusitania Martínez, Roberto Cassá, Jan Lundius y Mats Lundahl, periódicos, realizar visita a San Juan de la Maguana, etc. Amén de las conversaciones con Orlando Inoa, que además de editor es historiador. Estudié en la UASD en los setenta. Participé y conocí en lo posible uno de los mundos que allí sucedían (había otro mundo subterráneo, impalpable). Todo el tiempo estábamos escuchando historias sobre los crímenes políticos, las tácticas, las estrategias, la revolución que iba a acaecer, el regreso de Caamaño, los conflictos en los cuerpos castrenses, sobre el Balaguer camaleónico (constructor y criminal), sobre Vietnam, Cuba… Llegabas a la Universidad y te empapaban y te arropaban de informaciones. Hay una frase promocionar del libro que reza "No hicimos la revolución, al menos se escribió la novela". ¿Esto implica una especie de catarsis o ajuste de cuentas con una realidad pasada -y presente- que sólo puede ser redimida a través del arte? La frase anterior es una promoción ideada por la editora; que entiende que la misma resume el sentido principal de la novela. A mi modo de ver, con respecto a lo que dices de catarsis o ajuste con la realidad, la escritura transita hacia una forma de comprensión de la cual el escritor o escritora no es necesariamente consciente. ¿Cuáles fueron las emociones iniciales al empezar a escribir la novela y las que tienes ahora al verla finalizada? Intenté escribir esta novela en el 1992. No pude. Ahora fluyó casi espontáneamente. Me sentí poseída por una fuerza natural, un “alineamiento mágico”, como si algo debiera ser precisado, o ajustado, (una especie de claridad, si se le puede llamar así). Me sentí esclavizada por la novela, escribiendo y padeciendo todo tipo de sentimientos. Lloré cuando murió Eleonora. Con Ercira, observé a Aridio Hormelo, en las penumbras, debatirse con su destino histórico (suicida). Viví el absurdo de discursos estereotipados y de asambleas interminables regidas por “el centralismo democrático”… Me conmovieron los campesinos apretando contra sus pechos los frasquitos conteniendo
agua bendecida por Olivorio, mientras se topaban en la espesura de los montes con marines y guardias atacados de disentería por haber tomado de esa misma agua (emponzoñada para ellos por el líder religioso). Me detuve en “el misterio de la iniquidad”, cuando Trinidad reflexionaba sobre el padre Las Casas, que antes de justiciero fue encomendero; sobre el Hombre-brújula, que antes de encabezar la revolución constitucionalista participó en la masacre de Palma Sola…Pensé en las reacciones contradictorias que podrían suscitar los personajes. Escribir esta novela fue, sin lugar a dudas, un trabajo de pura imaginación, tanto como un ejercicio de soberanía.
Por Maickel Ronzino