Conferencia
ofrecida por Ángela Hernández Núñez en la Fundación Corripio (15 de agosto 2007).
AÍDA CARTAGENA PORTALATÍN EN EL SIGLO XX:
I. SOLEDAD QUE SE HIZO CANTO
Aída
Cartagena Portalatín es un hito en la cultura dominicana del siglo XX. Se puede
investigar y escribir sobre la Aída
viajera, la poeta, la novelista, la editora, la gestora cultural, la profesora;
la Aída
revolucionaria, la feminista, la creyente; la que dibuja, la interesada por el
cine… O sobre el enigma de nacer sin gran fortuna material en una provincia y
convertirse en una paseante de antiguas ciudades del mundo; de ser joven mujer
cuando las dominicanas carecían de derechos civiles y tomarse la prerrogativa
de escribir, disentir, auscultar tanto
la luz como las penumbras del alma, tanto lo sencillo como lo laberíntico; de
vivir en una atmósfera de opresivas subordinaciones y personificar la libertad
individual. Su biografía ofrece excelentes pistas para aproximarse a los extraordinarios
cambios que envuelven a las mujeres en el siglo XX, y más específicamente a las
dominicanas.
Cultivadora de estrategias novedosas,
alcanza cimas en la literatura dominicana, como la novela Escalera para Electra y el poema Una mujer está sola. Escritora que
ejerce la libertad de manifestarse en firme con la palabra; no calificándose
feminista, sino de la manera elegida por ella; cristiana leal a su fe, pero
nada ortodoxa ni institucional; revolucionaria cuya autonomía debía suscitar
irritación en las mentalidades sectarias. Crítica, artista, poeta, amiga,
rebelde… cada cosa a su modo. “La Sagitaria
Divina ”, la llamaría Moreno Jimenes, “por su elocuencia
revolucionaria”, contó Manuel Rueda. Acaso
el poeta de la Colina Sacra
quisiera aludir a afectación o tal vez no ignorara que en Sagitario,
novena Casa del Zodiaco, encajan los viajes, la educación y todo lo relacionado
con la religión y la filosofía. El Centauro Sagitario es representado con alas
y una doble cabeza. De éstas, una mira hacia delante, o sea hacia el futuro;
mientras que la otra mira hacia el pasado. Los entendidos en esta controversial
disciplina, destacan comprensión de las cosas trascendentes por parte de
quienes pasan por la casa Sagitario. La imagen del centauro, capaz de ver a un
tiempo el pretérito y el porvenir, encarna una poética.
Al
fin y al cabo, pocas personalidades de nuestra cultura han sido tan curiosas,
definidas y abarcadoras, como Aída. Amaba la poesía, el arte, la Arqueología , el cine,
a sus parientes y amigos, a París, a Moca. Bebe de la copa universal,
adentrándose en sus raíces. Su imaginación tiende elásticas elipses entre Moca
y Atenas, entre la antigüedad y el presente, entre el Caribe y el Mediterráneo;
entre la plástica y la poesía. Como si esta actividad le resultara
completamente natural.
Aída
jamás pasa desapercibida. Desde el principio, poetas, narradores, críticos,
hombres y mujeres, muchos bajo el influjo fascinante de su bizarra personalidad,
no dejarán de referirse a ella. Su obra,
es sin lugar a dudas, una de las producciones dominicanas más estudiadas en el
extranjero.
El
mero contacto personal, la conversación e incluso el trato familiar, revelaba
escasamente su compleja y fulgurante vida interior. Sólo en su obra se delata.
Familiar
Olimpia
Cartagena, hermana menor de la escritora, nos relata detalles que nos aproximan
a una cotidianidad en la que Aída se perfila consciente del valor de los lazos
afectivos.
“Éramos… Siete hermanos: tres varones y cuatro
hembras. Vivimos aún, dos hembras y un varón. Aída era la mayor; yo, la menor.
Entre Aída y yo había una diferencia de unos 16 años. Cuando yo nací, ya Aída
había venido para la Capital. En
ese tiempo, en Moca no había escuela normal. Aída estudió en la Capital. Vivía donde los tíos
nuestros, Pedro Pablo Bonilla y Altagracita Portalatín de Bonilla. Aquí terminó
sus estudios, empezó a trabajar y se quedó en la Capital.
“Yo casé con un militar, por lo que vivía de provincia en provincia,
de pueblo en pueblo. Por lo que en ese tiempo tampoco estuve cerca de Aída.
Hasta que mi esposo y yo venimos a vivir aquí, a la Capital. Y es entonces cuando
estamos más cerca.
“Aquí, donde estamos ahora, era
donde vivía con mi familia. Por esta casa pasaba Aída todos los días. Porque,
muy diferente a lo que la gente cree sobre ella, que estaba sola, -por el temperamento tan
arrebatado que la distinguía-, Aída nunca estuvo sola. Era muy familiar, muy de
su familia. Cuando no estaba aquí, estaba donde una tía nuestra, o donde los
hermanos o en casa de las sobrinas que ella crió. Ahora, en su casa sí le
gustaba estar sola: tirada en una cama, escuchando a los pajaritos,
escribiendo… Así fue hasta el día de su muerte”[1].
La
hermana recuerda que Aída manifestó muy temprano sus rasgos característicos e
inclinaciones: “muy independiente, toda la vida”, “empezó a escribir desde muy
joven en un periodiquito llamado Avance y
en otro”. Posiblemente fue una de las primeras mujeres que manejó su vehículo.
“En Moca lo hizo antes que nadie. Aída fue muy independiente, muy
independiente…”, acentúa. A seguidas nos pone en conocimiento de la faceta de
sentido práctico y espíritu emprendedor en cuestiones materiales.
“Papá era notario, creo fue el primer notario
que hubo en Moca. Aída, jovencita, era su secretaria. Era quien lo hacia los
documentos, quien le hacía todo. Papá solo tenía que firmar. A ella le gustaba
producir. Cuando vino a la
Capital trabajó en el Seguro Social, en Pidoca… Después se
dedicó a la Universidad. A
Aída le gustaba manejar su dinero, no estar a expensas de nadie. Siempre estaba
haciendo algo. Compraba un solar por aquí, lo vendía; compraba en otro sitio y
se ganaba lo suyo. Siempre vivía haciendo sus negocios. Esto era aparte de su
literatura”[2].
xxxx
Qué
tan buena podía ser una poeta en los negocios. Olimpia explica: “Ella vivió y
se mantuvo en la Capital. Tenía
su casa propia. Tenía sus ahorros, no grandes, pero sí suficientes para cubrir
sus necesidades. Ella siempre buscaba cómo producir. Hasta que llegaron los
años avanzados. Entonces vivía solo escribiendo”.
Olimpia
nos retrata una Aída “muy temperamental” y al mismo tiempo persona de consistentes
lazos afectivos.
“Todo
era cuando ella quería. Pero era la más familiar de todos los hermanos y
hermanas. Con papá y con mamá era loca. Con mi hermano Manuel, quien murió en
un accidente de aviación, ella llegó a vivir mucho tiempo. Se llevaba muy bien
con él. A mi marido ella lo adoraba, mientras conmigo peleaba. Cuando yo vine a
vivir a la Capital ,
yo le decía: “Tú no puedes salir vestida así”, “que tú debes…”. Yo siempre
estaba molestándola un poco con su temperamento y con su apariencia. Entre ella
y yo había esa disparidad de criterios, por la misma diferencia de edad. Mi
marido Joaquín no comía cuentos con ella, la quería mucho. “La primogénita”, la
llamaba”.
Sus
afectos primarios, sabía conservarlos al margen de literatura o intelecto. Resulta
agradable mostrar detalles humanos que nos ayudan a sentirnos más cerca, más
amigos, de la escritora.
“Ella
editaba un libro. Traía un ejemplar a la casa y le decía a Joaquín: “Mira, este
es mi último libro”. Y después que
hablaba mucho del libro, cuando lo iba a soltar a quien se lo pasaba era a mí.
Me decía: “Toma para que lo guardes. Tú no lo vas a entender”. Yo le respondía:
“Si yo no lo voy a entender, entonces, ¿para qué me lo traes?”. “Tú no lo vas a
entender, tú no me vas a entender nunca”, decía, pero poníamos el libro en un
estante. A los pocos días o a los pocos meses, iba uno a buscar el libro, ¿y
libro adónde? Si ella tenía que darle un libro a alguien, venía, lo cogía y lo
metía en su cartera y se lo llevaba. Pero, en resumidas cuentas, nos llevábamos
muy bien. Nuestra familia es muy unida.
“Mi
mamá fue una mujer que adoró a sus hermanos y nosotros adoramos a la familia de
mamá. De tal manera que a Altagracita, donde vivió Aída por un tiempo, nosotros
la llamábamos Mamá. Para Aída la muerte de Altagracita, unos tres años antes
que su propia muerte, fue un golpe mortal. Todas las tardes ella pasaba por donde
Altagracita. Lo que viera, una fruta, algo bueno, todo era para Altagracita.
Tenía locura con ella.
“Por
lo mismo de ser una familia unida, aprendimos a entender el temperamento de
cada uno para no tener problemas. Yo, a veces, cuando veo a mis hijas con algún
problema les digo: “Pero señores, cómo será posible, cuando ustedes ven que
Aída tenía un temperamento tan difícil, y nunca tuvimos problemas, nunca surgió
una enemistad…”, porque si ella llegaba a esta casa y se sentaba tranquila,
todo el mundo la dejaba, lo mismo si se acostaba; si quería comer, comía y si
no quería comer, no comía. Todo el mundo la dejaba tranquila”[3].
La
poeta viajera, que seguirá siéndolo hasta que no le queden fuerzas, iba de la
mano con la mujer práctica con capacidad de ganar dinero:
“Aída
hacía una maleta como si nada, en cualquier momento. Y eso era en la época en
que en República Dominicana se viajaba muy poco. De pronto recibíamos la
noticia de Aída, que ando por París, que estoy en Egipto, o en cualquier otro
sitio. Regresaba cuando quería o cuando se le acababa el dinero. Para esos
viajes usaba el dinero que se ganaba en sus negocitos. Una vez hizo una casa lo
más graciosa por La Caleta ,
otra vez construyó en Los Cacaos de San Cristóbal, las vendía y, con esto,
mientras le quedara un centavo, por allá, en el extranjero, se quedaba.
Escritora
y viajera hasta el final. El movimiento y la palabra escrita formaban parte de su
sangre.
“Vivía
con un viaje y otro viaje. Siempre. Solo los años la sentaron. Viajó hasta lo
último, de tal manera que fue a Estados Unidos a buscar un dinero de unos
libros, cuando ella ya no estaba en condiciones de viajar; a lo último, no, ya no podía. Y mira lo que
hizo. Donde se hospedó, puso el dinero en un lugar debajo de la cama. Al
regresar a Santo Domingo, se da cuenta que se le ha olvidado el dinero. ¿Tú
sabes lo que hizo? Llegó aquí al mediodía. Y en la noche estaba otra vez para
Estados Unidos, buscando el dinero”[4].
La
soledad que tanto aparecería en sus poemas, no es de índole física, es algo más
complejo y recóndito. Es la soledad de quien se percibe y reconoce distinta.
Para escapar de la enajenación no tiene más camino que seguir sus intuiciones,
su visión interior. La gente querida es el soporte imprescindible. Con
frecuencia el ascenso intelectual o profesional, la fama y el reconocimiento
social, llevan a las personas a distanciarse de familiares y amigos que no
pertenecen a ese mundo. Aída era distinta.
“Yo
te puedo decir una cosa, ahora mismo de los tres hermanos que quedamos vivos
una vive en Moca, Marina; el varón, que es médico vive en San Juan de la Maguana y yo vivo aquí. A
nosotros se nos pasan meses sin vernos, aunque nos llamamos todo el tiempo. Con
Aída no hubiera pasado eso. Ella buscaba a la familia. Y, a la vez, la familia
estaba cerca de ella.
“Tenía
su mundo, muy de ella. En cambio, ella se juntaba contigo y era muy amiga de
hacerte un chiste, un cuento. A mi casa llegaba y embromaba a mis hijas
bárbaramente, hacía chistes. O tal vez actuaba con nosotros de esa manera porque
ninguno estaba a la altura de ella y sus conocimientos y su vida literaria”[5].
“Ella
era “hacia dentro”. Nos decía, me voy a tal viaje, y ya. La noche que se puso
mala, en vísperas de su muerte, la llevamos a la clínica. Ella estaba
escribiendo un libro, que sería el último y me había dicho que lo terminaba en
una semana. Yo me encargué de recoger el manuscrito y guardarlo.
Ha
llamado la atención, y generado especulaciones, que muchas de nuestras
escritoras notables no contrajeran matrimonio ni tuvieran descendencia (Carmen
Natalia Martínez, Hilma Contreras, Aída Cartagena…), viéndose este hecho
asociado a la dificultad de encontrar pareja estable por parte de mujeres con
personalidades, intelecto y decisiones muy definidos. En el caso de Aída, su hermana
tiene un enfoque donde la tradición familiar parece estar en primer orden.
“A
veces me he dicho, ¡caramba! eso de casarse o no parece hereditario. De mis
tías, en La Vega ,
hubo unas tres que nunca se casaron. En mi casa, de nosotras cuatro, dos nos casamos
y dos se quedaron solteras. De mis hijas, dos se casaron y dos no. Tú vas donde
mi hermano Felipe, dos de sus hijas son casadas, una se ha quedado soltera.
Entonces, son mujeres muy de adelante, que saben lo que es un hogar, sin
embargo no todas se casan. Las que se quedan solteras, a veces, son las más
amantes de las cosas de la casa. Creo que en lo del matrimonio tiene mucho que
ver la suerte”[6].
En
sus últimos años, aquejada de distintas dolencias, Aída seguía conservando su
espíritu independiente y su carácter. Visitaba regularmente a sus familiares y
amigos, seguía escribiendo y continuaba manejando su carro por las calles de
Santo Domingo y por la Autopista Duarte :
“Nosotros
tratábamos, un poco inútilmente, de que dejara de manejar, porque a cada rato
le chocaban el carro. Por ejemplo, le daba un carro en la San Martín y, en vez de
pararse, venía enseguida para acá a refugiarse; como, primero, estaba aquí mi
marido y, después, los guardianes, ya tenía su protección.
“Dos
veces le robaron el carro. En la primera ocasión, lleva el carro a arreglar por
la mañana y en la noche se lo roban. Joaquincito, mi hijo, le hizo todas las
diligencias con la
Policía. Esa vez, el carro apareció en La Romana. Yo era la que
tenía que resolver el problema, porque no es que ella buscara cómo o con qué
resolverlo. Se hacía “la chiva loca”. La segunda vez que le robaron el carro,
éste apareció bastante deteriorado. Quisimos que saliera del carro. Ella no
quería admitir que era la culpable. No estaba en condiciones de manejar un
carro, pero insistía. Nunca se quiso poner espejuelos”[7].
Figura ineludible
Veamos,
de entrada, su figura, a través de quienes tuvieron amistad o contacto directo
con ella. Veámosla también a través de sus propias palabras, que revelan mucho
más que cualquier reflexión que pudiésemos hacer.
Manuel
Rueda, su amigo de largos años y a quien ella le profesara un afecto especial,
hace una de las mejores descripciones de la escritora:
“Sin
altisonancias, porque era mesurada de movimientos y hablaba en voz baja, la
fuerza de su personalidad se manifestaba a contra corriente, subrayando los
puntos de mayor énfasis con un evasivo mohín de boca, o con un brusco silencio
que era como el summun. A primera vista parecían técnicas para llamar la
atención, pero según se le conocía más a fondo, uno llegaba al convencimiento
de que todo ello formaba parte de su propia naturaleza, entre provinciana y
exótica, en que la simbiosis de Moca y Paris había tenido mucho que ver.
“Podemos
decir que ella era un ser a la vez cotidiano y misterioso, que sabía moverse
tanto en el ámbito patriótico como en el partidista, en el de la cultura
universal como en los percances de los corrillos citadinos; de ambos poseía
claves muy personales que solo ella lograba entender”. [8]
El
escritor José Alcántara Almánzar, con agudeza de crítico y sensibilidad de
creador, hace un juicio valorativo que abarca, en pocas palabras, los motivos y
alcance en la obra de Aída, como si pudiera comprender a la perfección lo
complicado que puede ser “un corazón de poeta en una mujer”:
“Aída
fue una escritora de planteamientos audaces que cuestionó siempre los valores
establecidos de una sociedad hecha a imagen y semejanza del hombre. Si ansiosa
de originalidad, no fue sino por su afán de construir un espacio propio,
consciente de sus desventajas en un mundo regido por la autoridad masculina. A
su tenacidad de hormiga se unía un carácter contestatario que no hacía
concesiones ante la apatía y la mediocridad de un medio asfixiante. Debió de
ser muy agudo el drama interior de una escritora tan lúcida, tan consciente de
su condición de mujer, de escritora y de mulata, en un país atrasado como el
nuestro. Supo luchar con valentía, enfrentándose a prejuicios culturales
inveterados e imposiciones patriarcales.
“Es
innegable que Aída es un caso excepcional de las letras dominicanas de este
siglo, no solo por la importancia de su mejor poesía, sino por la amplitud, la
variedad de su obra, y la constancia de una vocación literaria que no conoció
el desmayo ni el abatimiento y que supo enfrentarse a los obstáculos que
entorpecían su desarrollo personal…
“De
ella conservaré la imagen de una escritora en cuyo espíritu se renovaban cada
día el humor y la esperanza, y sobre todo un obstinado amor por la justicia”.[9]
Ya
en 1971 había observado este escritor:
“Aída
es así: controversial, contradictoria, impredecible, pero tenaz como una
hormiga, infatigable, con los ojos abiertos a los cambios.
“Quien
no la conoce bien suele sentirse algo sorprendido por las palabras cortantes y
de perfiles definidos que emplea para comunicar sus ideas, expresar su
concepción del mundo y el arte, o esa tendencia, tan natural en ella, a
convertirse en el centro indiscutible de su propio discurso. Pero después que
uno ha logrado penetrar la corteza con que se protege de los demás, descubre a
una mujer soñadora…
“Aída
ha conformado un mundo que gira a su alrededor y que ella, con infinita
paciencia, mueve sin cesar, tirando de unos hilos delgados y fuertes”. [10]
Un
periodista que la entrevistara en 1991, describe la primera impresión que le
produjo la poeta:
“La
encontramos en medio de la galería, trabajando a mano sobre algunas hojas de
papel. Luego nos informa que se trata de un libro. Nos ofrece un asiento y se
queda en silencio. Al cabo de un instante logramos comunicarnos: a veces se
torna fría, cortante, mas no prescinde de la cortesía suficiente para hacer el
diálogo”.[11]
Es
la impresión típica que produce Aída en quien no la conoce y la trata por
primera vez. Puede, incluso, sentirse como intimidante. Pero luego, a este
mismo periodista va a contarle sus proyectos, animándose cuando entra de lleno a
hablar de sí misma y su obra, lo que le permite a éste hacer un rápido retrato
de esta escritora.
“Aída
se nos presenta como una mujer del arte, incapaz de precisar su predilección
entre las manifestaciones artísticas. Además de hacer literatura, ha trabajado
cine y ha enseñado cultura por más de 15 años: se dice seguidora fiel de la
música clásica, también de la popular, así como del teatro y la pintura. Es
poseedora de una de las colecciones pictóricas “más ricas” del país y de
colecciones de relojes, lanzas y objetos arqueológicos
“La
licenciada Cartagena Portalatín se ha desempeñado como encargada del
Laboratorio Antropológico y profesora de la Facultad de Humanidades de la Universidad Autónoma
de Santo Domingo (UASD). Además en el 1963 fue secretaria general del capítulo
dominicano de la
Organización de las Naciones Unidas para la Educación , la Ciencia y la Cultura (UNESCO) y en 1977
formó parte del jurado de los premios literarios de Casa de las Américas, En la Habana , Cuba.
“También
ha publicado monografías, investigaciones históricas, ensayos… algunas
antologías de escritores dominicanos y trabajos de crítica literaria. Ha
dirigido publicaciones como “Brigadas Dominicanas”, coediciones La Isla Necesaria …
“En
el séptimo arte también ha incursionado, una afición que la asaltó durante sus
estudios en la Escuela
del Louvre… ”.[12]
Ahora
el periodista, al final de la entrevista, tiene otra impresión, tal vez con
mayor desconcierto. Ahora sabe que el silencio de Aída, esperando que fuera él
quien comenzara el diálogo, preguntándole, era significativo y apoyado en una seguridad que
le venía del carácter y de una hoja de vida fructífera. En algún momento ella
le hizo notar que había nacido en un pueblo del interior, sus obras habían
nacido desnudas, “como nací yo”, le diría, sin que el prestigio ganado por otro
influya en su destino.
Un
detalle, que se podrá observar una y otra vez, es que Aída siente devoción por
su país, la historia de su país, sus personas y personajes. Sin embargo, con la
política guardaba sus reservas, aunque hace notar su satisfacción por haber
tenido la oportunidad de participar en calidad de consejera en una reunión de
“consultas de secretarios” de la UNESCO[13]:
“No me gusta
particularmente la política. Yo podría haber sido una ministra o cualquier otra
cosa que yo hubiera querido.
…“Cuando yo llegué a París para la reunión
anual de la UNESCO
en 1965, yo era, como Le Monde dijo, la “vedette” de la reunión. Todo el mundo
quería saber acerca de la República
Dominicana por la Revolución que había tenido lugar”.[14]
Premios
En febrero de 1990 se dio a conocer al país la creación del Premio Nacional de Literatura dedicado a “reconocer la obra a lo largo de una vida”. Para la ocasión, Manuel Rueda escribió:
“Los
grandes escritores son las voces más fieles de nuestra realidad histórica y
social, y al exaltarlos en su justa medida nos reconocemos en lo que han
producido, integrándonos al mismo tiempo a un concepto vivo de identidad
nacional”[15].
Doce
fueron los escritores nominados. Once hombres y una mujer, Aída Cartagena
Portalatín. Tal vez para ir cerrando su prolífica y notable vida cultural con
uno de sus versos más citados: “Aquí hace falta una mujer y esa mujer soy yo”.
Falleció cuatro años después, siendo la única de los doce nominados que no
llegó a recibir el trascendente premio. De hecho, creo que nunca fue premiada,
aunque sí ampliamente reconocida. Estuvo cerca, del prestigioso premio Seix
Barral (1969).
¿Feminista?
[AÑO 1931
-Ataques a las feministas en la prensa. Ellas
responden.
Aparece un artículo titulado: «¿Conquistará la mujer
dominicana sus derechos?» (Listín Diario,
9 de junio de 1931), firmado por: «Aída Cartagena, Moca”, quien con el tiempo
se convertiría en una escritora fundamental. Las opiniones que expresa muestran
que nuestra autora, aunque debía ser muy joven por entonces, no estuvo ajena al
movimiento feminista.
-El Manifiesto de la recién
formada Acción Feminista, dirigido a todas las mujeres, es incluyente y posee
fuerza persuasiva. La lista de firmantes del documento está encabezada por la
profesora Abigaíl Mejía de Fernández y concluye con Ayda (sic) Cartagena
Portalatín. Otras destacadas
mujeres, reconocidas por su aporte a la educación, las letras y las artes,
firmantes del Manifiesto, son: Dra. Gladys de los Santos Noboa, Prof. Celeste
Woss y Gil, Prof. Mercedes Laura Aguiar, Prof. Eva María Pellerano, Prof.
Josefa Amiama, Prof. Patria Mella, Prof. Ana Josefa Puello y Br. Consuelo
Nìvar.
En
este importante documento, poco citado por historiadores de la sociedad y la
cultura dominicanas, se establece:
Frente a la realidad del feminismo
mundial –ya por algunas de nuestras mujeres predicado y ensalzado en la tribuna
y en las letras de molde– hemos querido unirnos y formar un solo cuerpo de
batalla pero de batalla de paz. Nuestra bandera es blanca y de progreso:
queremos exhortar a todas las que sientan esto a unirse con nosotras para
robustecer una Asociación que, a la sombra del tantas veces aplaudido Club
Nosotras, hemos formado un núcleo de sus socias. El Club Nosotras es
precisamente una demostración de la capacidad femenina: hay en él profesionales
de todos los matices, madres de familia –abejas y reinas–; allí se han dado
conferencias, exposiciones artísticas, conciertos, manifestaciones culturales
de toda especie; su misión ha sido preparar los espíritus, enseñando lo que la
mujer sabe y puede. No ha sido sociedad feminista, no lo pretendió y, sin embargo,
todo el mundo lo juzga así; prueba de que el feminismo es cosa buena, es el
confundir las gentes las labores del Club con las labores feministas.
Pues
bien, a su sombra, sin desgarrarnos de la rama, un grupo de sus socias hemos
formado esta junta de acción feminista, cuyo objetivo es favorecer a todas las
mujeres. Nuestros ideales serán luchar por la reivindicación de los derechos
femeniles, pedir leyes nuevas que protejan el trabajo de las obreras, de las
maestras, de las mujeres que trabajan en general; la protección del niño, etc.
En lugar de combatir al hombre ayudarle en su mejoramiento social e individual
(…).[16]
Aunque
la autoría del referido Manifiesto se le ha atribuido siempre a Abigaíl Mejía,
es razonable pensar que las integrantes principales del Club Nosotras hicieron
sus aportes. Livia Veloz refiere que en los salones del Club «se desarrollaron
los planes y reglamentos» y se dio vida a la idea, «y se proclamó con orgullo y
decisión el nacimiento de la acción feminista dominicana, dando cuenta, al
mismo tiempo, de los fines que perseguía y de la fe que reinaba en el ánimo de
sus fundadoras”.[17]
AÑO
1961
Se
constituye la Federación de Mujeres Dominicanas.
Las
principales líderes de la FMD responden en su mayoría al Catorce de Junio, al
Partido Socialista Popular y al Movimiento Popular Dominicano.
La
primera directiva[18] estuvo constituida de la
siguiente manera:
Dra.
Ligia Echavarría de Sánchez (PSP), Presidenta.
Dra.
María Elena Muñoz (Catorce de Junio), Secretaria General.
Dra.
Ana Silvia Reynoso (Catorce de Junio), Secretaria de Organización.
Dra.
Aída Cartagena Portalatín (independiente), Secretaria de Relaciones Públicas.
Xiomara
Saladín Defilló (Catorce de Junio), Secretaria de Propaganda y Difusión
Cultural.
Soucy de Pellerano
(independiente), Secretaria de Propaganda y Difusión.
(Notemos que los
nombres de las dos independientes corresponden a una escritora, Aída Cartagena Portalatín, y a una
artista plástica, Soucy de Pellerano; ambas gozan de reconocimiento social).
La
nueva organización diseñó sus objetivos en niveles táctico y estratégico. En
cuanto al nivel táctico, «se trataba de despertar y luego fortalecer en la
mujer dominicana la conciencia democrática dormida, aletargada, en los largos
años de oscurantismo y marginalidad política, para que en una segunda
instancia, pudiera estar en condiciones de participar en los procesos políticos
que habían de producirse».[19]
Los comunicados de prensa y las noticias aparecidas en
los periódicos de la época, permiten observar el grado de compromiso político
de esta estructura femenina.
El
28 de diciembre de 1961, la FMD exige al Poder Ejecutivo: «La inmediata
repatriación de todos y cada uno de los dominicanos que fueron ilegalmente
expulsados del país», así como «la inmediata suspensión de estos procedimientos
ilegales y dictatoriales». (Firman la Dra. Ligia E. de Sánchez, Presidenta, y
Dra. María Elena Muñoz M., Secretaria General).
A lo largo de todo el año 1962 la FMD muestra como motivo
de sus principales preocupaciones y tareas la derogación de la Ley de
Emergencia y el regreso de todos los exiliados y deportados antitrujillistas.]
“¿Conquistará la
mujer dominicana sus derechos? Evidentemente que sí. Porque ella luchará para
ello, a sabiendas de que no busca nada que en sentido alguno, pueda mermar los
derechos del hombre.
“Ella, igual que
las otras mujeres del globo, irá a reclamar lo que le pertenece, pues ya nos
sentimos capacitadas para administrar la gran herencia que nos legó la Naturaleza y que a su
antojo ha sido administrada por el hombre, creyéndonos niños, incapaces aún de
racionar.
“¿Conquistará la
mujer dominicana sus derechos? Sí. Tarde o temprano, no importa. Pues pedimos
justamente, la protección legal de nuestra persona y bienes; el reconocimiento
de la maternal potestad en el mismo plano jurídico que la paterna; el derecho a
disponer de lo suyo y actuar en las relaciones civiles en el pleno ejercicio de
la Ciudadanía ,
sin verse supeditada a la autoridad del hombre.
“Que derechos
hay para negarle a una mujer ilustrada los derechos que una legislación injusta
concede al más alto safio y ruin analfabeto?”[20]
Los párrafos
anteriores corresponden a un artículo aparecido en el Listín Diario el 9 de
junio de 1931, firmado por “Aída Cartagena. Moca, RD) y evidencian que nuestra
autora, aunque debía ser muy joven por entonces, 13 ó 15 años, se relacionó con
el movimiento feminista protagonizado por las maestras, artistas, escritoras y
otras profesionales que desarrollaron sus actividades en el Club Nosotras y
fundaron, precisamente en el 1931, la Acción Feminista Dominicana.
Aída estaba muy
consciente de su condición de mujer, y lo estaría cada vez más, no podía ser de
otra manera. No porque ella lo quisiera o buscara, sino porque el entorno se lo
haría sentir continuamente. A su inteligencia y sensibilidad no le podían ser
indiferentes las ideas prevalecientes con respecto a las ocupaciones de las
mujeres. Ella miraría hacia atrás buscando referentes femeninos en el
conocimiento, el arte, la poesía. Encontraría las conocidas excepciones. Disponer
de referentes culturales es una necesidad del espíritu para confirmarse
acompañado en su camino, en su vocación.
A comienzo de
los noventa me tocó escribir un artículo sobre las pioneras del feminismo en
República Dominicana para una edición especial de la revista latinoamericana
Fempress. Pensé en tres mujeres: Salomé Ureña, Abigail Mejía y Aída Cartagena
Portalatín. Cuando quise entrevistar a Aída, ésta me dijo que no entendía mi
intención de incluirla en el artículo. De todas maneras accedió a la
entrevista. Al indagar sobre las condiciones en que se desenvolvía una mujer
que en los años cuarenta quisiera abrirse camino como poeta e intelectual, su
escueta respuesta fue: “Había que tener las espaldas de bronce para resistir
los embates”. Le pregunté a quemarropa si era feminista. Río abiertamente, y
respondió con un rotundo NO, pero a continuación añadió: “Hay que buscar al
hombre capaz de aguantar a una mujer inteligente”. En otro momento de la
conversación opinó que es en la literatura donde el machismo dominicano se
expresa más acentuadamente. “Las mujeres son más humildes –dijo-, ostentan
menos sus triunfos”.
En París, según
sus propias palabras, nuestra poeta conoció a Aimeé Cesaire, Marguerite Duras y
Paul Valery. Entusiasmada y absorta en sus recuerdos me contó: “Estaba el
existencialismo en pie. Yo me quedaba sin cenar por estar escuchando a Simone y
a Sarte en el Café de Flores”, e introduciendo un gesto malicioso comenta:
“Simone era superior a Sarte. Muy superior. Era una mujer de una cultura
vastísima.
Aunque aún
desconocía los vínculos de la poeta con la AFD y la FMD, consideraba a Aída era
pionera de los derechos de la mujer en cuanto a conocimientos, arte y creación;
incluso ella no compartiera la idea.
Conociendo el
poder apabullante de los prejuicios antifeministas, por un lado, y el celo con
la independencia y libertad personal propios de intelectuales y escritores,
podía entender la posición de mi entrevistada. Un rótulo es siempre limitante. Si
eres escritora, te leen a través de la etiqueta.
Manuel Rueda, a
raíz del fallecimiento de Aída, contó:
“Tal vez todas
las mujeres ilustres de una época le servían como modelos para desenvolver sus
actitudes; de ahí su apasionamiento por Gertrude Stein, por Simona de Beauvoir,
por Marguerite Duras, por Marguerite Yourcenar, nombres que al ser pronunciados
por ella, parecían teñirla de policromias de su propia imaginación”.[21]
El significado
de Aída Cartagena para las dominicanas queda bien definido por la académica
Daisy Cocco de Filippis, pionera en la aplicación de la crítica feminista en el
país, quien la llama “la madre de la
poesía de la mujer dominicana en el siglo XX” y dice que con ella empieza la
desmitificación de la mujer.[22]
La
poeta y dramaturga Chiqui Vicioso, coincidiendo con Cocco de Filipps llama a
Aída Cartagena “piedra fundacional de lo que luego se convertiría en la poesía
femenina dominicana”. Asimismo, destaca una vertiente de la poesía de Aída, la
negroide, muy poco estudiada. Y dice que en el poema “Memorias negras”, abarca
“no solo la realidad de los negros y negras en nuestra isla, sino también la de
la población negra en los Estados Unidos”.
En el poema "Mi madre fue una de las grandes mamás del mundo",
Aída se reconoce mulata.[23]
Por
conveniencia, por soberanía intelectual o por convicción, Aída no deseaba ser nombrada
feminista. Quizás su actitud se debía al halo demasiado transgresor, agresivo
para muchos, que rodeaba el término. Sin embargo, la vocación de justicia en Aída
se muestra a lo largo de su obra.
En 1981,
manifestó que Yania Tierra era “un viejo compromiso que se materializaba en un
Poema Documento, homenaje a las mujeres que a través de un lapso de casi cinco
siglos fueron ultimadas o se sacrificaron por su pueblo”. Yania Tierra, aclara
Aída, “no es un simple juego poético, sino que, conscientemente, me nutro de
las fuentes de la misma historia. Tengo mucho respeto, tanto por los hombres
como por las mujeres que dicen “presente” en los momentos aciagos de nuestro
país”. [24]
A la pregunta de
que si lo consideraba un libro feminista, respondió:
“Una persona sin
prejuicios pensaría que es un libro en el cual se hace justicia, es decir, un
justificado reconocimiento. No se me ocurre pensar en “machismo literario”
cuando tantos y tantos escritores investigan o exaltan los grandes hombres de
la patria. Tengo para mí que el “feminismo” revela una lucha de
discriminaciones, prejuicios y de injusticias entre géneros. En ningún momento
se produce esa lucha a lo largo del contexto de Yania. Particularmente sólo veo
la lucha de alcanzar su meta por medio de la superación y el respeto”.[25]
Respuesta
que deja entrever una noción sobre los derechos de la mujer, coincidente con la
de Salomé Ureña y otras precursoras del feminismo en RD, en la cual la
educación era el medio idóneo para la mujer conquistar un cambio de posición en
la sociedad.
Esta
Aída, en su plenitud, es poseedora de un fuerte sentido de justicia social. La
rebela la pobreza, la iniquidad social. Ha vivido, observado y comprendido lo
suficiente como para tener una postura muy propia. También ha pasado por una
dura prueba de salud, ha conocido a fondo el dolor, se ha desprendido de todo
resto de vanidad.
A
todas luces, tenía conciencia de lo que significan las jerarquías y
valoraciones diferentes de acuerdo al género. Por su inteligencia y el tiempo
que le tocó era imposible que no la tuviera. Debía conocer la inutilidad del
sacrificio romántico de muchas grandes poetas latinoamericanas. Debía admirar a
Gabriela Mistral, aunque no fueran afines en estética, esa chilena que cortó
por lo sano con la romántica que amenazaba con mermar y destruir sus energías
vitales, y que después de escribir unos poemas al hombre que antes de
suicidarse se paseó frente a ella con otra, escribiría: Una en mí maté, esa no
la quería. Aída debió leer, cómo no, a Sor Juana Inés de la Cruz , a Virginia Woolf y a
tantas brillantes escritoras en cuyas vicisitudes y triunfos ella, de alguna
manera, debía verse retratada.
Parte
de su mejor poesía, sus novelas y narraciones breves dan cuenta de que Aída le
dedicaba largo tiempo a las cavilaciones sobre el desasosiego de ser mujer en
el siglo XX, el heroísmo, la inteligencia, la productividad de muchas mujeres.
Posiblemente no le interesara el aspecto ideológico, pero sí, y en profundidad,
el aspecto humano; su sensibilidad captaba la violencia síquica, social y
emocional que perturbaba el universo femenino.
Lo
interesante, atribuible al genio de la escritora, es que nunca hace concesiones
al estereotipo. La mujer, aunque esté sola, aunque sea la única en el grupo,
incluso cuando su vida está marcada por la violencia, o sea una mártir, nunca
es débil, desamparada o lastimosa. Es siempre una figura plena de poderes
germinativos, de cambios.
¿Un destino solitario?
La
evolución, el salto, en la poesía de Aída, desde la década de los treinta a los
años cincuenta, y su posterior desarrollo como narradora y ensayista, se deben,
en primer lugar, a su determinación, a la influencia de La Poesía Sorprendida ,
a la apertura y curiosidad de su espíritu,
a su calidad de observadora alerta y a sus viajes por el mundo.
Y,
a propósito de actitud, de ese saber lo que quiere y sin ningún género de dudas
marchar en pos de ello, cabría preguntarse: ¿debió pagar Aída algún precio
oneroso? En poemas suyos, que hemos encontrado en el periódico El Caribe, 1948,
-no incluido en ninguno de sus libros- la poeta dice: “sueño mi patria el
mundo” y en los títulos, “Solitario Destino”,
“Desnuda soledad del llanto”, parece vislumbrar la trayectoria de su
vida, como si percibiera lo que significaría permanecer leal a las más
esenciales inclinaciones de su alma.
Solitario
destino
Al
color de la brisa no le puso Dios nombre.
Sueño
mi patria el mundo.
El
hombre que no escucha se deshace en la nada;
y
la tierra se crece con un aliento rojo,
y
las aguas se ahogan con un temblor de carne!
Amor:
Hazte blanco, hazte blanco como la luna mansa!
Haz
trilla de ciclámenes a las rutas soñadas;
haz
una llamarada!
Bosque
no se levanta sin que un hacha lo abrace,
vida
no se hace vida sin que un beso la hiera.
Dicha
se hacía flor y me sabía más viva
cuando
al pasar
los
símbolos
dormíanse
como hojas detrás de las pupilas.
Olas
hacen sudario en la arena lejana.
La
mirada se pierde como un amor muy vago;
y
un sollozo sin ojos,
y
un habla que no es habla,
sube
del fondo oscuro, donde sueñan calladas,
sobre
caracolas,
corales
y algas,
almas,
que no quisieron tierra
y
suspiraron agua![26]
En
el poema “Desnuda soledad del llanto”[27],
dice:
“Soy
de mundo que crece
“tengo
los cansancios del que calla
y
se pierde a su voz de así callarla
Antes,
en “Poema”[28], expresó:
Yo
poeta de la voz callada,
prendida
a la última espina
por
la olvidada rosa
en
el milagro abril.
Sin
voces
y
hablándome pensamientos
“En un cáliz doblado”[29],
también publicada en 1944, podemos leer lo siguiente:
“Desde
esta soledad que se hizo canto.
Apagará
mi noche en la quietud de un alba.
Cortaré
tus palabras. Sin la música eterna sentiré la mía…
II.
EL CONCEPTO DE AÍDA SOBRE LA
ESCRITURA , ESCRITORES Y ESCRITORAS
Literatura y testimonio
En
1981, durante entrevista que le hiciera José Alcántara Almánzar, Aída
desarrolló su concepto sobre la literatura como testimonio, describiendo la
transformación que experimentó su visión de la literatura con su salida del
país hacia Europa. Estas ideas nos muestran a una mujer con inteligencia
flexible, observadora, reflexiva y abierta a modificar sus perspectivas de las
cosas, siempre que la realidad y los nuevos conocimientos le muestren su
pertinencia, la concordancia con el pulso de su propio ser y búsquedas.
Si
esta visión cobró forma en la década del cincuenta, debía haberse afianzada y
definido más aún con los acontecimientos históricos que acaecerían en el país
en la década siguiente, tales como la caída de la dictadura trujillista, la
celebración de elecciones libres y la revolución de 1965.
“Sí,
para mí la literatura debe ser testimonio. Para los que lanzan obras falsas
también lo es a su manera. Yo creo en la literatura testimonial. Voy a tratar
de definir lo que para mí es testimonio:
“a)
El que hace una literatura que carece de base real, que evade el compromiso,
que nada aporta a la historia aún cuando por su correcta sintaxis e inteligente
concepción pueda considerarse obra maestra, queda inmerso en lo fantasioso, y
lo irreal no es testimonial.
“b)
Tengo para mí que el testimonio auténtico es la transcripción de hechos reales
que obligan al autor a revestirse de coraje para el enfrentamiento. Los
momentos históricos que nos ha tocado vivir deben ser enfocados desde todos los
ángulos en que se mueve nuestra vida política, económica y social. Esa
sinceridad contribuyó a que Zola y Balzac sean además de literatos, parte de la
historia social de Francia.
(…)
“Debo
confesarte que sólo aprendí esto luego de viajar y de vivir en países avanzados
donde se respetan la dignidad humana y el derecho total a la comunicación.
Entonces comencé a establecer paralelismos entre aquello y lo que pasaba en una
sociedad amordazada, de mudos y ciegos como era la nuestra durante la tiranía.
Nadie me daba la respuesta frente a fenómenos graves que sucedían. Conocí a mi
país bajo el nefasto régimen del “benefactor” fuera de mi país. Entonces sin
que nadie me empujara me lancé de la torre de marfil. Y dentro del contexto de
mi libro La Voz Desatada
incluí mi poema “Canto para el Hombre Nuevo”. Y como no iba a continuar
engañada ni engañando, continué escribiendo como lo hago en La Tierra Escrita , Escalera para
Electra, Tablero, Yania Tierra, La tarde en que murió Estefanía (inédita) y
muchísimos poemas publicados en revistas, cuadernos y suplementos. Me siento
cómoda escribiendo así porque por sangre corre un recuerdo amargo de
injusticia. Papaviejo –mi abuelo- contaba que su padre negaba al régimen de y
Lilís lo mandó a fusilar en la plaza del pueblo para dar un ejemplo”.[30]
Para Aída la escritura es un compromiso muy
serio. Lamenta que muchos escritores se tomen el oficio con “figureo” y que no
pocos utilicen la literatura “para subirse por la escalera”, pasando por alto
la seriedad que conlleva hacerla. “Al menos a mí me ha costado mucho trabajo”[31],
insiste.
Las
opiniones de Aída sobre escritores y escritoras no podrían calificarse de
“complacientes”. Al contrario, cuando se le preguntaba al respecto solía
responder con frases escuetas y siempre con una pequeña dosis de ironía y
humor. Al parecer, su postura en este sentido fue agudizándose con los años,
dando a entender que: o había perdido interés por la literatura local y en
consecuencia la leía poco, o tenía la convicción de que la literatura dominicana
se hallaba estancada. Lo que siempre queda muy claro es que Aída es exigente
consigo misma y exigente con los demás. Deja la idea de que aquí no se hace el
suficiente esfuerzo, a los creadores les falta constancia y dedicación.
“El
escritor aquí es muy haragán, la mayoría no trabaja, teniendo muy buena madera”[32],
expresó en entrevista aparecida en El Caribe, 1991. Al mismo tiempo, expresó
que los estímulos de la sociedad son pocos, y escasa es la importancia que se
le da a un escritor: “Tú ves que le dan un premio Nacional a alguien y es como
si nada”, dijo.
Para
hacer novelas se precisa un buen bagaje:
““No, no, no, qué va, el novelista necesita
una cantidad de cosas tremendas, y ahora, además, de acuerdo con el tipo de
novela que va a hacer; por ejemplo, yo nunca sé el tipo de novela que voy a
hacer, se me ocurre y ya, ahí comienzo.
“Aquí hay intelectuales como veloz
Maggiolo, Manuel Rueda o Fernández Spencer, que son las vacas sagradas de la
literatura dominicana. Son gente de muchísimos conocimientos y la novela
necesita eso. Aunque sea de campo, aunque sea de vaca, aunque sea de lo que
fuere, del corral, tú sabes; pero hay que tener conocimiento”[33].
La amistad era un valor de primer orden en
la vida de Aída. En una ocasión la escuché decir que su desarrollo intelectual
se debía en buena parte a que elegía amigos de los que pudiera aprender. Creo que subyacía una especie de consejo en
sus palabras. No había que perder tiempo con quien no lo mereciera. En la que
fuera una de las últimas entrevistas -1993- que diera, posiblemente no hubo otras después,
expresó: “Yo insisto en que, aunque yo he tenido que trabajar muy duro sobre mi
formación intelectual, yo me he beneficiado (o aprendido más) de las relaciones
con los otros”[34].
Con
las mujeres poetas podía ser dura. Pero debe decirse que a pesar de su
escepticismo sobre la producción de éstas, nunca dejó de mostrar amabilidad y
atención a las mismas.
En 1989, en ocasión de una entrevista, Aída
expresó:
“La
literatura es un problema muy serio y todo el mundo no la aguanta. Por ejemplo,
“fulana” es poeta, pero poeta un día, un poema un día, esto y lo otro y un librito. Es una vida muy seria, te
das cuenta. Eso no es un juego. La poesía, la literatura en general es una cosa
muy seria, muy seria, más seria de lo que uno piensa”[35].
Alrededor
del año noventa, cuando el Taller de Mujeres Poetas (Carmen Imbert, Sabrina
Román, Dulce Ureña, Miriam Ventura y Carmen Sánchez), liderado por Chiqui
Vicioso y el Taller de Mujeres Creadoras (Marianela Medrano, Irene Santos,
Ilonka Nacidit, Nelly Ciprián y Aurora Arias), habían generado una cierta
resonancia en el país, tuvo lugar un programa en Televisión, conducido por
Freddy Beras Goico, en el que participábamos varias poetas jóvenes, Sonia
Silvestre cantaba y Aída Cartagena fungía como invitada especial. Las poetas
respondimos preguntas, charlando con obvio entusiasmo sobre la poesía, sobre
nuestra poesía. Al preguntársele a Aída su opinión sobre las poetas emergentes,
ésta empezó con una frase: “Aquí poeta soy yo…”. Era como para helar al grupo.
Sin embargo, nadie se tomó la declaración a pecho. El respeto reverencial por
Aída y la manera, inmutable y algo humorística de decir las cosas, le quitaba
carga a sus palabras. A fin de cuentas, lo que decía tenía su fundamento.
Por
ese mismo tiempo, se reseñaba en un periódico: “Ella [Aída] piensa que el país
tiene muchas escritoras talentosas, pero que “se pierden, porque para tú
escribir un libro, tú necesitas de una cultura, no tú no tienes esa cultura no
puedes hacer ese libro” (…). Dice (…) que a las jóvenes “les falta coraje para
mantenerse”. “Hay mujeres que han escrito cuatro o cinco poemas en diez años”,
agrega. También deplora la excesiva afición que presentan algunas por el
grupismo. “Yo empecé sola”, indica”. [36]
Sería
interesante indagar si las opiniones de Aída sobre la escritura de las
dominicanas habían sido distintas en otros tiempos. Es posible que estuviera
acostumbrada a ser la única mujer entre los hombres artistas y escritores, que
ello le proporcionará algún tipo de seguridad, en un medio en el que debió
abrirse camino mediante el lujo de su creación y con una tremenda disciplina
intelectual.
III.
LA RENOVACIÓN ,
UN IMPERATIVO
Me
atrevería a decir que en la década del cuarenta Aída está formando su voz
poética, hay agitación en derredor, surgen muchos y buenos poetas,
publicaciones, debates. Ella se ahonda en el lenguaje, conoce lo que de antiguo
y prometedor comprenden las palabras, piensa este proceso en su poesía. En los
años cincuenta, Aída se encuentra a sí misma en su condición de mujer poeta
navegando en un mar y un mundo mucho más complejo, sorpresivo, desafiante y
esplendoroso que el que jamás soñó. Su poesía cobra definición y fuerza
singular. Su poesía es, de algún modo, un testimonio fehaciente de los caminos
que ha recorrido a ese momento y la mirada viva sobre estos caminos.
En
Una mujer está sola, aparecido en 1955, escribió:
Es
una alegría sentirse amiga de su propia palabra
Y
acariciar el corazón de la conciencia.
…
Siento
la intimidad de conversar conmigo,
de
sentarme en otro fondo, sin nada que me espante,
y
pensar: que todo seguirá estando aquí.
…
Pero
es una alegría única
sentirse
la amiga de su propio encuentro
y
pensar que hay rostros para verlos en la ternura,
en
el amor o el odio para conocerlos.[37]
El
valor del pensamiento que necesita liberarse, el sentido íntimo de la
escritura, se expresan en “Ahora que aún vivo” (1955). Posiblemente sea la
primera vez en la literatura dominicana que una mujer, en primera persona, deja
constancia de su conciencia al respecto. Es sin dudas, una mirada moderna y
valiente:
Desde
hace tiempo mi vida ha comenzado y no se basta a sí,
y
todos mis pensamientos están como en una celda
y
hay algunos que llegan a creer quererme
y
están más cerca de mí a cada hora.
Pero
oídme, yo no me avergüenzo, y quiero
ser
procesada para poder revelarlos:
son
ellos mis hechos o mi conciencia.
Hasta
ahora los llevo con la cara sonreída,
con
la cara tonta de los que se contentan
con
la rutina de esta estación de tránsito.
Mas,
yo no soy esa cara,
ni
quiero la felicidad común
ni
estoy hecha para el festín de los profanos.
He
descubierto mis propios pensamientos
y
he buscado en ellos, y no he encontrado
nada
de muelle, ni eso que es la concordia
o
la concialiación con la conformidad.
…
No
quiero otra memoria, ni la razón ajena,
ni
la grandeza de alcanzar
las
cosas que reposan para otros.
…
También
yo soy ciertamente una mujer
con
todos sus momentos, y si no fuese así
me
sentiría hervir a voluntad ajena.
…
Todos
se han retrasado y aún espera en vigilia
esta
mujer que sola
se
compromete con sus respetos íntimos
…
Entre
el 1959 y 1962, la voz poética de Aída va a contener otro salto, es el salto
hacia el otro. Sus poemas de este tiempo se adelantan a lo que sería la tónica
prevaleciente en los poetas en los años antes y siguientes a la revolución de
1965. Algunos son una suerte de manifiesto invitando a luchar con la palabra. Aída
descubre al otro, en su dolor, aislamiento y marginalidad, y desde ahí su
mirada se vuelve sobre sí misma en su deseo de ser distinta, de expresar el
pulso de la sociedad cambiante. Los años sesenta no solo fueron tiempo de
convulsiones, esperanza, rebeldía e intensas emociones para la RD , sino para buena parte del
mundo, especialmente en Latinoamérica, Europa, Estados Unidos y el Caribe.
Aída
descubre a los otros en toda su temerosa humanidad, y hacia ellos quiere
volcarse, “secando” sus versos para imprimirle otro tipo de poder, efectivo y
nada lírico:
Mi
canto es un cesto lleno de buenos deseos para el pobre.
En
estos litorales conozco conchoprimos, jíbaros y liborios.
Conozco
pobres de New York, Londres, Viena, París…
Todos
con las mismas desventuras
destruyéndose
como insectos prensados.
Permíteme
Poeta que exprese activamente mi nostalgia
porque
el Mundo es ancho y estrecho el rincón donde mora el pobre.[38]
Sus
versos se convierten en mandato de cambio:
Poeta,
tira la tradición y el símbolo.
Tira
las sensaciones vagas, difusas, nebulosas
y
los sentimientos indecibles que perduran en el refugio
de
los valores formales.
Poeta,
el arte debe cantar del hombre su lucha y su dolor.
…
Que
tu poesía comience cuando comience la lucha.[39]
Aída
no es una mujer común, pero quiere serlo. “Bajar de la torre de marfil”, como
desea, es reencontrarse con su pueblo. Antes fue “una estrella” porque otras
mujeres no tenían la palabra:
Yo
soy como cualquier mujer de la
Isla.
Mujer
del Éxodo y del Salmo,
…
Cuando
la mujer no tenía la palabra
yo
era una estrella colgada del cielo,
de
un cielo de palomas y de lluvia
donde
la mujer es una feliz hormiga inútil
anegada
de Dios
Ahora
soy como cualquier mujer de la isla
Y
se puede llamarme con cualquier otro nombre…[40]
Aída,
a finales de los años cincuenta, tuvo una seria crisis de salud. La experiencia
de dolor atroz que sufrió debió volverla mucho más sensible y abierta al dolor
ajeno.
“Fue como en el año 1958 que tuvo una dolencia
seria. Estuvo interna mucho tiempo. Le daban unos dolores insoportables,
terribles, en toda la cabeza. Los médicos decían que el problema era se origen
nervioso. Le daban remedios para los nervios, y qué va. Luego se descubrió que
un tiempo atrás, cuando le sacaban una muela, le habían partido un nervio. Le
hicieron una operación fuerte, por el ojo… Tuvo mucha suerte porque pudo
recuperarse”[41].
En
lo adelante, Aída seguiría escribiendo poesía, pero empezaría su época de
narradora a la vez que desarrollaba un notable dinamismo cultural, como
editora, profesora e investigadora. A finales de los años sesenta produciría su
obra narrativa más importante, Escalera para Electra. A mi modo de ver, en esta
extraordinaria novela, se asientan en armónica simbiosis todas las nociones
sobre la escritura que había acunado su autora en diferentes épocas.
IV.
UNA MUJER SORPRENDE A LOS SORPRENDIDOS
Seguir
las pistas y realizaciones de Aída en la década del cuarenta es fundamental
para comprender su evolución. En estos años tienen lugar su tránsito desde Moca
a la capital, desde su labor solitaria –en el sentido estético- a su
participación en La
Poesía Sorprendida. Porque Aída, al momento de surgir La Poesía Sorprendida ,
ya había recorrido un estimable trayecto como creadora y como activista
cultural en Moca.
Dos
estampas escritas por ella y aparecidas en el Listín Diario, en 1932 y 1939,
respectivamente, dan cuenta de una mirada juvenil colmada de jubilosa fe. Debía
sentirse participante de la epifanía de la natividad cuando escribió:
“La
luz del Catolicismo brilla como un sol sin ocaso; de Belén ha soplado una brisa
que baña los espíritus educados para el bien. Por esta magnificencia se explica la fuerza misteriosa que ejerce la
luz de Belén sobre las complejidades humanas.
“Belén
es el lugar de la natividad. Allí nació el Niño Dios, como fue humilde entre
los humildes, le acostaron sobre el heno de un pesebre. Una irradiación
celestial se extendió por el mundo y soplos tibios y perfumados salían de la
gruta misteriosa. Los que tenían sed de amor, de fraternidad y de paz, sintieron
palpitar sus corazones de gozo.
“Mil
novecientos treinta y dos años. Aún parece que una onda líquida llena de
sonoridad melodiosa, se dilata sobre los más apartados rincones de la tierra y
semejante repercusión armónica parece decir: _Despierta niña, despierta, no
duermas, que esta noche es noche Buena”.[42]
“Estampas
del Congreso” reseña el júbilo en la celebración del “gran Congreso Eucarístico
Regional del Cibao” de 1939. Escribe Aída: “Las ciencias, las artes, todo lo
que alienta la Naturaleza
está sujeto a cambios, ajustándose al ritmo de las épocas. Pero la Cruz de Cristo es la misma
que que 1939 años ha, levantaron en el Calvario para crucificar al Rabí de
Galilea”. Y más adelante: “Cristo Reina, Cristo Impera, Cristo Vence, porque
Cristo es divino. Moca ha gozado el triunfo donde las multitudes proclamaron a
Cristo Rey…”.[43]
Cuenta
Olimpia Cartagena que Aída y un grupo de amigos hacían “un periodiquito” y que
año tras año era elegida como “la novia del periodismo” en Moca.
Escribe
Iván Alfonseca en su Antología Biográfica[44],
publicada en diciembre de 1942, que Aída Cartagena Portalatín, nacida en Moca,
según él, el 9 de junio de 1916, dio a
luz sus primeros versos a los 15 años de edad. Asimismo nos informa que
inicialmente publicaba bajo el seudónimo Lirio del Valle. Al momento de salir
publicada la
Antología Biográfica , Aída había publicado en “Ecos”, Listín
Diario” y “La Nación ”
(dominicanos); y en periódicos y revistas extranjeros como “Carteles”,
“Vanidades”, “Bohemia”, “Guayaquil Literario” y “La Crónica ”.
En
el 1942, según Alfonseca, Aída es vicepresidenta del Grupo América de Moca. Se
le señala también como una de las personas que fundó la sociedad cultural Lumen
en la misma ciudad.
Alfonseca
califica a Aída de “poetisa modernista”, indicando que sus composiciones “han
recibido elogios del gran poeta Carlos Alberto Fonseca”.[45]
El
poema de Aída Cartagena Portalatín incluido en esta Antología Biográfica es de
corte romántico, poema un tanto ajeno a la Aída más conocida. Vale la pena leerlo para
observar cómo en sus libros, posteriormente, se difuminaría ese acento para dar
paso a una poesía rica en imágenes sugerentes, en la que el ser se manifiesta
con un conocimiento que atenúa o maneja las aristas sentimentales (o también
podría interpretarse como paso de una cierta inocencia de los sentidos, hacia
una mirada pulida por el intelecto y la experiencia), para ganar profundidad y
sustantiva expansión.
Poema
del Vencimiento
Nada
importa que aún no me quieras,
¡tú
tendrás que quererme!
¡Yo
seré afanoso gusanito de seda
en
tu vida… y en tu corazón!
Nada
importa que aún no me quieras,
¡tú
tendrás que quererme!
¡Tejeré
con mi seda una malla,
donde
caerá prisionera
tu
altiva pasión!
Antes
y durante la poesía sorprendida
Desde
el principio, Aída será una de las figuras importantes de la Poesía Sorprendida ,
ganándose rápidamente el reconocimiento y respeto de los hombres que
encabezaban el movimiento. Esto no deja de sorprender si observamos que era de
provincia, única mujer en el grupo y, por lo menos hasta que no se documente
algo distinto, la primera mujer que se reconoce parte de un movimiento
literario.
Es
un grupo en el que la escritora mocana parece encontrar las afinidades deseadas
en cuanto a curiosidad intelectual, apertura al mundo e innovación. Se trata de
coincidencia, alineación, entre escritores que efectivamente están movidos por
aspiraciones análogas, ganas de respirar aires renovados, impulso de abrir el
alma hacia la totalidad de la cultura, con sus tanteos, rupturas y hallazgos
vanguardistas y modernos. Es tal vez el momento en que, por la conmoción de la
sensibilidad, la conciencia del agotamiento espiritual y la disposición para la
búsqueda, el enlace y la labor exigente, se observa con más claridad el
surgimiento de una generación en la poesía dominicana.
Que
allí estuviera una mujer no es fortuito, que fuera Aída Cartagena Portalatín,
tampoco. Los años treinta fueron de intensa actividad feminista en la República Dominicana.
A principios de esa década nació la Acción Feminista Dominicana, que se ramificaría
hacia las más importantes provincias. (Como ya hemos visto, Aída no estuvo al
margen de estos eventos). Las protagonistas de este movimiento eran maestras,
escritoras, pintoras, profesionales de distintas áreas. Puede hablarse, sin
lugar a dudas, de que es este el tiempo en que la mujer dominicana despierta a
su conciencia humana, compleja y germinativa. Ya se sabe, este movimiento, en
sus estructuras y líderes, pasó a ser un elemento más de la propaganda y la
acción ultra conservadora de la tiranía trujillista. Pero la conciencia de ser
mujer y de las potencialidades reconocidas han cambiado. En el 1942, las
dominicanas adquieren sus derechos civiles. Pueden elegir y ser elegidas. Sin
embargo, no es esto, a mi modo de ver, lo más relevante. El cambio irreversible
ha empezado a producirse en la palabra escrita, en la mirada sobre las cosas,
en la percepción de un espíritu rebosado de promesas y poderes. Es ahí, en la
rígida cultura, en el ser que ha yacido como una brasa bajo una gruesa capa de
cenizas, en la voz habituada a la palabra monótona y sumisa, donde se produce
la alteración indetenible. Abigail Mejía, Ercilia Pepín, Evangelina Rodríguez,
Celeste Woss y Gil, Delia Weber, son algunos de los nombres que hay que recordar,
obligatoriamente. Cada una distinta de la otra en origen social y camino. Todas
compartiendo ese viraje epocal experimentado en sí mismas con gozo a veces
verdaderamente desgarrador o alucinado.
En
los años cuarenta del siglo XX, el feminismo de los años veinte y de los
primeros años del treinta está de capa caída. Se ha apagado y sin cesar se
diluye en la retórica oficial. No es para nada lo mismo. Lo realizado
anteriormente, empero, no dejará de influir.
En
años subsiguientes, en la prensa, encontramos noticias de equipos de béisbol
femenino, de equipos de soffbol, una orquesta de mujeres, una reseña que
refiere cómo las mujeres están llenando la matrícula de Derecho en la Universidad de Santo
Domingo. Encontramos a jóvenes, como Carmen Natalia Martínez, Minerva Mirabal,
Josefina Padilla, entre otras, colocadas en la más ardiente y peligrosa
resistencia antitrujillista.
Aída
Cartagena Portalatín, tal vez por sus condiciones naturales, es una de las más aprovechadas herederas de
una nueva actitud de las mujeres ante la libertad y ante el conocimiento.
Actitud que promovieron, practicaron y defendieron muchas dominicanas, a un precio altísimo.
Aída
es la muestra de la mujer inteligente, aguerrida, laboriosa, con alta
definición en sus metas intelectuales, dotada de instinto creativo y gusto por
el descubrimiento y la aventura espiritual, cualidades que hallarían cauces en
su poesía, en sus viajes, en sus amistades con poetas y pintores. (Una vez la
escuché decir que una de las claves de su desarrollo intelectual fue que solo
buscaba y sostenía amistad con personas de las que podía aprender. Aunque, como
me contaría su hermana Olimpia, esto no era totalmente cierto, pues cultivó y
mantuvo hasta la muerte vínculos cuyo valor casi único era el puro afecto).
Entre
el 1943 y el 1953 transcurre para la poeta un tiempo decisivo, de intensa labor
creativa, difusión y reconocimiento de su obra poética. Los hechos de esta
etapa marcarán toda su vida. En esta década traba importantes amistades con
intelectuales y artistas. Participa desde los inicios en La Poesía Sorprendida ,
publica tres de sus libros fundamentales: Vísperas del Sueño (1944), Del Sueño
al Mundo (1945) y Mi Mundo el Mar (1953). Publica poemas, de manera regular, en
la revista de los sorprendidos y en los periódicos. También, en este lapso viaja a París, donde
cursa un postgrado en Museografía y Teoría de las Artes Plásticas en la Universidad Louvre. Se trata de la plenitud de la
poeta. Se va descubriendo y viaja más allá del amor, hacia el descubrimiento
del mundo.
La poesía sorprendida: un acontecimiento
Es
imposible hablar de Aída sin adentrarse en lo que fue el movimiento de la Poesía Sorprendida.
La revista La
Poesía Sorprendida , cuyo surgimiento se ha calificado como
“el mayor acontecimiento de este periodo”, se funda en 1943 y estará saliendo
hasta el 1947. Sus fundadores se enorgullecen de que “128 firmas de 27 países
diferentes” publican en ella. Entre las firmas dominicanas se destacan dos
poetas, ya bastante conocidas por entonces, son la petromacorisana Carmen
Natalia Martínez, cuyo vínculo con el movimiento fue esporádico, y la mocana
Aída Cartagena Portalatín, que habría de convertirse en una de las voces
poéticas más poderosas del grupo.
Los
fundadores de la revista son el chileno Alberto Baeza Flores y los dominicanos
Franklyn Mieses Burgos , Mariano Lebrón Saviñón y Freddy Gatón Arce. Como
artista gráfico, será notoria la colaboración de Fernández Granell.
Del
impacto que produjo la poesía sorprendida, Flérida de Nolasco, coetánea de los
sorprendidos e influyente ensayista e investigadora, nos ofrece la siguiente
visión:
Después
del movimiento que se inició hacia 1920 conjuntamente en España y en América,
adoptó la poesía una expresión que se colmase en ensartar metáforas sobre metáforas.
Con alarde se mantiene este lenguaje entre nosotros con la última renovación de
nuestra expresión poética, en el grupo que a sí mismo se dio el nombre de
Poesía Sorprendida. ¿Sorprendida? ¿o sorprendente? Porque[46]e
en verdad, ella fue la que nos llenó de sorpresa, con expresiones a veces nunca
oídas. Pensamiento enmarañado y nebuloso, que fue ventura para nosotros que se
aclarara cuando se le metieron, entre las espesas telas de araña, los rayos
lumínicos de un sol lejano que no evidenciaba groseramente los objetos; pero
que nos los hacía perceptibles. Persistió y persiste todavía el tono grisáceo,
el plateado de luna, de luna en creciente luminosidad. Y tenemos a una Aída
Cartagena Portalatín, a un Rafael Américo Henríquez, a un Freddy Gatón Arce, a
un Fernández Spencer, que inicia resonantes triunfos en Madrid… Y tenemos a un
Franklyn Mieses Burgos, cuya obra, ya publicada en manojo de selección, puede
ser espaciosamente estudiada.
En
el número IV de la revista, Aída publica el poema “Sed del dolor”[47]. Sus colaboraciones se hacen regulares.
A
ojos vista, este poema guarda una gran diferencia con el publicado en diciembre
1942 en la antología de Iván Alfonseca. Este cambio en Aída la asemeja, en
actitud, a Gabriela Mistral, quien escribiera: “Una en mí maté/ esa no la
quería”, haciendo distancia con el romanticismo y la turbulencia emocional que
cobró la vida y la salud de extraordinarias poetas durante el siglo XX,
víctimas de un fatal sentimentalismo enraizado en la educación femenina.
Los
años 1944 y 1945 serán decisivos y marcarán la gran poeta en la que se ha
convertido Aída. De haberse difundido en la región sus poemarios de estos años,
habría sido una de las voces femeninas notables del continente.
Pero
hay que señalar que en los poemas de la poeta mocana la soledad y el dolor
seguirán siendo temas recurrentes, sólo que éstos no la dominarán a ella, sino
que la escritora los someterá a los propósitos de belleza, fuerza y profundidad
en su poesía.
La
importancia de Aída, solitaria y sagaz mujer en La Poesía Sorprendida ,
puede medirse en su primer libro, Víspera del sueño; el segundo de “Ediciones La Poesía Sorprendida ”,
publicado en 1944 –El primer volumen de estas publicaciones de La Poesía Sorprendida
correspondió a Franklyn Mieses Burgos. Al año siguiente, en la Colección “El Desvelado
Solitario”, también del mismo movimiento literario, apareció el segundo libro
de poesía de Aída: Del sueño al mundo. Manuel Rueda fue el primero que publicó
en esta colección. De manera que, en las publicaciones del movimiento son
Franklyn Mieses Burgos, Aída Cartagena Portalatín y Manuel Rueda los poetas
privilegiados, inicialmente; lo cual no me parece que fuera casualidad, sino
que de algún modo era una muestra de la valoración que había de estos poetas. Y,
si lo vemos desde aquí, podríamos decir que no se equivocaban.
La
revista La Poesía
Sorprendida era dirigida por una Junta de directores y
editora, a la que se agregaba una Junta de Colaboración. En 1945, Aída
Cartagena es incluida en esta última.
Valoración de Aída
En
la introducción a Víspera del sueño, firmada por La Poesía Sorprendida ,
o sea que es un juicio del grupo, se supone, se establece:
“La Poesía Sorprendida ,
al iniciar sus ediciones, entrega el primer libro de Aída Cartagena Portalatín,
sabiendo que aporta a la lírica femenina dominicana contemporánea una voz de
indudable valor, y el primer ejemplo de una obra poética desvelada y
entrañable.
“…
Su obra actual asigna una libertad a la imagen que va de los clásicos a ciertas
zonas oníricas, las primeras que aparecen en la poesía dominicana
contemporánea.
“La Poesía Sorprendida
se enorgullece al entregar “Víspera del sueño” en su colección “El desvelado
Solitario”, sabiendo que habrá de tomarse en cuenta esta obra en cualquier
panorama lírico antillano realizado con verdad seria y poética profunda”. [48]
En
la mencionada introducción también se dice que la colaboración poética de Aída
“ha sido muy parca siempre” y que ella reside en la capital de la República “y actualmente
continúa su juventud una soledad, de trabajo poético y de silencio”. Lo cual
podemos interpretar como que la poeta no era dada a publicar con frecuencia,
situación que variará totalmente con La Poesía Sorprendida.
Vale
la pena advertir en los juicios citados, a propósito de este primer libro de
Aída, la originalidad y “entrañable” poética que los sorprendidos han visto en
la poeta.
En
1945, solo un año después, en la introducción al segundo libro de la poeta
mocana, Del Sueño al Mundo, “La Poesía Sorprendida ”, refiere una obra “crecida,
firme”, observando “una rigurosidad que se torna más resuelta, absoluta y pura”
que, aunque se alejaba un tanto de “ese candor temblorosamente lírico de
sorprendidos milagros de su primer libros”, posee una rigurosidad formal más
estricta. “La línea fervorosa es estricta, colorida, diáfana, nada de
anecdótica ni fácil y el ímpetu se marca puro, aireado, depurado y sorpresivo,
pautando toda una zona de la poesía femenina dominicana”.[49]
De
los comentarios anteriores, toca resaltar que las comparaciones de la poesía de
Aída tomaban como referencia “la poesía femenina”, “la lírica femenina”, “las
poetisas”, aunque, por otro lado, se la
destacaba en el panorama antillano. Asimismo, puede notarse que a ella la consideraban
una auténtica “sorprendida”.
Sin
embargo, a pesar de la notoria presencia de Aída en el medio cultural
dominicano –en particular en el movimiento de La Poesía Sorprendida ,
su revista y otras publicaciones, así como en las publicaciones más o menos
frecuente en periódicos, en los años cuarenta- y de la innegable originalidad y
valor de su poesía, asombrosamente, es omitida en obras importantes de la época
que abordan y enjuician la poesía de ese tiempo.
De
paso, así como Aída es una integrante activa y de presencia constante en La Poesía Sorprendida ,
brilla por su ausencia o parquedad en otras publicaciones de bastante
importancia.
Con
motivo del Centenario de la
República se publica, en 1944, la Antología de la
Literatura Dominicana[50].
El primer volumen está dedicado a la poesía, el segundo a la prosa.
Poetas
mujeres incluidas son: Josefa Perdomo (1834-1896), Salomé Ureña (1850-1897),
Virginia E. Ortea (1866-1903) y Altagracia Saviñón (1866-1942).
La
omisión de Aída Cartagena y la de Carmen Natalia Martínez resulta algo muy
notorio, que lleva a distintas conjeturas:
a)
Aída Cartagena aún no era tan conocida.
Hay que tomar en cuenta que la referida antología debió prepararse antes de
1944, ya que salió en febrero de ese año. Todo indica que el ascenso de la
poeta mocana, “su salto” se produce a partir del 1944. Sin embargo, ¿por qué no
se incluye a Carmen Natalia, cuyos poemas eran frecuentes en las páginas de las
publicaciones periódicas, como en La
Nación ? (pudimos comprobarlo en los años 1941-1942).
b)
En los dos casos se trataba de mujeres
que, según los criterios políticos prevalecientes, muy bien pudieron ser
tildadas de “malcriadas”, debido a su independencia. Carmen Natalia se
destacaría como antitrujillista unos años más adelante. Aída era desafiante y
afirmada, su vida misma hablaba de libertad. ¿Podían “molestar” los sensibles
egos autoritarios?
c)
¿Ignorancia del antologador? O ¿no eran
de su gusto los poemas de ellas?
En
la revista Altiplano, cuyo primer número salió en abril de 1948, dirigida por
Iván Alfonseca, Darío Suro, Mario Martínez, Federico Pérez, N.B De Castro Noboa
y E. Mejía Arredondo, no aparece Aída en ninguno de los doce números que vieron
la luz. Aunque eran públicas las diferencias que sostenían sus fundadores con
los sorprendidos, en ella publicaron Franklyn Mieses Burgos, Mariano Lebrón
Saviñón y Freddy Gatón Arce. Flérida de Nolasco e Hilma Contreras colaboraron
con Altiplano.
No
es posible establecer si Aída no publicó en Altiplano porque no fue invitada a
colaborar, o si fue ella quien lo evitó. Dada la manera de Aída, no es
descartable que practicara una lealtad un tanto excesiva hacia La Poesía Sorprendida
y su revista. Las diferencias entre los sorprendidos y los altiplanistas fueron
reseñadas por la prensa de entonces. Mientras que el grupo Altiplano, en el primer
número de la revista, en lo que se puede leer como una reacción a la estética y
conceptos de los sorprendidos, hizo constar que:
“no es el órgano de un grupo ególatra o
minoritario que pretenda sostener los pilares de la cultura nacional, o la
escuela que marque los popes del arte o de la literatura actuales, sino la
expresión del ancho sentir de toda actividad espiritual…
“Cultura
sí con resonancia histórica, pero desde nuestro centro inmanente vital y
espiritual.
“Creemos
en aquel arte que brota de la más oculta arcilla humana, arraigado en su
tradición y ambiente naturales, siempre inmerso en los problemas propios del
hombre. Odiamos malabarismos artísticos y abstracciones metafísicas, que sólo
sirven para “epatar burgueses y para ocio de filósofos insustanciales… Porque
confundir el arte con el artificio, la esencia con el accidente, lo intrínseco
con lo extrínseco o, en fin, lo finito con lo infinito, es como querer reducir
la cualidad a cantidad…
“Arte
intelectual, de sentimiento o volición, es pura palabreja escolástica en
desuso”.[51]
A
lo que, a ser interpelado por un periodista, respondió Franklyn Mieses Burgos:
“La Poesía Sorprendida
surgió en un momento de crisis del espíritu humano, durante la Guerra. En un momento
en que parecía que los hombres estaban separados por nacionalismos estéticos,
políticos y sociales. En esta isla, la Poesía Sorprendida
surgió con un lema que explicaba la razón de su existir: Poesía Universal con
el hombre.
“Nos
proponíamos así, buscar el estado natural del hombre, que es la poesía. Para no
desmentir esta norma con que aparecimos, en toda nuestra labor no hicimos
distinciones raciales, ni de credos ni de clases, sino de posiciones estéticas,
y de rigor en la labor espiritual del hombre, para quien lo importante es su
propia creación.
“Creemos
que esta es la posición que corresponde a toda labor artística que quiera
mantenerse dentro del espíritu y las apetencias de nuestro tiempo. Cualquiera
otra actitud, deber considerarse como ajena a la verdadera posición que ha de
asumir un trabajador del espíritu”. [52]
En
la Antología Poética
Dominicana de Pedro René Contín Aybar[53],
quien hizo un “paréntesis femenino”, que abarcó a: Altagracia Saviñón, Livia
Veloz, amada Nivar de Pittaluga, Delia Weber, Concha Benítez de Valera y Martha
María Lamarche. También Carmen Natalia Martínez y Aída Cartagena Portalatín
fueron inexplicablemente ignoradas.
Aunque
pueda calificarse de una conjetura peregrina, no puede una evitar pensar que
precisamente esas dos poetas eran las que tendían a alejarse, de distintas
maneras, de los cánones. Más Aída que Carmen Natalia. No producían el tipo de
poesía que gustaría a un crítico conservador.
V. ESCALERA PARA ELECTRA
Queda pendiente volver a la Aída narradora, con el fin de
resaltar lo que a mi modo de ver es su obra mayor, la novela Escalera para
Electra. Si entre los cuarenta y el comienzo de los sesenta vislumbramos dos
posiciones, percepciones o propuestas en torno a la poesía y literatura
(lirismo y realismo social), entre las que oscila la producción de la creadora,
en Escalera para Electra la inteligencia su encuentra el centro, que implica
todas las demás nociones y exploraciones, logrando una obra extraordinaria.
La académica
Linda María Rodríguez Guglielmoni, ha calificado la novela Escalera para
Electra como “El texto perdido del Boom latinoamericano”.[54]
Para
muchas de las preguntas sobre la poeta y narradora mocana no hay respuestas.
Todo tanteo y análisis, como al fin y al cabo debe ser tratándose de una poeta,
se vuelve materia de una conversación con el temperamento y las obras que la
hicieron famosa, remitiéndonos a un espíritu que desde muy temprano supo lo que
quería ser y se dedicó a lograrlo.
[1] Entrevista a Olimpia Cartagena, años 2000. Ángela Hernández.
[2] Ídem.
[3] Entrevista a Olimpia Cartagena. Ángela Hernández. Año 2000.
[4] Ídem.
[5] Entrevista a Olimpia Cartagena. Ángela Hernández. Año 2000.
[6] Ídem.
[7] Ídem.
[8] Manuel Rueda. Isla Abierta, periódico Hoy. 1 de julio de 1994.
[9] José Alcántara Almánzar. Isla Abierta, periódico Hoy. 1 de julio de
1994.
[10] José Alcántara Almánzar. Aída Cartagena Portalatín. “Yania Tierra”
y el Testimonio. Revista Ahora No. 930. 21 de septiembre de 1981. Págs. 36 y 37
[11] El escritor aquí es muy haragán”. Entrevista a Aída Cartagena
Portalatín por Francisco Ortega. El Caribe, 29 de junio de 1991. Pág.5.
[12] El escritor aquí es muy haragán”. Entrevista a Aída Cartagena
Portalatín por Francisco Ortega. El Caribe, 29 de junio de 1991. Pág.5.
[13] Esta información, la referida a la UNESCO , es imprecisa.
Deberá ser mejor establecida en el futuro. ¿Cuál era la función de Aída? ¿Por
cuánto tiempo? ¿Cuáles fueron las circunstancias?
[14] Entrevista a Aída Cartagena Portalatín por Carolina González. Callaloo. Volumen 23, Number 3. Dominican
Republic Literatura And Culture. The Johns Hopkins University Press. Año 2000.
Pags. 1080-1085.
[15] Manuel Rueda. Isla Abierta, periódico Hoy 2 de febrero 1990, Pág.
2.
[16] Mejía, Abigaíl. Obras
Escogidas (1), p. 541.
[17] Veloz, Livia. Historia
del Feminismo en la República Dominicana, p. 15.
[18] Conferencia ofrecida
por María Elena Muñoz en el año 2008: «Propuesta de investigación sobre la
Federación de Mujeres Dominicanas y su participación en los procesos de
democratización en la RD. 1961-1965».
[19] María Elena Muñoz en la conferencia citada.
[20] Aída Cartagena. Listín Diario 9 de junio de 1931. Pág. 5
[21] Manuel Ruedas. Suplemento Cultural Isla Abierta. Periódico Hoy. 1
de julio de 1994.
[22] Daisy Cocco de Filippis. La mujer dominicana y el quehacer
literario”. Coloquio. Periódico El Siglo. Sábado 21 de octubre de 1989. Pags. 2
y 3.
[23] http://www.latinartmuseum.com/portalatin.htm
[24] José Alcántara Almánzar. Revista Ahora No. 930. 21 de sep. 1981.
Pág. 36
[25] Ídem.
[28] “Poema”.
Revista La Poesía Sorprendida.
Nº XV, julio de 1945. Publicaciones y
Opiniones de La Poesía Sorprendida.
Universidad Central del Este. Volumen LXX. San Pedro de Macorís. 1988. Serie
Literaria. Pág. 275
[30] “Yania Tierra” y el Testimonio. Entrevista a Aída Cartagena
Portalatín por José Alcántara Almánzar. Revista Ahora, No. 930. 21 de
septiembre de 1981. Pags. 35-38.
[31] Aída Cartagena Portalatín… por Francisco Ortega. El Caribe, 29 de
junio de 1991. Pág. 5
[32] “El escritor aquí es muy haragán”.
Entrevista a Aída Cartagena Portalatín por Francisco Ortega. El Caribe,
29 de junio de 1991. Pág.5.
[33] Entrevista con Aída Cartagena
Por
Milcíades Frías Jiménez
Coloquio.
El Siglo. Sábado 25 de noviembre 1989
[34] Entrevista a Aída Cartagena
Portalatín. Carolina Gonzáles. Callaloo
Volumen
23, Number 3. Dominican
Republic Literatura and Culture.
The Johns Hopkins
University Press
2000.
Pág. 1080-1085.
[35] Entrevista a Aída Cartagena.
Milcíades Frías Jiménez
Suplemento
Coloquio. Periódico El Siglo. Sábado 25 de noviembre 1989.
[36] “El escritor aquí es muy haragán”. Entrevista a Aída Cartagena
Portalatín por Francisco Ortega. El Caribe, 29 de junio de 1991. Pág.5.
[37] Aída Cartagena Portalatín. Obra poética completa (1944-1984).
Compilador: Miguel Collado. Colección Biblioteca Nacional. Santo Domingo,
República Dominicana 2000. Pags. 114-115.
[38] Aída Cartagena Portalatín. Obra poética completa (1944-1984).
(Cantos para el hombre nuevo 1959-1961). Compilador: Miguel Collado. Colección
Biblioteca Nacional. Santo Domingo, República Dominicana 2000. Pág. 163.
[39] Aída Cartagena Portalatín. Obra poética completa (1944-1984).
Compilador: Miguel Collado. Colección Biblioteca Nacional. Santo Domingo,
República Dominicana 2000. Pags. 164-165.
[40] Aída Cartagena Portalatín. La Voz Desatada
(1960). Obra poética completa
(1944-1984). Compilador: Miguel Collado. Colección Biblioteca Nacional. Santo
Domingo, República Dominicana 2000. Pág. 138
[41] Entrevista a Olimpia Cartagena. Ángela Hernández. Año 2000.
[42] Aída Cartagena Portalatín. “Estampas de Navidad”. Listín Diario. 25
de diciembre de 1932. Pág. 8
[43] Aída Cartagena Portalatín. “Estampas del Congreso”. Listín Diario
23 de abril de 1939. Pág.
[44] De la antología que comentamos, nos llamó la atención las mujeres
incluidas, además de Aída Cartagena Portalatín, algunas de las cuales
desconocemos: Blanca Estela Mejía de Prestol, Dolores B. de Expósito, Carmen
Lara Fernández, Carmen Natalia Martínez, Estela Fernández de Simó, Victoria
Jimenes Rivera y Ana Quisqueya Sánchez.
[45] Antología Biográfica. La juventud de Santo Domingo en la poesía
contemporánea. 1924-1942. Iván Alfonseca. Impreso por la Editorial Claridad.
Buenos Aires. Pág.
139
[46] Rutas
de Nuestra Poesía. Flérida de Nolasco. Impresora Dominicana. Ciudad Trujillo.
1953. Página 138
[47] Revista
La Poesía Sorprendida.
Nº IV. Febrero 1944. Isla Española. República Dominicana. Ciudad Trujillo.
[48] Víspera
del Sueño. Ediciones “La
Poesía Sorprendida ”. Colección “El Desvelado Solitario”.
Ciudad Trujillo. República Dominicana. Antillas Mayores. 1944.
[49] Del
Sueño al Mundo. Ediciones “La Poesía Sorprendida ” Colección “El Desvelado
Solitario”. Ciudad Trujillo. República Dominicana. Antillas Mayores. 1945.
[50] Antología
de la
Literatura Dominicana. Colección Trujillo. Centenario de la República 1844-1944.
Serie IV Literatura. Volumen I, edición del gobierno dominicano. Impreso en
Santiago de los Caballeros. Editorial El Diario. Febrero 1944.
[51] Revista Altiplano Nº 1. Abril 1948. Ciudad Trujillo. República
Dominicana. Página 2.
[52] Poeta
Sorprendido Señala Diferencia con “Altiplano”. Mieses Burgos Define Ideología
De Su Grupo. P.A. Reyes Vargas. El Caribe, 8 de junio de 1948. Página 13.
[53] Antología
Poética Dominicana. Pedro René Contín Aybar. Librería Dominicana. Ciudad
Trujillo R.D. 1951.
[54] Linda María Rodríguez Guglielmoni. Estudio incluido en la edición
de Escalera para Electra de Editorial Letra Gráfica. 2004. Colección Novelas de
Siempre. Santo Domingo.