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¿Quién es Ángela Hernández Núñez?

Premio Nacional de Literatura 2016. Nació en Buena Vista Jarabacoa, República Dominicana, 6 de mayo de 1954. Graduada con honores de Ingeniería Química. Narradora y poeta. Apasionada del cine y la fotografía. Textos de su autoría se han traducido al inglés, francés, italiano, islandés, bengalí y noruego. Se incluyen en importantes antologías. Es Premio Cole de novela corta, a la novela Mudanza de los Sentidos, 2001; dos veces premio nacional de cuento. Su libro Alicornio mereció el premio nacional de poesía.

Tras la "poética del desanclaje": entrevista con Ángela Hernández

Ángela Hernández, poeta, narradora y ensayista dominicana, estuvo en Atlanta invitada por la Universidad de Emory a participar en un coloquio sobre literatura caribeña. Fue en el curso de esa estadía, el 10 de abril de 1999, que tuvo lugar nuestro conversatorio.

Néstor Rodríguez: Quisiera hablar de tu proyecto o poética literaria. Desde Tizne y cristal (1987) hasta Telar de rebeldía (1998) el motivo de la subjetividad femenina desgajada o en proceso de forja es un tema recurrente. Me refiero a esa subjetividad como una "realidad sin bordes," tal como la escribes en Arca espejada (1994).

Ángela Hernández: La mejor definición de esa poética me la ha dado una amiga, la crítica Esther Gimbernat González. "Poética del desanclaje." Yo me siento representada por esa expresión. Pienso que trabajamos en forjar eso, una poética del desanclaje, aunque no de una manera deliberada. Tratamos de liberarnos de los esquemas restrictivos que tradicionalmente hemos tenido las mujeres, pero también de las trampas a que podrían llevarnos, liberándonos de lo uno, solo para caer en otro cerco, es decir, empezar a escribir con una suerte de "ideologización" feminista o de mujer, como quieras llamarlo. Eso sería otra vez restringirnos de algún modo. Los primeros libros que escribo, Desafío y Tizne y cristal, pienso que son la prehistoria de mi poesía. Esos son libros de tránsito desde un período, digamos, de una laguna de muchos años de mi vida que estuvo signada por un ejercicio muy consciente de la racionalidad que a mí me parecía muy útil, y de una represión, también consciente, de todo lo que no pareciera visiblemente útil para la sociedad. Es el tiempo de la racionalidad política, de la racionalidad científica, de la racionalidad amorosa, y también de la negación escritural. Cuando escribo Desafío y tizne y cristal, estoy diciendo "aquí estoy, y estoy dispuesta a aceptar lo que soy." Por eso pienso que son libros en los que todavía se advierte un cierto apego a ese deseo de utilidad que castra el decir poético, que solamente puede prosperar en un terreno de libertad completa del individuo, un terreno en el cual la subjetividad pueda explorar sus propios caminos, que nunca son lineales ni suficientemente claros ni fácilmente interpretables; no se deja tramar en códigos. Pienso que mi poética empiezo a crearla con Arca espejada y Telar de rebeldía, que podrían ser un solo libro. Incluyo también dentro de ese tránsito Edades de asombro, que es un poema largo. Es una poesía en donde a mí no me preocupa nada que no sea el expresarme. No me preocupa incluso que la poesía no tenga suficiente música si me permite explorar más simbólicamente. No me

preocupa que la poesía revele desniveles e incoherencias porque pienso que éstos siempre son válidos cuando están representando de alguna manera el perfil del alma de una o el perfil del alma humana, que también tiene desniveles e incoherencias. Es una poesía que me permite conocerme porque sé que estoy ahí en lo que estoy diciendo, sé que estoy ahí tramando mis experiencias, mi modo de ver la vida; sé que estoy bregando con los umbrales de mis propias incertidumbres. En ese sentido es mi poética; no la hago pensando en ser mujer o en querer expresarme como mujer; es una poética que no se basa en "esto es lo válido y aquello no lo es;" es una poética en la que escucho y me doy la libertad para expresarme tal cual me oigo. Aun con ruidos, si fuere necesario. Es una poesía de mujer porque la escribe una mujer, pero es también una poesía donde se revelan los desgajamientos de una búsqueda de afirmación de la subjetividad femenina, no porque eso esté planteado como una intención, sino porque soy una mujer que no se conforma. Y eso de alguna manera se revela en lo que escribo.

NR: Esa poética del desanclaje de la que hablas la veo planteada en tu obra narrativa con un matiz diferente; la misma temática de tu poesía se manifiesta en tus cuentos encapsulada en las prácticas de la cotidianidad. En tus relatos hay también un afán por la concretización, un ansia de certidumbres que describe un proceso de conocimiento con respecto al sujeto femenino. ¿Hay un vínculo entre ambos proyectos?

AH: Deben estar vinculados, pero tampoco es algo intencional. De hecho, vas a encontrar algunos textos míos en los que la cotidianidad que se expresa es la de los hombres. Un texto como "Cálidamente suya," por ejemplo, que habla de un niño que está subyugado por dos mujeres mayores que habitan su mismo barrio, y de cómo se da entre ellos una suerte de fascinación casi morbosa. Y así en otros textos. Yo no me planteo que tiene que ser la cotidianidad de la mujer o la subjetividad de la mujer o la cotidianidad del hombre; yo creo que los temas se le sugieren a uno de una manera casi misteriosa. Claro que al cabo de un tiempo y de tener cierta práctica escritural uno se da cuenta de que hay ciertos temas que son recurrentes. Por eso es que yo digo que la escritura es una manera de una verse en lo que escribe. No creo en una escritura "ideologizada;" yo creo en una escritura libre, y una ideología siempre es un marco por muy avanzada que sea, y siempre un marco restrictivo. Yo pienso en la libertad narrativa. Sin embargo, hay una serie de textos narrativos como "El cuerpo límite," "Círculo de violencia," "Haz visto la luna," "Teresa Irene," "Cómo recoger la sombra de las flores" donde se da eso que tú dices, una suerte de inmersión en la más honda y oscura subjetividad femenina, y una inmersión en situaciones que violentan de manera muy profunda el espíritu y el ser de

la mujer. Entonces, sí, es un tema recurrente, no se me va a agotar. Hay un texto del que no voy a hablar porque no está publicado y yo soy supersticiosa en ese sentido, en el cual estoy tal vez concluyendo con eso que debía trabajar, esa violentación de la mujer sobre todo a través del afecto, de la manera en que la mujer vive la relación amorosa. La relación de pareja es algo esencial, definitivo o referencial para la vida de la mujer, y al mismo tiempo es el territorio de mayores dudas, de mayores desgarramientos, y de muerte casi; de ahí que sea un territorio que me interesa mucho. Creo que la exploración de esa línea tal vez va a concluir con algo que terminé el año pasado, pero no te voy a hablar de eso porque no quiero generar falsas expectativas.

NR: Sé que tu formación fue en ingeniería química. ¿Cómo has logrado conciliar tu preparación profesional con el trabajo creativo?

AH: Yo siempre he tenido una dificultad: tengo una multiplicidad de intereses. Si yo hubiera tenido inteligencia, capacidad artística, tiempo y recursos, me hubiera gustado ser una mujer renacentista; es decir, yo creo que la existencia, todo lo que nos rodea, lo de dentro y lo de fuera, lo del pasado, lo del futuro y lo del presente, yo pienso que todo eso constituye una unidad indisoluble. Como lo decían los místicos orientales, como lo está demostrando ahora la física cuántica con el concepto del "campo unificado," hay una interdependencia entre todas las cosas. Yo entiendo que la especialización te obliga cada vez más a definir un campo, y ese campo es cada vez más pequeño. A mí me hubiera gustado explorar tanto cuestiones científicas como cuestiones creativas, pero hay que escoger. Cualquier área que escojas, por elemental que sea, la vida no te alcanza para estudiarla. Yo creo que una respuesta que se está desarrollando ahora es esa visión sistémica y holística. A mí me sigue interesando muchísimo la física cuántica. Naturalmente yo no tengo tiempo, ni puedo tener los niveles de actualización como para ponerme a profundizar en ello, pero me sigue gustando. Lo que sí creo es que dentro de todos esos intereses hay una jerarquía. Yo descubrí que aunque a mí me gustara pintar y me gustara la química y la astrología, en la jerarquía de intereses la escritura tiene la preeminencia, aunque no dejen de interesarme las otras materias. Lo que sentí con la ingeniería química, y que me ha pasado con otras cosas, es un cierto ahogo: me di cuenta a mitad de la carrera que no la iba a ejercer. La terminé porque soy muy testaruda, como buena Tauro. Me di cuenta que existencialmente era imposible dedicar mi vida a algo que tiene un campo de pensamiento que yo sentía limitado. Para mí era imposible pasarme ocho horas en una fábrica, en una refinería o en un ingenio azucarero. Entre leer una página de termodinámica y leer un capítulo de una novela no hay comparación posible.

NR: Aparte de tu trabajo literario, estás muy involucrada en proyectos sociales; específicamente has trabajado de cerca con las comunidades rurales en la República Dominicana. Muchas de tus impresiones en este renglón han aparecido desde 1992 en la revista Fempress. También has colaborado con diversas agencias de cooperación internacional en materia de educación y desarrollo. ¿Cómo has logrado desarrollar tus proyectos literarios cara a los proyectos de índole social?

AH: Cuando decidí que no iba a ejercer la ingeniería química no tenía pretensiones de vivir de la literatura. Hubiera sido una pretensión ingenua, sobre todo en el marco de la República Dominicana. Decidí que tenía que trabajar en un área en que, aunque fuera de manera autodidacta, me pudiese ir formando. Concomitante con eso tenía cierta sensibilidad forjada en la misma universidad y tal vez también por mi origen rural que me acercaba a todo lo relacionado al ámbito social, sobre todo con aquellas situaciones dentro de nuestra sociedad que me parecen inadmisibles y que creo que hay que cambiar. Yo no creo en una escritora o escritor que se aísla en un cuarto a producir su obra. Creo que soy parte de la vida y quiero que la poesía y la escritura sirvan para fortalecer mi relación con la vida, con la gente, el conocimiento de mí misma; algo que potencie mi participación en mi propio tiempo y en el mundo en que me desenvuelvo. Por eso fui orientándome hacia ese trabajo, digamos social, en el cual me servía tanto lo que había estudiado en la carrera de ingeniería como la práctica que había tenido en las organizaciones estudiantiles. La conjugación de estos elementos me fue conduciendo como una mano invisible hacia un trabajo con una dimensión de educación, de comunicación, de diseño y desarrollo de proyectos, de derechos humanos, de derechos de la mujer; en eso es que me he desenvuelto, tratando de poner lo que conozco, las herramientas que manejo, al servicio de un trabajo entre los sectores que siento más necesitados de una fusión de elementos técnicos con sus necesidades. Por supuesto, nunca buscando reemplazar a la gente. Yo pienso que cualquier trabajo que se pueda hacer en esta línea es para ayudar a la gente a descubrir sus propias fuerzas. Nosotros tenemos una terrible maldición, y es que tenemos una cultura muy asistencialista fomentada primero por la tiranía de Trujillo, luego por todo el tiempo de Balaguer, y así lo ha seguido siendo desde el Estado. Se ha fomentado una actitud asistencialista, como si la pobreza se pudiese resolver regalando un juguete el día de Reyes o una fundita de comida. Yo tengo una perspectiva totalmente distinta. Lo que podemos hacer en todo trabajo que arranque de esa vertiente es utilizar un instrumental de educación, de comunicación, que le permita a la gente descubrir lo que son sus propias fuerzas, y desarrollar su confianza en esa fuerza para ponerla en juego.

NR: En el coloquio de Emory hablaste de tu visión sobre la literatura dominicana reciente, y destacaste la fuerte presencia de las poetas de los ochenta en ese panorama. También apostaste a una novela dominicana que despuntará precisamente de manos de esas escritoras.

AH: Por primera vez en la historia de la literatura dominicana en una generación o promoción literaria hay tantas mujeres como hombres. El hecho de que en los ochenta se haya producido una suerte de eclosión de la escritura de mujeres implica un enriquecimiento de la literatura dominicana. No se trata de una competencia, como lo perciben algunas personas, sino un sumar nuevos ángulos de creación, una pluralización de las temáticas, un incorporar elementos de la cotidianidad, de lo erótico y de lo social desde la mirada femenina, un incluir nuevos sujetos en el hacer escritural. Esos grupos vienen del Taller Literario César Vallejo, del Taller Literario Juan Sánchez Lamouth, del Círculo de Mujeres Poetas que se formó en el 1982; del Círculo de Mujeres Creadoras formado en el 1987, y de otros talleres del interior del país. En Santiago, Bonao y La Vega surgieron talleres literarios; todo esto se sumó a las personas que participamos de manera independiente en esa época. Se habla de la década del ochenta, y particularmente a partir del 85, como la "década perdida," la década nula. Sin embargo, a nivel literario pienso que hay una interesantísima gestación, y que una de sus características principales es que por primera vez las mujeres entran al escenario no como excepción, como había ocurrido en todas las promociones anteriores, sino con una calidad y cantidad que se instala de tú a tú con la producción masculina. Al principio había muchas situaciones cómicas. Recuerdo que cuando nosotras íbamos a leer a la Casa de la Cultura Universitaria los varones se sentaban atrás y se la pasaban cuchicheando y riéndose todo el tiempo de lo que leíamos; todo lo desmeritaban. Recuerdo también que en el ochenta y nueve hicimos un congreso de literatura de mujeres auspiciado por Ce-Mujer y la Universidad Autónoma de Santo Domingo. Decidimos que estuviesen representadas en ese congreso todas las perspectivas. Los más adversos a las mujeres también tuvieron su participación. Hubo algunos que basándose en Bataille, Baudrillard y otros teóricos franceses satirizaron la producción femenina. Me acuerdo de una ponencia que describía en plan irónico cómo una mujer redacta un texto y se lo lleva a un hombre para que lo autorice. Ella no tiene obra ni lo que hizo sirve, pero va con esa autoridad conferida por el hombre. Otra actitud que se manifestó entre los hombres fue el decir que entre todas las poetas la que servía era Ángela, o la que servía era Marta Rivera; algunos decían Marta y Ángela--no sé por qué particularmente nos adoptaban a nosotras dos. En esa dinámica era difícil ver que estaba gestándose un decir, y que eso era importante; no se podía pretender que las mujeres

saliésemos con una obra terminada. Yo siempre dije que debía haber la oportunidad de crecer y de madurar. Creo que en esos momentos de gestación ese tipo de opiniones es totalmente devastador. En nuestro caso no fue devastador porque las mujeres éramos un poco cómplices entre nosotras; íbamos a leer juntas, íbamos a Santiago, a Moca, y hacíamos recitales. Incluso una vez fuimos a leer a una discoteca en Santiago. Pienso que ese período de complicidad fue muy positivo entre las mujeres para adquirir la fuerza necesaria para que cada una, de manera particular, fuera madurando su obra. Yo he visto que el ritmo de las mujeres es distinto al de los hombres. A un poeta dominicano joven le preguntaron en Puerto Rico recientemente qué pensaba de las escritoras dominicanas porque él había hecho una antología de la poesía dominicana actual y sólo aparecían un par de mujeres. El contestó que ellas habían empezado a producir algo, pero que se habían casado y se habían puesto a parir y estaban dedicadas a eso. En efecto, el tipo de responsabilidad que tiene la mujer con la familia, con los hijos, y con el hogar no deja de reflejarse en su propio proceso de desarrollo. Muchas de las que empezamos a escribir en los ochenta no podíamos tener el mismo ritmo de desarrollo que nuestros colegas varones porque precisamente es un período de casarse, de tener hijos. Pienso en el caso de Carmen Sánchez, de Marta Rivera, de Irene Santos, de Marianela Medrano: todas sacaron un libro y tardaron muchos años en sacar otro aunque estuviesen escribiendo porque fue el período de tener los hijos pequeños. El caso de Salomé Ureña es parecido. Salomé Ureña comienza su obra, y después que se casa y tiene sus hijos tiene un largo silencio. Yo creo que eso es una característica extraliteraria, pero que no se puede dejar de tomar en cuenta. Como dije una vez, la hora de las mujeres se va a ver más en los noventa porque ya ese grupo, por ejemplo, tiene sus hijos grandes. En los últimos años ha salido la nueva producción de Marianela Medrano, de Irene Santos, de Pastora Hernández, de Marta Rivera, de Aurora Arias, de Carmen Imbert Brugal, incluso mi propia producción, es decir, ahora que nuestros hijos están grandes estamos en un momento de alta producción, que pienso seguirá creciendo.

NR: En la proyección internacional de la literatura dominicana es patente que, fuera de los autores dominicanos que escriben para un público angloparlante--Julia Álvarez y Junot Díaz principalmente--la literatura dominicana es prácticamente desconocida en el exterior.

AH: Hace poco leía una entrevista de un poeta dominicano en New York y me asombraban sus opiniones sobre la literatura dominicana: la "literatura del patio," la denominaba él de un modo bastante despectivo y formulista. Esa es una visión muy académica y yo diría que hasta

acomplejada. Eso nos pasa a veces cuando salimos de nuestros países del Tercer Mundo--nos acomplejamos de lo nuestro. Yo sostengo que en la República Dominicana hay una tradición literaria y una producción actual estimable, suficiente para compartirla con el mundo. ¿Qué factores han impedido la difusión de esta literatura? En primer lugar estamos hablando de más de un 50% de la población que no tiene el nivel de escolaridad suficiente para leer e interpretar un libro; estamos hablando de una ausencia casi absoluta de editoriales; estamos hablando de ediciones de quinientos o mil ejemplares, y de segundas y terceras ediciones que nunca aparecen. Incluso se da el caso de no poder encontrar los libros de nuestros escritores importantes, nuestros escritores clave. Esos son elementos fuertes porque si no nuestra literatura no se difunde internamente ¿cómo se puede esperar que salga? Tampoco desde el Estado ha habido una voluntad de promoción de nuestros valores. Por ejemplo, no creo que las embajadas y las dotaciones diplomáticas le hayan prestado mucha atención a esta situación. De Aída Cartagena Portalatín no se ha hecho una edición de sus obras completas--ni siquiera una antología de su obra--a pesar de ser una obra con actualidad y consistencia suficiente como para circular todo el mundo. Eso, o lo hace alguna entidad cultural importante, que generalmente no tiene recursos, o lo hace el Estado. Muchos de nosotros tenemos una tendencia a minimizar la obra de nuestros escritores; es decir, los que pueden difundirla no la difunden, y los que estarían en condiciones de difundirla, que son nuestros propios escritores, como tampoco son conocidos, no son invitados a mover su obra por el mundo, y ellos que podrían ser nuestros mejores embajadores y embajadoras. Se habla mucho de la patria y de lo nacional, pero a mí me parece que la identidad cultural de un pueblo se plasma en sus creaciones, y sobre todo en este tiempo de la globalización la manera de uno relacionarse con las otras culturas tiene que darse a partir de una definición de la propia identidad: cosa que nunca debe ser sectaria ni estrecha, no tiene nada que ver con fundamentalismos, sino con el conocimiento y el amor a nuestra tradición literaria. La difusión de ésta nos permite un referente para relacionarnos con las otras culturas, con las otras identidades y beber de ellas. Otro elemento es el poco desarrollo de la crítica literaria. Se está empezando a estudiar la obra de dominicanos, pero desde fuera, no en el país, donde hay muy pocas personas que ejerzan la crítica. En las universidades no hay prácticamente ninguna labor crítica en torno a la literatura. Se trata de un conjunto de factores que como puedes apreciar es bastante fuerte. Tengo en mente hacer una antología de los cuentos que me gustan, sin pretensión de hacer algo en base a coordenadas más complejas que mi propio gusto literario. Creo que una buena antología de cuentos dominicanos tendría aceptación y competiría

con las mejores tradiciones cuentísticas de América Latina y del mundo. En cuanto a poesía tenemos también una tradición muy consistente en condiciones de interactuar con cualquier literatura, lo cual no es así ni en el teatro ni en la novelística.

NR: Entre los proyectos nuevos que me has mencionado en estos días en Atlanta, hablaste del "Pabellón de la Poesía" en la Feria del Libro de Santo Domingo.

AH: Desde el año pasado La Feria del Libro de Santo Domingo ha empezado a hacerse internacional. Es una de las cosas que hay que reconocerle al gobierno actual. El año pasado se dedicó a España, y asistieron poetas y ensayistas españoles, además de cantidad considerable de editoriales de varios países. Ahora se va a celebrar la Segunda Feria Internacional del Libro, del 22 de abril al 2 de mayo, esta vez dedicada a México. Como actividades previas han llevado a varios intelectuales mexicanos a dictar conferencias y recitales. Para esta feria se va a preparar por primera vez un "Pabellón de la Poesía." Este pabellón está dirigido por Lourdes Cuello, de la comisión permanente de la Feria, y lo estamos coordinando José Enrique García y yo. No tenemos criterios valorativos: queremos sumar a los poetas de toda generación. Tenemos la pretensión de vender poesía. Tendremos numerosas actividades: por ejemplo, un taller de creación y análisis de poesía para invidentes que se va a llamar "El poder de la palabra;" tendremos un taller para jóvenes de gran inteligencia abstracta que se va a llamar "Acertijos de Alicia en el país de las maravillas." También habrá talleres para el público adulto y para jóvenes de escuela con inclinaciones literarias. Otra línea es la puesta en circulación de libros de dominicanos y autores extranjeros. Hemos llamado a otra actividad "Poesía Gourmet," en la que un poeta importante leerá su obra in extenso y conversará con el público. En la "Poesía Gourmet" Manuel Rueda va a leer La metamorfosis de Mackandal, el texto que te mencioné que había sido muy polémico, y que se ha difundido poco porque la edición ha desaparecido misteriosamente. También va a leer el mexicano José Luis Rivas, traductor de Derek Walcott. Estará también Rubén Suro, que participó en el famoso "Decálogo de los nuevos" en el 1936. Estará también Víctor Villegas de la generación del 48. Finalmente habrá una oportunidad para el debate. Vamos a discutir el futuro de la poesía cara al mundo de hoy, es decir: ¿están retrocediendo la poesía y las humanidades o se potencian con las carencias que se van generando y con las nuevas técnicas de comunicación? También vamos a tener un recital de poetas jóvenes, y un mural, y ahí podrían ayudarnos ustedes en El fémur de tu padre, con textos de poetas dominicanos que residen en otros países, para que también tengan una presencia en el Pabellón.

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Cuento de Ángela Hernández Núñez

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