CHARAMICOS
ÉPICA DE LA REVOLUCIÓN "INMINENTE" QUE NO LLEGÓ A SER
A Trinidad, del fértil Cibao y a Ercira, originaria de una zona misérrima del suroeste, la atmósfera reinante en la capital las cautiva, las espolea a involucrarse. Distintas en notables aspectos, comparten, sin embargo, magnetismo personal, ingenio, ganas de justicia y voluntad de avanzar a toda costa, admirables atributos que pueden atraerles el desastre. (Eliminación selectiva es, en esos años, política de Estado).
Las dos universitarias, cargando con intrigantes y tortuosas historias familiares, avanzan por laberintos de luces cegadoras y sombras siniestras. En un cerrar y abrir de ojos, se hallan encarnando algún dorado desafío, “algo grande”, tan arduo como hipnótico, nudo de contradicciones y enérgicos llamamientos. Oleaje y hoguera es el lenguaje de la época. Y ellas bracean enfervorizadas por visiones de libertad, conocimiento, transformación.
Trinidad, Ercira, Hormelo, el Hombre-Brújula, el padre Amir, Gilbert, entre otros personajes, acaso encarnan una insólita lucidez, o así lo intuyen, y se exponen a ser aniquilados por los depredadores de turno. Nadie, nada, escapa a los designios de las circunstancias, al aguijón de la historia. Rumores inducen al tropiezo, al dilema. Operaciones represivas inoculan el miedo. Se exacerba la astucia cuartelaria.
Propensiones y acaeceres de signos contrastantes se entretejen en la ciudad ruidosa y en la muda intimidad. La incandescencia del pensamiento, el remozamiento de la academia, la sordina de los sueños, el valor puesto a prueba, afanes, espejismos, camaradería. Se celebra y se sufre el concierto de las confluencias, ascensos, cuarteos, lasitudes, enardecimiento y proyecciones. Y, con todo, sobrepujan los exultantes arrojos del amor, la lozanía de la creación deslizándose en sensaciones e incidentes como el agua que transita por pedregales evidenciando su intrínseco poder.