Muchos mundos, muchos cielos

El diseño bien elaborado de dos grandes historias que se entrecruzan para erigir una tercera historia, no definitiva, es lo que constatamos al sumergirnos en la lectura de la novela Charamicos, escrita por la narradora, poeta y ensayista Ángela Hernández Núñez (Bella Vista, Jarabacoa, República Dominicana). Esa tercera versión no es definitiva porque la última habrá de tenerla el lector, quien, basado en la organización del mundo que él realice a través del lenguaje, contará con la virtud de reorganizar el significado de la anécdota a su imagen y semejanza. Cada lector habrá de recrear una novela diferente. Aun así, ese hipotético lector habrá de partir de una historia que está ahí, en las páginas del libro, creada con una intencionalidad, una ideología, una visión del mundo también únicos: las de la autora.

La novela Charamicos teje dos historias fundamentales, superpone dos mundos: las historias de las jóvenes universitarias Ercira Sánchez y Trinidad, procedentes de dos universos geográficos diferentes (el Sur profundo y el Cibao); historias que convergerán en un tercer orbe emocional-geográfico: la ciudad de Santo Domingo, especialmente el campus de la Universidad Autónoma de Santo Domingo. El universo rural ha sido declarado desde el primer párrafo y, en él, también aparecen varias de las estrategias narrativas diseñadas por Ángela Hernández Núñez:

El primero de marzo, el cielo se desplomó, inundando zonas bajas. Tuvimos que llevar la cerda con sus crías al interior de nuestra vivienda. Por la mañana, fue una pesadilla devolverlas a la pocilga en medio del lodazal. De la lechuga y el cilantro quedó nada. Usamos botas de goma para ir a recoger las pocas vainas de haba y lechosas nuevas que habían sobrevivido. El sol, a las pocas horas, quemaba como si Dios lo estuviera atizando. El ocaso, de colores que mareaban, fue testigo de la vuelta a la normalidad del pueblo. (1)

El orbe campesino, la influencia de la naturaleza y las comparaciones inesperadas colman de ingeniosidad las páginas del libro. Es necesario subrayar, al mismo tiempo, el carácter testimonial de Charamicos; podemos aludir a la propia experiencia de la autora como parte de la historia narrada, a las muchas figuras históricas de la época testimoniada: Amín Abel Hasbún, Joaquín Balaguer, Ho Chi Minh, Che Guevara, Mao Tse Tung, Camilo Cienfuegos; también, a las instituciones históricas: Juventud Democrática Dominicana, Unachosín, Movimiento Renovador, URSS, 1J4, Bahía de Cochinos, Vietnam, la CIA). Son notables, además, las estampas pueblerinas, gastronomía incluida: “Pensé, a modo de consolación, que cuando cantaran los gallos ya tendría listo nuestro desayuno favorito: batata asada, huevos fritos con la yema blanda, jarras de avena con nuez moscada, canela, miel y una cascarita de limón.”

En Santo Domingo, el escenario varía, ya no estamos en Sajona o en los confines del Sur, sino en Güibia, en la Zona Colonial, Gascue, hospital militar de San Isidro, Villa Consuelo, Colegio La Salle, liceo Juan Pablo Duarte… en la Uasd. En el ambiente universitario las referencias culturales y artísticas se transforman: la preferencia de poemas y canciones privilegia los llamados autores comprometidos, como Pablo Neruda y Mercedes Sosa; las conversaciones y encuentros entre camaradas, los temas relacionados con la lucha de clase, el marxismo.

En el plano estructural, Charamicos aborda aspectos que fluctúan como un péndulo en la historia narrada, constituyendo de esa manera un universo en el cual confluyen, armónicamente, la acción narrativa con la intencionalidad ficcional-simbólica de la novela. Nada ha sido dejado al azar; antes al contrario: los narradores sueltan pistas al lector acerca de esa poética orquestada por la autora. Al inicio de la narración, por ejemplo, el lector se entera de que “Hay muchos mundos, muchos cielos”. Se trata, obvio, de elegir algunos de esos mundos para desarrollar la acción. Ángela Hernández Núñez decide cuáles son esos espacios que desea recuperar del inconsciente doloroso que puede ser el pasado, y organiza la anécdota de forma que sobresalga la circularidad temporal. José Carlos González Boixo ha observado lo trascendental de ese proceso de selección cuando se refiere a la novela Pedro Páramo; escribe: 

Rulfo, al recuperar ese espacio vivencial de su infancia y adolescencia, hace revivir los fantasmas intemporales que siempre han acompañado al hombre a lo largo de su historia. La violencia, representada por Pedro Páramo; el desamparo del Gobierno (...); la religión, que les cierra las puertas a la salvación espiritual. Los personajes, convertidos en víctimas y verdugos de sí mismos, formarán parte de una representación de un mundo fracasado en el que la incomunicación se hace patente. La consecuencia es la pérdida de la ilusión, de la búsqueda de un mundo mejor. (2)

En el caso de la escritora Hernández Núñez, el universo seleccionado es el de la edad de la inocencia, entendido como los años en que la hipocresía y la mala fe no circundan nuestra conciencia. Es el interregno en que anhelamos cambiar el mundo, pero luego notamos que ese espacio está infectado por seres que observan ya desde fuera, prestos a sacar cualquier producto del huerto de las ingenuidades bien intencionadas. Y es en ese sentido, precisamente, donde esta novela, que abarca el período siniestro de la Guerra Fría, se agiganta, porque Charamicos no se detiene en las anécdotas sino solo para trascender al plano simbólico, como explicaré más adelante.

Una clave central de la poética de Charamicos es palpable en el siguiente fragmento, en el cual se alude, por una parte, al paso vertiginoso del tiempo y, por el otro, al proceso narrativo: “Todo trillo empieza con unos pasos, un deseo, aplastando la maleza. O la yerba. De uno saber a dónde le conducirá el primer paso, ¿lo daría? Es tardepara enunciar este tipo de pregunta y acaso prematuropara contar cómo se hizo el trayecto. Pero más vale emprender la tarea cuando todavía el corazón no se ha transformado (porque a todo humano, si vive lo suficiente, esa fábrica de las metáforas se le exacerba o se le encoge en virtud de las experiencias)”. Se renueva la esperanza o, si el viento sopla en otra dirección, nos agobia el escepticismo.

Trinidad (símbolo de las jóvenes revolucionarias dentro de las cuatro paredes en esa época imaginarias de la Universidad Autónoma de Santo Domingo), arriba a la gran ciudad y de inmediato la arropa el deseo de erigir una sociedad menos injusta, igualitaria, como la que prometían los textos marxistas. Por supuesto, como habría de esperarse de un tipo de joven despierta y atenta al devenir de los procesos históricos, la crítica al socialismo no se hace esperar. Una solo frase basta para poner sobre el tapete todo el proceso revolucionario que experimentó la URRS y, como consecuencia, las ramificaciones que sufrió el socialismo durante la Guerra Fría, con sus dramáticas tendencias acusatorias entre una y otras variantes. “Vivir en el Moscú forjado por Stalin mata el gusto por las utopías.”, exclama uno de los Gilbert ante la determinación infranqueable de ir a estudiar en Moscú una vez finalizados los estudios de grado en Santo Domingo.

Insisto: Los conflictos entre las agrupaciones estudiantiles de izquierda, los discursos acalorados (a menudo declamatorios) sobre Materialismo Histórico, la violencia descomunal durante los doce años de gobierno de Joaquín Balaguer, constituyen verdadero el telón de fondo de Charamicos, pero la novela supera el ámbito confesional para asumir la ficción por encima del testimonio.

Acorde con el orbe realista que la acción narrativa exhibe, las comparaciones (uno de los recursos estilísticos recurrentes en Charamicos, suelen ser sorprendentes, tal como anoté al inicio de estas reflexiones. Así, el sol “(…) quemaba como si Dios lo estuviera atizando.” Esa elección dentro de la poética de la novela es notable desde el inicio hasta el final de la acción. De igual forma ocurre con las enumeraciones, recurso sintáctico que dinamiza la acción, otro rasgo diferenciador de esta novela; reflexiona Trinidad: 

De pronto, fui favorecida por uno de esos imponderables que de seguro labraron nuestra humanidad. Una mano que ase la tuya mientras te arrastra una riada. Un viajero que derriba al que iba a apuñalarte. Un grupo que enfrenta a un monstruo a punto de desgarrarte las entrañas. Un extraño que desafía a un inquisidor que te suplicia. Con otros matices, había visto ese ingrediente en Sajoma, en mi propio hogar, pero solo ahora cobré conciencia de su cósmica significación. (3)

Toda sintaxis genera tanto significado como la distribución lexical: el orden de las palabras dentro de la oración es una de las maneras de modificar el sentido del texto. En tal virtud, se puede señalar el uso continuo de paréntesis como recurso narrativo.

En la creación de esta peculiar poética, destaca el uso de los colores con valor simbólico. De ahí que, por ejemplo, “En el armario estaba la toalla nueva de un alegre amarillo.” Por su parte, el uso diferenciador de la lengua destaca los regionalismos a través de los diálogos de los personajes. Las supersticiones, la religiosidad y la influencia de la Naturaleza en los eventos de los personajes también son una constante en Charamicos. (4) Tales aspectos ofrecen ocasionalmente un aura sobrenatural a la novela, muy distinta de la que producen los debates ideológicos en el ámbito universitario, huerto de las argumentaciones científicas. Esa superposición de la realidad ficticia sobre la realidad real ha sido observada por Mario Vargas Llosa en parte de la narrativa de Gabriel García Márquez; y la describe del siguiente modo: “Se trata de una aptitud sutil de ciertos habitantes de Macondo: entre sus organismos y los fenómenos naturales existe una relación que no es ´lógica´, que no corresponde a nuestra experiencia de lo real”. (5)

En el plano sicológico, la novela va ofreciendo rasgos definitorios de la narradora y personaje central. Al hacerlo, también acentúa, desde el inicio de la anécdota, el carácter complejo de su personalidad, hecho que la distancia de los llamados personajes planos para así convertirla en un ser complejo, cercano a la verdadera esencia de los seres humanos. El otro personaje sumamente complejo, humano, es Elcira Sánchez, quien no deviene contraparte de Trinidad (a pesar de las contradicciones ocasionales entre ambas mujeres), sino su complemento sicológico e ideológico. Lo confirmamos a través del discurso de esta última cuando dice: “Concluida la historia, Ercira y yo rompimos a reír y terminamos abrazadas. Inferí el mensaje: a ambas nos unía el carecer de un padre responsable y el haber arribado a Santo Domingo huyéndole a un destino semejante al de Regina”.

La novela es contada por diferentes personas narrativas, entremezcladas con tiempos que fluctúan del presente al pasado y al futuro. Uno de los mejores ejemplos lo encontramos en el capítulo titulado “Mordiscos”, que empieza en tercera persona para luego producir un giro hacia la segunda persona, y de esta a la tercera… y que nos habla de una acción presente con inclusión de eventos que ocurrirán tiempo después: “Guillermina aprieta entre el pecho y el brazo a su última criatura (esa de no más de cinco libras, que en una semana morirá de alferecía.” En algunas ocasiones, quien narra es uno de los personajes secundarios, como es el caso del Padre Amir en el capítulo “Una de esas mujeres”. A través de él nos enfrentamos a otro punto de vista sobre Ercira Sánchez, procedimiento que enriquece la sicología del personaje ofreciendo, al mismo tiempo, multiplicidad de voces narrativas sobre los eventos siempre sujetos a la consideración del lector.

Otro rasgo sobresaliente de Charamicos es el de los matices poéticos de la narración sin detrimento de la acción. Lo percibimos cuando Trinidad recuerda: “A veces nadábamos con un cardumen de sardinas, girando, siempre girando en el mismo sitio. Yo no les quitaba el ojo de encima a las jóvenes mujeres, esperando, a lo mejor, descubrir escamas tornasoladas de la cintura hacia abajo…”. O cuando confiesa, en relación con Ercira: “Sus palabras siempre me parecían de una validez sin fisuras. Pero, en verdad, a menudo me inspiraban un tormento con tintes de melancolía y, a veces, de placidez, que creí inherente a los nuevos aprendizajes.” En ese sentido, Antonio García Berrio ha escrito, con razón, que: “Como las de la ficcionalidad narrativa, las formas del imaginario cultural son construcciones de la fantasía próximas a los objetos de la razón que explican las realidades objetivas. (…) Su acción favorita consiste en una labor de transfiguración adivinatoria, de revestimiento sentimental de objetos y de mitos, elevando la transitoriedad anecdótica de la historia a permanencia necesaria de símbolos y ejemplos”. (6)

Al final, la historia retorna a sus orígenes, a través de un emotivo monólogo interior de Trinidad, escena que cierra el círculo cronológico y afectivo de Charamicos, y que conecta con la página 24, apenas en el inicio de la novela. 

“Maquillada por la experiencia de los últimos años, desfilaré por el campus de la universidad primada de América. (...) Al otro día, el cartero meterá dos sobres por debajo de la puerta. ¿Los remitentes? Fernando y Leandro Gilbert. Los acariciaré, los oleré, resuelta a dominar la curiosidad y aplazar el placer. Me enteraré de las nuevas dos semanas más tarde, tras escalar los tres mil metros del Pico Duarte, con frío y con calor, exhausta y satisfecha. Tal vez ya haya recobrado a mi papá y a una historia. Tal vez sellé con pérdida la espera. 
     “Qué sería la vida si mil puertas no habitasen el momento, aun cuando se nos permite abrir no más que una de ellas para adentrarnos en el paisaje donde nos acecha la estrella del azar”.

El mundo es, al fin y al cabo, muchos mundos, muchos cielos. La historia narrada en Charamicos, como resultado de haber entretejido singulares historias irrepetibles, expone un toque último de nostalgia y evocación (sin pena ni derrotismo) de lo que pudo haber sido y no fue. Así lo palpa en la piel Trinidad cuando, en un futuro narrativo que sustituye al presente, describe su estado de ánimo: “Una bandera de Frauer me abrigará cuando descienda de la tarima. Y yo pensaré en ataúdes arropados con estrellas o martillos o laureles.  (…) En los sentidos y en los sinsentidos. En la época que nos falla o a la que fallamos.” O a la que fallamos —pasa factura Trinidad con esa frase—, con la cabeza repleta de momentos que pudieron cambiar el curso de la Historia, que pudieron evitar que se diera un paso o tal vez el otro en pos del éxito o del fracaso… De haberse sabido antes, ¿habría sido dado?

Notas:

  1. Ángela Hernández Núñez: Charamicos. Archivo General de la Nación (Vol. CDVI), Santo Domingo, D. N., 2020, p. 11.
  2. José Carlos González Boixo, “Introducción”. en Juan Rulfo, Pedro Páramo 25.a edición revisada y actualizada, Cátedra, Madrid, 2013, p. 15.
  3. Ob. cit., p. 30.  Antes lo habíamos leído en la página 20, cuando la narradora explica: “Teobaldo, traído por su madre, silbaba tonadas alegres, me hacía morrisquetas cuando las mujeres no nos estaban viendo; en el patio, ejecutaba acrobacias poniendo a prueba la fuerza de sus músculos; simulaba una partida de pelota en la que él fungía de pícher, de bateador y de árbitro; juntó lombrices y empezó a lanzarlas al aire para que las gallinas pelearan por atraparlas; me contó chismes sobre el director del liceo y la maestra de Historia, sobre el padre Joa e Iluminada.” 
  4. “A Eleonora nada malo va a ocurrirle, me remachaban, pero todo sugería lo contrario; las intromisiones de Iluminada, los cuchicheos de Carmela y Consuelo, la presencia del párroco de nuevo al amanecer, las guayabas nuevas desprendiéndose todas de las ramas, los maullidos de los gatos persiguiéndose a velocidad de rayo.” (Ob. cit., p. 16).
  5. Mario Vargas Llosa: García Márquez: Historia de un deicidio. Monte Ávila, Barcelona, 1971, p. 235.
  6. Antonio García Berrio: Teoría de la literatura (La construcción del significado poético). 2da. edi. Cátedra, Madrid, 1994, p. 479.

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Nan Chevalier (Puerto Plata, 1965). Narrador, poeta, ensayista, conferencista. Fue director de la Escuela de Letras de la UASD y director del Departamento de Español de la Unapec. Enseña en varias universidades.