Leona, o la fiera vida: la revelación de un singular
universo
Por Pastora Hernández
En Leona, o la fiera vida, Ángela Hernández Núñez
nos muestra una comunidad, llamada Quima, que desarticula muchos esquemas sobre
la realidad rural. Desnuda sus interioridades a través del desfile de sus muy
bien elaborados personajes, así como de la descripción de su geografía y
ambiente. Nos inserta a Leona, su personaje central, en ese espacio; con sus
conexiones e interacciones muchas veces sorprendentes. Leona es inteligente,
imaginativa, exploradora y con una gran fuerza vital. Desde el principio de la
narración una siente una enorme simpatía por ella. No solo conocemos en
detalles a la comunidad, sino que también conocemos el espacio urbano en que se
desenvolverá la protagonista. Su periodo de adaptación, su lucha contra fuerzas
adversas, malignas, y su capacidad de sobrevivencia con dignidad, anhelos por
la vida y amor por sus seres queridos. Leona a la hora de defenderse se muestra
como una fiera, rindiendo tributo a su nombre y carácter.
Ángela muestra
también su gran maestría en el manejo del lenguaje, tanto urbano como rural, y
un profundo conocimiento de ambos espacios.
Imaginación y
realidad se entrecruzan ofreciéndonos un cuadro digno de ser contemplado. La
novela tiene un final sorprendente y abierto. Late en toda ella la esperanza,
bondad y comprensión, así como las complejidades de un mundo urbano azotado por
la guerra de abril de 1965. En ese contexto, conocemos la crudeza y las fuerzas
que lo mueven, de una forma que quizás nunca hubiéramos imaginado.
Ángela configura personajes bien complejos, como es el
caso de Lorenzo, su hermano mayor. Casi al final, cuando este retorna a Quima
obligado por las circunstancias de la guerra, entre él y su madre Beba tiene
lugar una conversación clave que descifra y nos da a entender los motivos de su
mal carácter y odiosidad. Es una escena conmovedora. Ya antes Leona lo había
visto desde su escondite, haciéndole gracia a su hermanito pequeño. Esto
cambiaba la imagen que tenía de su hermano, pues le revelaba un rasgo amoroso
que escondía tras su máscara de dureza.
En vísperas de la guerra, Leona retorna a Quima con su
mundo más ampliado, con las buenas y malas experiencias que vivió en Santo
Domingo. Regresa más imaginativa y madura. Este retorno lo marca un acentuado
lenguaje poético y unas vivencias muy singulares, una nueva forma de
relacionarse e intimar con su madre, con Noraima y demás hermanas.
Así pensaba y se emocionaba Leona cuando retorna a Quima:
Ah! ¡Qué deleite, el reencuentro! Ebria. Fresca. Rebullía
y me desdibujaba en las receptivas cadencias y el íntimo perfume resultante de
híbridas interacciones. Me hablaban, estoy segura. Sobre mi cabeza y brazos
extendidos por la ventanilla, vertían su memoria de clorofila, minerales y
rocío; sus cíclicos movimientos, sus germinantes sombras. Y en los bordes de
luz, y en las huidizas cortezas parlantes, entreveía a Emilio, Beba y a mis
hermanas, a Antonio; Florinda, Manuelico, Asunción, Ballilla, Martina...,
raicillas cálidas con las que mi alma se adhiere al mundo.
En los personajes más complejos, especialmente en Lorenzo
y Noraima, descansa la revelación de notables verdades y la resolución de
partes importantes de los nudos de
tensión de la novela. Por otra parte, Virgilio es el hermano revolucionario, el
que avivó la imaginación, el ausente que todas recuerdan amorosamente, el
preferido de Beba, el preocupado por su familia. Afectuoso, inteligente y
responsable, también se ocupa de ayudar económicamente a Beba cuando puede,
aspecto muy importante dada la precariedad en que, con dignidad, se desenvuelve
la madre para mantener a flote su familia.
La novela está matizada por ese hálito de poesía,
expresada de una forma muy natural y hermosa, en la voz de su protagonista como
dije anteriormente. Veamos una muestra más:
Fragmento del cuadro "Manuscrito" (año 2000) de Ángela Hernández Núñez |
Me hundí en un minuto interminable de lágrimas que caían
en un abismo de misterioso y total amor, cercano al que por momentos me
suscitaba Emilio.
Leona, o la fiera vida también exhibe toques de humor,
expresados en los más variados y graciosos cuentos que desataron los
participantes en un banquete que ofreció Leona, cuando sus condiciones se lo
permitieron.
La narración mantiene un atractivo ritmo, desde el
principio hasta el final, manteniendo vivo el interés en su lectura. Como dice
Umberto Eco: “Una gran novela es aquella en que el autor siempre sabe dónde
acelerar y dónde frenar y cómo dosificar esos golpes de pedal dentro del marco
de un ritmo de fondo que permanece constante.”
Ya antes, Ángela
nos había deleitado con sus novelas Mudanza de los sentidos, Metáfora del
cuerpo en fuga y Charamicos. Desde mi punto de vista Leona, o la fiera vida, es
su obra cumbre. Con estas palabras invito a su lectura y disfrute.
(Artículo publicado en la revista Vetas, Rep. Dominicana, marzo 2014).