Autorretrato AHN |
Por Dr. Ester Gimbernat González
Editor, Confluencia
Professor
Hispanic Studies
University of
Northern Colorado
¿Cómo pensar el presente de los estudios críticos y teóricos
literarios desde un paradigma diferente?
¿Cómo armar una estética particular que corresponda a la nueva gnoseología
surgida de la globalización? ¿Cómo hacerlo referido a la literatura de Hispanoamérica, del Caribe, de la República Dominicana? Debo agregar a estos
cuestionamientos, por la importancia que tienen para mis investigaciones ¿cómo
repensar la ginocrítica frente a la globalización e interpretar textos escritos
por mujeres? La crítica literaria y la teoría, como lo señala Rita Felski, “simplemente son el proceso de
reflexión sobre los marcos subyacentes, principios y supuestos que dan forma a
nuestros actos individuales de interpretación”. Desde hace años leo con placer e interés la
literatura producida por escritoras dominicanas, especialmente las poetas,
aunque he analizado novelas y cuentos de varias de ellas. Mis áreas de estudio
de la literatura dominicana se limitan, por lo tanto, a un pequeño grupo de
escritoras contemporáneas: lo advierto de antemano por el conocimiento más
reducido que tengo de otras manifestaciones literarias del país.
A través de los años me he preocupado y
enfrentado al cuestionamiento perentorio de cómo y quiénes compaginan desde
adentro los códigos de interpretación de la literatura dominicana, para luego
poder barajarlos con mis hipótesis enunciadas desde afuera. Desde la
investigación para mi estudio sobre la obra de las poetas dominicanas de los 80,
publicado en el 2002, he perseguido con cierto empeño topológico, un nuevo o
más complejo acercamiento al análisis de los textos. Nunca he perdido de vista
la propuesta de Ángela Hernández en su discurso fundacional de un grupo de
escritoras de los 80/90, cuando dijo “en este final de milenio, no vale la pena
los asideros desesperados. . . .Estamos abocadas a desanclar. . .Se trata de
sabernos sujetos y no piezas que un ineluctable viento histórico dispersa en un
siglo y un lugar”(xiii). Este desanclar que consideré básico entonces ha ido todavía
más allá que el ya acertado comentario de la crítica Daisy Cocco de Filippis
cuando señaló a fines del siglo XX que “La dominicana que escribe hoy día tiene
un concepto amplio del mundo”(Sin otro profeta….31).
Desanclar y expandir horizontes de escritura
desde la propia insularidad ya inmersos en el siglo XXI me hace enfrentar a la inevitable incidencia de la globalización en el acercamiento
crítico a la nueva producción poética de algunas escritoras dominicanas. Porque
obviamente como lo
expresó Fredric Jameson: “cualquier conversación sobre el futuro debe primero confrontar la
globalización como su horizonte absoluto. . .este nuevo fenómeno debe ser
apresado dialécticamente, o en otras palabras como la unión de los contrarios,
como algo que puede ser celebrado y a la vez causar un miedo distópico y
profético” (mi traducción 375). Así me he preguntado como el desanclar de la
insularidad sería clave para plantear la unión de contrarios que lo hace locus
de la enunciacion frente al fenómeno de la globalización.
Entre tantos caminos de reflexión posibles me he interesado en la llamada
transmodernidad que se ofrece como una opción de interregno, de un mientras
tanto, de un tránsito entre los modelos y prácticas de los últimos tiempos. La transmodernidad lleva en su nombre un ‘trans’ en el cual la
mexicana Marisa
Belausteguigoitia Rius reconoce un nuevo campo epistemológico. Para ella lo
‘trans’ es el prefijo que hay que considerar, no es un ‘post’ que revoluciona
lo previo, sino un “más allá de”, con el que se genera otro territorio. Según
su propuesta, lo ‘trans’ aplaza o desplaza, se cambia la perspectiva del sujeto
y su relación con el objeto, generando el campo de existencia de un algo
complejo. Para Belausteguigoitia es “un territorio en el que puede superarse
las identidades binarias y opuestas de raza o de género creadas por el
paradigma nacional. Piensa entonces en un tipo de modernidad que puede acoger
otros sujetos y nuevos conocimientos creados a partir de esas nuevas
subjetividades”(Gutiérrez Filosofía y ...s/n).
Me interesa de su propuesta el énfasis en superar las identidades
binarias referidas al género y los ‘paradigmas nacionales’ para arriesgar
formas alternativas de compromisos estéticos (Felski 4), que son un modo diferente de desanclar.
El reconocido filósofo mexicano/argentino Enrique
Dussel ha propuesto una forma de acercamiento al pensamiento crítico y
filosófico que también ha llamado transmodernidad. Según lo plantea en sus
escritos sobre filosofía de la teología de la liberación, esta
‘transmodernidad’ procuraría ejercer una razón utópica desde el respeto a las
particularidades, más allá del concepto hegemónico basado en el dominio y la
exclusión del Otro: tales como las mujeres, los marginales de la periferia, los
indígenas, el pueblo y los pobres. Para Dussel, si bien entiendo, la
transmodernidad funciona como un medio de localización y hallazgo de lo
hispanoamericano, un modo de autonominación que revela “las diversas formas en
que nuestra propia territorialización nos ha llevado a la desterritorialización
de los demás. Implica afirmar lo negado, lo oculto por la modernidad y lo
rechazado por la postmodernidad” (s/n, blog de Anani Gutiérrez). Vemos,
así, una aplicación práctica y comprometida considerando la noción de localidad
que Dussel introduce; no sólo la ‘territorialización’ y ‘desterritorialización’
deleucianas de mil planicies, sino una ‘trans-territorialización’ transmoderna,
ancha y no ajena. Su propuesta resulta apropiada como un modo diferente de
acercamiento e interpretación de la literatura escrita por mujer,
frecuentemente en el territorio del ‘otro’, conmoviendo el modelo de centro y
periferia al que este reclamo remite y que de algún modo nos devuelve a aquella
esfera de Pascal que evocaba Borges cuyo centro estaba en todas partes y su
circunferencia en ninguna.
Rosa María Rodríguez Magda, la reconocida filósofa
española fue la primera en poner en circulación el concepto de
‘transmodernidad’ en una de sus conversaciones con su colega y amigo Jean
Baudrillard. A fines de los 80 en su libro La
sonrisa de Saturno: Hacia una teoría transmoderna redondea y presenta tal
concepto, que ha seguido elaborando hasta la aparición de su reciente libro Transmodernidad. Con el empleo del término ella también da énfasis a la riqueza
conceptual connotada en el prefijo «trans», que entraña tanto el fluir que no
se estanca, una forma de continuación y superación, como la transformación, que
remite al dinamismo sustancial y al cambio sociológico (ver León 244). Poéticamente lo había enunciado Sherazada
Chiqui Vicioso cuando en su “Poética II” dice: “Un estar sin estarse/ incorpora
los signos.” La transmodernidad es ese
‘estar sin estarse’ que presenta las alternativas, el camino ecléctico, diversas
posturas, una suma polifacética de lo mejor que se nos ha legado en crítica
literaria y en filosofía.
Me interesa que lleva en sí un afán cambiante, en acción, para indagar
la situación presente en su ir ‘hacia’. Es un punto de no retorno ante certezas pasadas,
y a la par una lucha por salir de la trivialidad. Tiene una vertiente
descriptiva, tendiente al análisis de los fenómenos sociales, gnoseológicos,
vivenciales; una exigencia de conocimiento y un interés de superar fronteras
delimitantes, dentro de un compromiso ético, político y estético. Al ser trans-moderna
implica que transforma y también trasciende la modernidad en crisis, para así retomar
sus desafíos más acuciantes como los de la igualdad, la libertad, la justicia. A la vez, lo transmoderno involucra la crítica
postmoderna, logrando una nueva línea de sus teorizaciones. Como los señala
Rodríguez Magda: “la
Transmodernidad como nuevo paradigma presenta un modelo global de comprensión
de nuestro presente, aportando aperturas de desarrollo a todos los niveles, sin
falsas clausuras gnoseológicas o vivenciales". Es decir que corresponde a
la zona contemporánea transitada por todas
las tendencias, los recuerdos, las posibilidades; es transcendente y aparencial
a la vez, voluntariamente sincrética en su “multicronía”. No es un deseo o una
meta, simplemente está, como una situación estratégica, compleja y aleatoria no
elegible; ... y es todo eso juntamente...(“Filosofía....”Blog 5/09).
En la transmodernidad hay complejas y profundas
zonas de conocimiento cuyo sentido y proyección no puedo ni empezar a delinear
en esta presentación, pero me voy a circunscribir a datos provenientes de la
misma, que me convidan a lecturas renovadas de la poesía de mujeres, a la par
que continuo en la línea del desanclaje que marca ambigua y retadoramente los
efectos de separarse de lo insular, de tender hacia lo otro.
Parto de algunos de los datos dados en una larga
lista tripartita que Rodríguez Magda presenta en su libro Transmodernidad y que confecciona, adjudicando a modernidad,
postmodernidad y transmodernidad áreas relacionadas entre sí que definen cada momento
pertinente del saber o del ser. De las
numerosas posibilidades que ofrece me detendré en lo glocal y en lo
transnacional, conceptos relacionados con lo territorial en sentido literal y
figurado, a la par ambos indicadores de
relaciones entre lo local/lo nacional y los efectos de la globalización.
A la ‘ubicuidad nacional’ de la modernidad corresponde
la ‘posnacionalidad’ del posmodernismo y lo ‘transnacional’ de la
transmodernidad. En la otra tríada, a lo ‘global’
de la modernidad, le corresponde lo ‘local’ de la postmodernidad, y lo
‘glocal’ de la transmodernidad, propiciando con ‘glocalización,’ un equilibrio entre los intereses,
ámbitos, planteos y encrucijadas entre lo local y lo global. Sendos conceptos
en conjunción con la globalización han provocado que las identidades culturales
(nacionales, étnicas, regionales…) se conviertan en protagonistas activos de la
política y de la dinámica social, provocando resistencias y alteraciones violentas
en todos los rubros. Muestra la globalización que cualquiera acción toma lugar
en muchos lugares al mismo tiempo y no son ecos o reverberaciones unas de
otras, porque esa simultaneidad es consecuencia de que los lugares están
interconectados, logrando que lo local se vuelva lo translocal. Así, la condición de la realidad en
transformación constante, es transcendida al volverse parte de un todo
interconectado que se reajusta incesantemente al nivel global.
De la transitividad transmoderna que atraviesa estas
nociones surge lo glocal reemergiendo de lo local sin negar lo global,
volviéndose un concepto esperanzador que suaviza la tensión entre global y
local. Sin volver atrás, de todos modos, rescata y continúa con dejos de la
modernidad y la posmodernidad, yendo hacia una conjunción de las áreas de lo local
y lo global en sus sentidos más dinámicos y mutables. La glocalidad se vuelve
un nuevo modo de pensar la realidad móvil que traspasa los bordes, fluye,
inestable e interconectada.
En los últimos años muchas páginas se han dedicado en
revistas académicas a la literatura, la lectura, la interpretación crítica en
la época global. Por ejemplo en el 2008 New
Literary History dedicó un número a este tema. En esa revista David
Damrosch señala que ‘en su doble y aún múltiple naturaleza, la literatura
provee un caso destacado de simultánea localización de lo global y
globalización de lo local”( mi traducción 492). Para citar otro ejemplo, Wai
Chee Dimock señala que “para que el concepto de variacion local tenga sentido,
tiene que haber un universo mayor”(mi traducción 620).
En el verano del 2011
esa misma revista académica dedicó un número a lo transnacional. Según Wilfred
Fluck, el acercamiento transnacional, implica ir más allá de los límites de lo
nacional, que junto a otros fenómenos históricos se resituarán en contextos
mayores respondiendo a los movimientos de la gente, el dinero, el conocimiento,
la información que no responden a unidades políticas simples. De tal modo lo
transnacional no puede separarse de lo nacional que es de donde parte, porque
cada uno constituye al otro y a la par ambos permanecen interdependientes.
Insiste Fluck que el proyecto transnacional no puede confundirse con un ingenuo
e inocente gesto de expansión cosmopolita de los horizontes interpretativos,
porque en sí debe llevar la meta de una múltiple y compleja reconceptualización
o el dinamismo esencial (‘essential dynamism’) que le otorga Caroline
Levander. Este presupuesto se encuentra en la
encrucijada de las culturas y lleva a la aceleración de toda clase de
aperturas, no solo la de los límites de la nación, sino la de ricos archivos
que fructifican con la diversidad producida por los encuentros e intercambios
prometedores de experiencias mas significativas y plenas. La estética transnacional resulta en
consecuencia un regreso a una plenitud rejuvenecedora rescatada por el vigor
multicultural, opuesta a un nacionalismo de miras limitadas, repetitivas e intolerantes.
Tal estética refiere a una extensión de las promesas de diversidad que están más
allá de la frontera de una zona o un país, revitalizando la fascinación de lo
propio y lejano en todos los modos posibles de la expansión de la acción. Por supuesto, surge la dicotomía de la formación de la identidad de la nación,
asociada con lo estable, monolítico y la incomodidad que una identidad
transnacional provoca al desestabilizarla, siendo una precondición para retomar
control de la creación y el objeto estético.
Aunque tanto la glocalidad y lo transnacional resultan
de la preocupación de conjugar los polos de lo autóctono con lo foráneo, la
glocalidad enfoca más la marca de lo local traspasado y redefinido por la
experiencia global, mientras que lo transnacional es el camino para alcanzar lo otro que hay en la esfera global
partiendo de lo nacional.
La mayoría de los teóricos de lo transnacional
escriben desde el primer mundo, y pocos de ellos están preocupados por lo que
es escribir desde Hispanoamérica y hacer crítica de esa literatura. Sin
embargo, muchos son los pensadores y críticos hispanoamericanos, como Walter
Mignolo, Ileana Rodríguez, Alberto Moreiras, Javier González, Doris Sommer,
Juan Duchesne, Cynthia Tompkins, Ignacio López-Calvo, por nombrar a algunos,
preocupados por la globalidad (negativa o no), el universalismo, fisuras
narrativas, lo pluriversal o por el regionalismo crítico, lo transnacional,
acercándolos a las necesidades de nuevas lecturas críticas.
He estudiado últimamente algunos poemas de Ángela
Hernández en los que sobresale un tramado textual con la filosofía y estética
oriental, que analizo desde los presupuestos
de lo glocal y lo transnacional. En esta
presentación sólo me dedicaré a un poema muy breve pero densamente cargado de
sentidos llamado “En el vacío”, que leo
a continuación:
En el vacío
Suspendido
tal la
palabra
herencia,
el bejuco
delata
cuán escarpado
el camino
en el crepúsculo
Desde
abajo, el ojo
abreva.
“En el vacío” hay profundos cambios de lo que encontrábamos en el
poemario Arca espejada(1994) de
Ángela Hernández. En aquel proliferaba la insistencia de lo mutable, del cambio
que llega hasta desde las cosas que parecerían más bien servir de referencia
objetiva y confiable por su inmovilidad (La
poesía….74-5), En Arca espejada los
poemas surgen de un lugar que no tiene límites conminantes a la reducción, y
cuyo sino es la dispersión de la nube, la forma despreocupada e indescifrable
del oleaje marino. Aquellos poemas marcaban un territorio de transparencias
alarmantes, con códigos de todavía una incierta inscripción que desanclaban de sus
límites. Aquellos territorios se confundían al definirlos en el último verso
del poemario: “soy extranjera sobre mis raíces”(40). Tal extranjeridad
incompatible con raíces, desfasaje de coincidencias señalaba a lo que en mi
estudio llamaba un ‘no-lugar’.
En el poema “En el vacío” ya no hay cuestionamientos de extranjeridad ni
conflictos entre lo propio y lo ajeno. Porque convocando los principios más
básicos que nos permiten entrelazar la glocalidad y lo transnacional, avanzo e
interpreto lo que ha dejado de ser la búsqueda de un ‘no-lugar’ para trazar un
espacio glocal y transnacional con su carga de archivos eclécticos y
enriquecedores de estéticas múltiples.
“En el vacío” por su brevedad hay una concentración de información y
sentidos: están las presencias superpuestas de la naturaleza del Caribe (el
bejuco) y de la pintura china. El título
señala sin duda al wuji (perdon mi
pronunciación) que significa en el Taoismo el vacío, la infinita nada de la
cual todo proviene. También este concepto está asociado con un estado de
conciencia en el cual el observador no se distingue de lo que observa. Los
disciplinados practicantes pueden llegar a ser uno con el universo, pero este
poema más bien es una experiencia espontánea de un estado de conciencia frente
a una pintura china, que puede ser a la vez un paisaje dominicano o caribeño.
En el poema están señalados los planos con el “camino escarpado” y
“desde abajo”, tal dimensión de espacio, sugiriendo montaña es un dato
inseparable del shan shui, estilo tradicional de la pintura china. Muy influida
por el simbolismo del taoismo las imágenes que presenta no intentan copiar la
naturaleza, sino lo que piensan sobre la naturaleza. Ante la pintura o el
paisaje el poema selecciona aspectos, cualidades, perspectivas, pero fuera del
bejuco y su camino escarpado, no hay otro elemento para el paisaje, lo que
concuerda con la filosofía oriental que propone que todo lo que se describe sólo puede ser desde un punto de vista
relativo, porque nada de lo que puede ser descrito tiene una existencia inherente, se describe
en relación a algo más, en sólo un aspecto. Este es el ojo que abreva del
final, que en su posición inferior (desde abajo) se nutre de lo que
relativamente puede percibir, el bejuco. Este nombre botánico proveniente del
Caribe es lo que mantiene la visión reptante que en una pintura china sería el
agua de la cascada. Montaña y cascada frente a la dimensión del ojo que abreva
serían un modo de presentar la idea taoista de que el ser humano no es más que
una minúscula presencia en medio de la inmensidad del cosmos. Pero si el objeto
natural es un bejuco la dimensión se reduce, y sin embargo el ojo que abreva
logra una perspectiva de proporciones.
El comienzo del poema enfrenta a lo suspendido, a lo que no cambia, a lo
ya expresado o terminado, pero referido a bejuco se relaciona a la herencia,
escrita en itálicas en el poema. Esa
bisagra dentro del texto es la que arma los territorios de las coincidencias
entre lo propio, el bejuco , y los territorios transnacionales. Las herencias son tanto de aquí como de allá,
están suspendidas entre esto y lo otro, son las propias en el asidero escarpado
del bejuco que busca alturas, y las tradiciones compenetradas de simbolismos y
sentidos de la pintura china. La voz poética no se desenmascara, y sin embargo
se auna al ojo que abreva, cristalizando una compleja experiencia estética
que expande una insinuación de formar
parte de una comunidad más amplia, más abarcadora, una estética de zona
ilimitada.
“En el vacío” es un ejemplo de cómo un poema entreteje lo local con lo
global en herencias diversas que son mutuamente dependientes, nutriéndose entre
sí en transformaciones relativas,
abrevando en los aspectos del otro.
Lo nacional se aposenta con su herencia en el bejuco trepador, pero en
el intento de hacerlo paisaje reverente permite que el ojo lo recree y sacie su
necesidad de trascender al ligarlo a una tradición tan antigua como el weji o
el shan shui tradicional chino. Este vacío, como termina diciendo en otro poema
llamado “Tai Chi”: “Vacío, a retornar repleto”.
En este poema de Hernández, podemos coincidir con un
comentario de Nirvana Tanoukhi que al hablar de literatura poscolonial
mencionaba que la naturaleza de la adaptación de formas extranjeras a la
realidad local, traza ‘dos puntos de vista contradictorios de la cultura,
mirando hacia afuera del dominio espiritual, en el que la cultura se acerca a
un espacio defensivo que necesita ser protegido y diferenciado de la esfera
exterior, mientras que la mirada hacia dentro, es espacio de la cultura que
experimenta e innova. . . de tal modo, las literaturas serían actos locales de
resistencia o apropiación” (mi traducción 610). En este poema entonces se dan
como lo señalaba Belausteguigoitia un territorio en el que puede superarse las
identidades binarias y opuestas de raza o de género creadas por el paradigma
nacional. Logra la meta de una
múltiple y compleja reconceptualización o el dinamismo esencial inherente a lo
transnacional.
Sin duda, mis intentos de renovar y mejorar mi lectura
y análisis de los poemas escritos por mujeres en la RD partiendo de una innegable
presencia de la globalización están en proceso de ser. Por el momento son solo
intentos, que me impulsan a releer, a repensar todo un corpus poético que
cumplía con un propósito fundacional a fines del siglo XX y ahora leo como una
vanguardia de lo glocal y lo transnacional en la RD de principios del siglo XXI.
Bibliografía
Belausteguigoitia Rius, Marisa. “Crossing
Borders: From crystal to tennis shoes”. Women@Internet: Creating New Cultures in Cyberspace. Edited by Wendy Harcourt.London: Zed Books, 1999. Print.
Dussel,
Enrique. Postmodernidad, Transmodernidad. México: 1999.
Rodríguez
Magda, Rosa María. (www.rodriguezmagda.com)
______.La
sonrisa de Saturno. Hacia una teoría transmoderna. Barcelona: Anthropos1989.
______.El
modelo Frankenstein. De la diferencia a la cultura post. Madrid: Tecnos,
1997.
_______. Transmodernidad. Barcelona: Anthropos,
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Rosa, Nicolás. Relatos críticos. Bs As: Santiago Arcos
editor, 2006. Print.
_______. El arte del olvido y tres ensayos sobre
mujeres. Rosario: Beatriz Viterbo editora, 2004.
_______. La lengua del ausente. Bs As: Biblos,
1997.